“…Es muy poco de amor,
sólo una vez por semana…”
(de la canción “Paloma”, de Andrés Calamaro).
El fanatismo –como el amor, el odio, el capricho y cualquier otro sentimiento de alta intensidad– a veces va y viene, tiene picos y depresiones.
La pasión por el Albo es un sentimiento de alta intensidad. Más o menos igual de intenso que lo que un hincha de Boca sentirá por Boca, o que lo que un hincha de Gimnasia y Tiro de Salta sentirá por Gimnasia y Tiro de Salta.
Hay años en los que uno se encuentra algo más distante: va a la cancha, ve los partidos televisados, y no mucho más.
Hay otros años en los que uno se vuelve una especie de albo heroinómano e insomne merquero: necesita más y más All Boys, a toda hora, todos los días.
Ya no alcanza con ir a la cancha. La distancia de sábado a sábado parece casi como los cuatro años que hay entre un Mundial y otro.
El receso entre torneos es, en ese sentido, un momento durísimo. El síndrome de abstinencia causa espanto mental y dolor físico.
Uno empieza a rastrear cualquier veta que prometa el fluir de sangre blanca y negra: páginas de Internet, programas de radio, foros…
¿Cómo calmar esa ansiedad? ¡Traigan refuerzos! ¡Jueguen amistosos! ¡Hace falta más All Boys!
martes, 30 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario