viernes, 24 de junio de 2011

Pepe Romero, DT de alta gama

Desde que José Santos Romero asumió como DT de All Boys, hace cuatro temporadas y pico, el club vivió una curva tan violentamente ascendente que, en términos futbolísticos, cambió todos los paradigmas en Floresta.

Es muy tentador rendirse a todo lo pintoresco que supone Pepe; la velada sorna de llamarlo “el Alex Ferguson de Floresta”, el rubor tierno de verlo tocando el acordeón por TV, la tolerancia forzosa de esperarlo todo el tiempo del mundo para que haga los cambios, la balsámica calma de escucharlo hablar como si nunca hubiera nada de lo que preocuparse.

La tradición nos ha hecho llegar sus glorias (truncas por lesión) como jugador del Albo. Nuestros propios ojos han constatado sus glorias intruncables como DT: conseguir dos ascensos en tres años, mantener la categoría en Primera y con el plus épico de llevarse puestos a grandes (Boca, River, Independiente) y encumbrados (Vélez, Estudiantes).

Valoro también la racional curva estética que los distintos All Boys de José Romero fueron teniendo según los saltos de categoría. En aquel campeonazo de la B Metropolitana 2007/08 gozamos lujos y fútbol delicioso. En las dos temporadas en el Nacional B vimos la sabia elasticidad de ir al frente en Floresta, pero tener cautela en las bocas de lobo del Interior sin televisación. Y en Primera División, adoptamos una bravura ganadora en todas las canchas, sin regalar nada en ninguna cancha.

Aún así, el gran público futbolero, que sólo vio al equipo de Pepe en su modelo de Primera, se ha cansado de decirnos: “Juega bien All Boys, eh”. Y sí, juega bien. Nunca le sobró nada –fue el equipo menos goleador del Clausura 2011, y el que tuvo más expulsiones–, pero su entrenador supo aprovechar los recursos como un administrador notable.

Y ahí está Pepe, con la mano en la pera: es el antónimo de esos entrenadores que se pasan la vida arrancándose el pelo, maldiciendo el universo y entregando sobreactuadas escenas de Oscar cada vez que hay una cámara.

Su continuidad es una gran noticia. Qué pena no usar sombrero: sería un buen momento para sacárselo y rendir pleitesía a Pepe Romero.

lunes, 13 de junio de 2011

Afortunado en el juego… y en el amor

La vida no es sencilla. Cada ítem de la existencia puede deparar obstáculos, problemas, golpes. Pasa con la salud, con el dinero, con el amor. Ahí llegan la injusticia, la inequidad, la falta de oportunidades, el azar. Ahí vienen el catarro, las cenizas volcánicas, el ABL, las peleas de pareja. Ahí están la Policía, la soledad, las políticas de Washington, el colesterol, el hampa, las discusiones familiares. Ahí surgen las corporaciones, los accidentes viales, la pérdida de cabello, la contaminación de las napas, los virus informáticos, los plomeros abusivos, los amigos que se alejan. Ahí aparecen el terrorismo de Estado, la crisis de los hospitales, el analfabetismo, la desocupación, la mortandad infantil, la corrupción sindical.

Sufrimos (y vemos como otros sufren). Aún la persona más optimista y feliz tiene dificultades; la vida tiene carne sabrosa, pero sus huesos son siempre duros de roer… y nuestros dientes no son los de un roedor.

Por todo eso, valorar las alegrías –cuando están– es siempre inteligente. Y con ese criterio, habiéndose concretado la permanencia de All Boys en Primera, es justo agradecerle a un grupo de tipos: Roberto Bugallo, José Santos Romero, Nicolás Cambiasso, Fernando Sánchez, Carlos Madeo, Cristian Vella, Carlos Soto, Armando Panceri, Ariel Zárate, Agustín Torassa, Emmanuel Gigliotti, Mauro Matos, Juan Pablo Rodríguez, Eduardo Domínguez, Hugo Barrientos, Matías Pérez García, Jonathan Ferrari, Carlos Casteglione…

Ellos nos han dado a los hinchas de All Boys una alegría premium. El Álbum Blanco honra a sus héroes.

miércoles, 8 de junio de 2011

Delirios de grandeza

Nunca pensé que me iba a sentir, de pronto, cerca de Callejeros. Pero la versión de su canción "Imposible" se convirtió en la banda de sonido clásica de la hinchada de All Boys en este notable trienio de doble ascenso que hemos vivido desde el 2008 para acá. Y me resulta imposible no asociarla a tantas alegrías -deportivas, barriales, poéticas- recientes.

"...Los pibes todos de la cabeza, en la plaza del barrio,
de gira, preparando el asado para verte a vos..."

Pero, acaso bajo las ínfulas del Día del Periodista, me veo obligado a admitir que siento algo raro, en la tribuna, toda vez que las voces blancas llegan a estos versos:

"...Y al fin va a decir la verdad el que escribe los diarios:
Que la más grande de todas es la banda de All Boys..."


Quizás mis trece años en Página/12 llevan a que, absurdamente, me sienta un poquito interpelado con eso de "el que escribe los diarios". O tal vez tiene que ver con aquello de la bonomía debida del hincha, que alguna vez se ha insinuado en el Álbum Blanco. Lo cierto es que, en honor a la verdad, aunque suene a herejía, y en nombre del rigor periodístico, me permito dudar de que la banda más grande de todas sea la de All Boys.

Ojo, que ningún panda fundamentalista me salte a la yugular: mis dudas surgen de la dificultad real para medir la grandeza de una hinchada de fútbol. ¿Cuál es el instrumento de medición para la grandeza del hincha? ¿Debe mensurársela a través de criterios cualitativos (como la creatividad al alentar, el rechazo a la violencia o la ausencia de amargura) o cuantitativos (como la invulnerabilidad a la disfonía, la cantidad de hinchas, las dimensiones de las banderas)?


No sé, pero con todas las hinchadas que hay en el mundo, me parece sospechoso que justo la más grande de todas sea la de mi equipo. Es estadísticamente improbable. Una mentira piadosa. O en todo caso, mi sensación, mi percepción, mi punto de vista; y no necesito que lo que yo siento sea legitimado por el periodismo.


Por eso, si "el que escribe los diarios" alguna vez sentenciara que la hinchada de All Boys es la más grande de todas, me permitiría dudar. Es una deformación profesional: con el rigor periodístico no se jode.