miércoles, 30 de diciembre de 2009

Otros resultados

Son tiempos de bonanza informativa para el hincha de All Boys. Más allá de las escasas líneas que cada cinco días Olé suele dedicarle al Albo, hoy cualquier hincha intrépido y con cierta avidez por acceder a noticias del club tiene relativamente a mano una apreciable abundancia de oferta periodística… O, bueno, de algo parecido al periodismo.

Entre los programas de radio partidarios que hay por aquí y por allá (un saludo a Juan Carlos Pellegrini, a Pablo Ladaga, a Pedro Da Luz, hasta a Claudio Sintes), los sitios dedicados -bien o mal- únicamente al Ascenso, los más entusiastas blogs y hasta este casi lujo que es ABD1, el hincha puede obtener datos sobre All Boys prácticamente a diario. Datos mínimos, sí, pero datos al fin.

Hace apenas unos años, cuando el Albo estaba en la B Metro y el siglo todavía era el XX, hasta resultaba difícil enterarse del resultado del partido. Por suerte, como siempre, estaba el gran diario argentino.

Clarín solía dedicar el último párrafo de la última columna de la última página de la sección Deportes (que casi era la última sección del diario, justo antes de las necrológicas) a un apartado lacónico e indispensable que se llamaba “Otros resultados”.

“Otros resultados” era un canto a la austeridad: apenas enumeraba los resultados amontonados de todos los partidos de la B. Alguna vez, de milagro, incluía a los autores de los goles.

“Otros resultados” estaba precedida por un rombito, rústico ícono que para el hincha del Albo y del Ascenso todo resultaba tan revelador como la piedra de Rosetta.

Ese renaultiano símbolo en negrita, que Clarín brindaba con toda parquedad y casi a desgano, era en los ochenta prácticamente la única señal de que el mainstream periodístico iba a otorgar unos milímetros a reportar los vaivenes de All Boys.

Va para los imbéciles que dicen que todo tiempo pasado fue mejor.

martes, 22 de diciembre de 2009

Linda noche para un Scamporrino

Es una debilidad de los hinchas de All Boys. Por su juego, por su tranco largo, por sus golazos desde afuera del área y, por ese plus -casi genético, casi nazi- que los ojos del simpatizante ven en todo jugador salido de las inferiores del club.

El Chino Germán Scamporrino acordó irse por seis meses a recuperar ritmo en Colegiales, en Primera B, y no parece mala idea. Que vaya, que vuelva.

No vi el contrato, pero parece que se trata de un préstamo sin opción. OK. El Chino es una joya patrimonial que el Albo no debe perder. Lamento, claro, que no se quede en el equipo actual de All Boys, pero lo cierto es que desde el ascenso al Nacional B, hace un año y medio, prácticamente no pudo jugar.

Entre lesiones musculares y azarosos problemas físicos de esos que aquejan a sólo uno de cada 538.000 futbolistas, Scamporrino apenas participó en un par de partidos de la última temporada y media, después de tener un nivel consagratorio en el plantel campeón de la B Metro ‘07/‘08. Ese año la rompió como delantero, en dupla con el Pato Solchaga y con el Grandote Martínez, aunque también supo rendir bien como volante por izquierda y como enganche.

Esperemos que Ariel Zárate, Matías Pérez García y Agustín Torassa estén bien durante la última mitad de la temporada y que en Floresta no terminemos extrañando al Chino Scamporrino más de lo que ya sabemos que lo vamos a extrañar.

Y una fija: en seis meses, cuando el Albo empiece a armar el plantel para la próxima temporada, el retorno del Chino va a ser una hermosa noticia.

martes, 1 de diciembre de 2009

Defensa del localista

Voy a salir del clóset: confieso que soy localista. Lo dije. Estoy perfectamente al tanto de que ser tildado de “localista” resulta una de las peores afrentas que pueden intercambiar dos seguidores del mismo equipo.

Admito que el 90 por ciento de las veces que vi a All Boys fue en Floresta. No significa eso que no haya ido nunca de visitante, por supuesto. Un rápido safari de recuerdos me advierte que he seguido al Albo por canchas como las de Racing, Vélez, Ferro, Atlanta, Chicago, Chacarita, Quilmes, Huracán, Español, Almagro, Estudiantes de La Plata, Estudiantes de Caseros, Talleres de Escalada, Tigre, Los Andes, Excursionistas, Arsenal, San Martín de San Juan, San Martín de Tucumán, Instituto, El Porvenir, San Miguel, Temperley, Platense, Morón, Douglas Haig, Colón, Laferrere, Almirante Brown y quizás otras que –a Dios gracias– seguramente no vienen a mi memoria. Pero por cada partido que fui de visitante, tal vez debo haber asistido a diez de local. O sea que este listado no lava culpas ni anula mi indisimulable condición de localista.

Juguemos al diccionario:
Localista. Adj. Hincha de fútbol que sólo va a ver a su equipo cuando juega de local, en su estadio.

Ir a la cancha muy seguido de local y rara vez de visitante implica un voto por el confort que poco tiene que ver con la pasión irrefrenable que se le atribuye al hincha de ley. El localista se evita una serie de adversidades evidentes: historiales hostiles, fuerzas policiales hostiles, hinchas rivales hostiles, empleados de boletería hostiles y medios de transporte hostiles (por no hablar de los también hostiles arbitrajes, a los que en estos casos también se los llama “localistas”, que en la acepción que atañe al referato significaría “jueces ávidos por favorecer al rival de nuestro equipo, que nos recibe en su estadio”).

Pero los tiempos cambian. La prohibición al ingreso de hinchas visitantes que rige –en forma discriminatoria– desde hace dos años en los torneos del Ascenso parece haber anestesiado el carácter insultante de la palabra “localista”.

Es cierto que la trampa siempre atrae. Muchos hinchas de All Boys (y de otros clubes del Ascenso, hay que decirlo, aunque aquí no nos importe) siguen yendo a la cancha de visitante, acaso reprimiendo gritos, disimulando insignias, colándose entre simpatizantes rivales.

Sin embargo, la diferencia es grande. Antes se era localista por opción; ahora, por obligación.

¿Es muy malo ser localista? ¿Es muy malo que la escenografía del 90 por ciento de mis recuerdos sobre el Albo se ubique en Jonte y Mercedes? Están muy bien las glorias en escenarios hostiles. Pero no hay nada como celebrar en casa.