lunes, 29 de abril de 2013

100 años, 100 historias


Algún día vendrá al caso contar, o no, porqué pasé el centenario del Albo lejos de Floresta y cerca de la morfina. Lo cierto es que mi forma de festejar los cien años del club fue participando del librazo 100 años, 100 historias, gracias a la gentil invitación del querido Adolfo Cabezón Morales, uno de sus realizadores.

Me tocó escribir sobre un partido histórico que vi en la cancha: aquel All Boys 3, Estudiantes de La Plata 1, por el Nacional B ‘94/’95, en Vélez. Aquí comparto el texto que forma parte de ese libro imperdible.

Devuelvan La Plata
Por Javier Aguirre

Ganarle a un equipo con historia de campeón del mundo, a pesar de que te sacó de tu cancha, a pesar de que tiene un plantel de estrellas de Selección, y a pesar de que saldría campeón, a 11 puntos del segundo. Ganarle. Y encima, pintarles la cara.

Algo de eso vivimos el 22 de abril del ’95, en el 3-1 sobre Estudiantes de La Plata en Vélez, con el mejor equipo que tuvo All Boys en los Nacional B del milenio pasado. El equipo que más se acercó a cierto amarronado jogo bonito, y que se convirtió en favorito del ala esteta de esa bolsa de gatos de gustos futboleros que conforma la hinchada del Albo.

Si se omiten los éxitos del plantel campeón en la Primera B 92/93, aquel fue el triunfo más importante de All Boys en la década del ’90. Ese equipo modelo Nacional B 94/95 vino con pase de mando en el banco de DT: el oscuro, ronco y ornamental Ramón Adorno dejó su lugar al oscuro, ronco y amargado Angel Hugo Bargas. La gracia era el ataque, que se corporizaba en tres jugadores; tres, el número sagrado de los ataques temibles. Justamente, los tres que harían los goles en la histórica victoria sobre los platenses. Eran un veterano en declive, un héroe de la B y un juvenil descarte de Boca. Un goleador, un gambeteador y un pasador. Un rústico, un desequilibrado y un gourmet. Un 9, un 7 y un 10. El Pirata, el Pato, el Gato. 

Adrián Czornomaz pasaba por centrodelantero de equipo austríaco. Era un antiestético treintañero que usó más de 20 camisetas y que en All Boys sólo jugó un año y metió ¡26 goles! Un Pirata disfrazado de momia.

Damián Yáñez venía de triunfar en Talleres de Escalada. Era un roedor de defensas que desbordaba, hacía goles y hasta se convirtió en musa de banderas con su cara cuando regresó al Albo, ya en tiempos oscuros, seis años después.

Gastón Barroso parecía tenerlo todo; rubio, alto, pintón, ojos claros, elegante, hábil, talentoso, fino, era el 10 de la reserva de Boca, debutaba en la Primera de Boca… y le dijeron “chau”. Firmó en un club de la B: All Boys.

Ellos tres resultaron ser la fórmula y lideraron un equipo tan goleador y vistoso que en Floresta sólo se lo recuerda con suspiros románticos y ojos humedecidos. Consiguieron una gran temporada junto a un plantel de rol, que incluía lo mejor de las inferiores del Albo en los ’90 (Julián Maidana, Hernán Manrique, los mellizos Fernando y Patricio D’Amico, algunos minutos de un teen Fernando Sánchez), además de una saeta rubia (Gustavo Bartelt) y de un ex internacional con gloria que apreciaba una despedida digna (Juan Barbas). La tarde mágica de ese equipo fue el triunfazo sobre el estelar Estudiantes de La Plata. Aquel guión dramático, la curva narrativa que todo partido tiene, puede contarse así:

EXTERIOR- ESTADIO VÉLEZ – DÍA – ESCENA 1
Primer tiempo. All Boys toca, toca, conato de baile, tiro libre, rebote y la especialidad de Czornomaz, gol de pescador, 1-0 arriba. Sorpresa.

EXTERIOR- ESTADIO VÉLEZ – DÍA – ESCENA 2
Segundo tiempo, Estudiantes aprieta, el Albo toca, sale de contra, toca, baile, corrida, toca, toca, Barroso, gol, 2-0. Descontrol, abrazos, alaridos.

EXTERIOR- ESTADIO VÉLEZ – TARDE – ESCENA 3
El arquero Osvaldo Langone, flojo, regala rebote indefendible y el goleador pincha José Luis Calderón juega un As de Injusticias, 2-1, ahora agarrate.

EXTERIOR- ESTADIO VÉLEZ – HORA MÁGICA – ESCENA 4
Resistencia heroica, una pena terminar sufriendo así, después de tanto toque y baile, pero… Contraataca, toca, toca, gol de Yáñez, 3-1, euforia en el Amalfitani, abrazos vaya a saber con quién, pisando butacas de puro ciegos.

No nos importa tanto que ese equipo logró meterse en el Reducido, ni que, por supuesto, no haya conseguido el Ascenso a Primera. Tampoco duele que el Pirata nunca volviera a Floresta, a pesar de permanecer años en la tribuna como involuntario protagonista del hit merquero “La que toma Maradona…”

Sí nos importa –por el resultado y por las formas– recordar ese día con orgullo sibarita. Fue el único partido que se televisó aquel sábado, y por TV mucha gente vio la descomunal, dramática paliza: David torturando y humillando a Goliat. Esa semana, todos los hinchas del Albo recibimos felicitaciones por lo bien que jugaba el equipo. Días ideales –como casi todos– para ser hincha de All Boys.

lunes, 22 de abril de 2013

El salto del Ángel


Cuando, hoy, ningún relator del Fútbol Para Todos se priva de llamarlo “Ángel del Gol”, me complace y sorprende saber que se están refiriendo a quien por una década en Floresta conocimos como Angelito.

La historia Ángel Vildozo es una de esas que tienen lo que tanto escasea: justicia poética. Se había ido después de haber sido, durante más de un lustro, la mejor figura salida de las inferiores de All Boys en los días de vacas esmirriadas, subalimentadas y famélicas de los principios del milenio. Había llegado desde San Juan como casi adolescente, como inusual apuesta amateur del club a un genuino producto de tierra adentro.

Vildozo llegó a la primera de All Boys, entonces, cuando estábamos en el horno, en las catacumbas del Ascenso. Se convirtió en joven referente, goleador e integrante, junto al Pato Pablo Solchaga, de la delantera ideal del Blanco en la década del ‘00.

Pero no tuvo suerte. Se fue del club justo cuando llegó Pepe Romero, justo cuando vendrían las buenas, justo cuando la historia iba a cambiar para bien.

Se hizo, otra vez, de abajo. De abajísimo: debió pelearla en clubes chicos del fútbol del Pacífico (Chile, Ecuador) y –mientras el Albo ascendía–usar camisetas ínfimas de la B Metropolitana (Comunicaciones, Colegiales). Hasta que un campañón a puro gol, precisamente en Cole, abrió una puerta impensada: ya a los 31 años, ya con sus mejores años en la espalda, ya no tan flaquito sino más musculoso, tendría su chance en la Primera de Afa.

El destino jugó bien y su oportunidad grande sería en All Boys. Un regreso con justicia, comparable acaso al que viviera otro exponente de las inferiores del Albo, el inmenso Cabezón Fernando Sánchez.

Feo, guapo, anguloso, duro y taimado: podía parecer insólito apostar por un tipo de 31 años que nunca había jugado en la Primera argentina, pero la de Angelito resultó ser la incorporación más pilla del año.

Llegó para comer banco primero, y para hacer el trabajo sucio tan pronto como ganó la titularidad. Pero ya hizo mucho más. Partidazos contra Boca o Independiente, personalidad, vehemencia, hambre, y sobre todo, goles. Vayan renovando ese contrato. Angelito está a pasitos de ser ídolo en Floresta.