miércoles, 17 de febrero de 2010

El incidente Frisone

Los caminos del hincha son misteriosos, retorcidos. La jornada futbolera más horrible que recuerdo como nativo de Floresta no fue un descenso, ni el 0-4 ante Chicago en Vélez, sino la de la final del Reducido por el ascenso al Nacional B de 1990, en la que All Boys cayera por penales ante Laferrère en la cancha de Huracán.

Había ido a la cancha con mi viejo, mis hermanos y mi abuelo (acaso también mi abuela, no estoy seguro), y no sólo aspiramos gas lacrimógeno por los incidentes con la Federal del menemismo, sino que terminamos desalojando la cancha, a toda tristeza. Todavía hoy creo escuchar ese éxodo por Parque Patricios durante el cual otros hinchas, con más espíritu, cantaban ese gospel futbolero y desgarrador: “All Boys, All Booooys; te vamos a seguiriiiir, adonde quieras iiir…; All Boys, All Booooys…”.

Pero me detengo en el último penal, ese momento espantoso en el que se acaba todo. Ya el arquero rival les había atajado disparos a Jorge Rojas y a Gustavo Minervino, y con la soga en el cuello llegaba el turno de que pateara un tal… Miguel Frisone.

Parecía un chico de las inferiores del club, aunque algunos le atribuyen un paso juvenil por Racing. Rubión, flaco, suplente nato, podía jugar de 5, también de 6. Ese día entró a pocos minutos del final, acaso ya pensando en los penales, acaso con alguna buena efectividad penalera en los entrenamientos.

Recuerdo que en la platea, a un par de metros de donde yo estaba, dos muchachas de edad indefinida (hay un momento de la vida en el que, curiosamente, para uno todavía resulta complejo distinguir una mina de 20 de una de 40) lo alentaban y le gritaban, con femeninísima euforia: “¡Fricho, Frichoooo!”

Fricho Frisone fue a patear el penal decisivo con decisión: reventó el travesaño. Chau ilusión. Nos quedamos en la B Metropolitana.

El tren de la gloria pasa pocas veces. Para All Boys volvió a pasar sólo tres veces en los siguientes 18 años. Para Frisone, nunca más. Parece que fue a parar a San Telmo (acompañado por un veterano con gloria pasada en el Albo, Néstor Palópoli, que alguna vez volverá al Álbum Blanco).

Google resulta muy discreto para saber qué fue de la vida de Frisone. Encontré por ahí a un “doctor Miguel Frisone”, pero su segundo nombre descarta que sea el mismo Fricho del penal fatal, el mismo Fricho que vivió desgracias afines a las de Esteban Cambiasso en el Mundial ’06, o del italiano Aldo Serena en el Mundial ’90.

En todo caso, Frisone y la alba frustración de aquel horrible 2 de junio de 1990 contribuyeron a forjar al hincha escéptico, pesimista y envenenado que soy hoy. ¡Gracias!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Un Falcon verde y negro

El hincha de All Boys no necesita nuevas razones para experimentar antipatía hacia Nueva Chicago. Sin embargo, siempre aparece alguna.















El periodista, poeta e hincha granate Daniel Riera, compañero en la Revista Barcelona, me ha acercado un jugoso dato para una sección que aquí se inaugura y que él mismo bautizó El Álbum Blanco Investiga.

Se trata de esta foto de un equipo de Chicago de 1979, año en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recibía a familiares de desaparecidos y redactaba un informe sobre crímenes que había cometido (y seguiría cometiendo) la dictadura militar.

En respuesta a esa visita, la cúpula del gobierno militar desarrolló la amargamente recordada campaña de propaganda que decía “Los argentinos somos derechos y humanos”.

Esta foto (extraída del libro La historia del ascenso. Una historia jamás contada, Pablo A. Ramírez, editorial Corregidor, 1998) prueba cómo aquel plantel de Chicago apoyaba alguna de las consignas de la dictadura, en tiempos en los que en la Argentina estaban ocurriendo decenas de miles de crímenes de lesa humanidad.

Está claro que siempre hay una razón más para tener mala onda con los muchachos de Mataderos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Darío, este fan nato

Darío Stefanatto contó montones de veces que es fanático de All Boys. Su familia anduvo y anda siempre por el club. Los hinchas lo adoran y con toda justicia: cada vez que salió a la cancha aportó tanto sangre como juego.

Surgió en las inferiores del Albo, fue el 5 de lujo que tuvo el equipo campeón de hace un año y medio, y en la primera ronda del presente torneo, con su juventud y todo, estuvo en el podio de los mejores jugadores del equipo, junto a dos veteranos como Nicolás Cambiasso y Mariano Campodónico.

Cuando surgió la oferta de Estudiantes de La Plata para llevárselo, varios de los integrantes del plantel albo le sugirieron aceptar la propuesta. También el presidente Roberto Bugallo le sugirió lo mismo. Quizá si conociera personalmente a Darío, yo también habría sugerido que aceptara, aunque hubiera propuesto que se quedara hasta el final del torneo.

El chau a este campeón acaso deje dudas y miserias sobre cotizaciones, porcentajes, futuras ventas, opciones de compra, deudas del club con el presidente, o acerca de si este era nomás el momento apropiado para desprenderse del gran crack joven del equipo (a propósito, más allá de que esta sea la prueba de fuego para Lionel Coudannes, y de que haya posibilidades de que llegue otro 5, ¿todavía sigue en el plantel Emiliano Díaz, el hijo volante central de Ramón?).

Y se fue nomás al club subcampeón del mundo. Ningún hincha de All Boys podría reprocharle nada a Stefanatto. Suerte. Ojalá que volvamos a verlo vestido de blanco antes de que cumpla 35.