viernes, 22 de agosto de 2014

Blanco y negro

Que se pudra todo. Agudizar las contradicciones. Ir al extremo, propiciar un cambio de raíz, empujar para que las cosas se desbarranquen definitivamente. Y recién después, cuando ya no salga ni humo de las cenizas, cuando el pasado esté sepultado, cuando ya no quede ni el eco del pasado, empezar la construcción de un futuro mejor, con bases más sanas, desde cero, desde los charcos de sangre. Reset y a la bolsa.

Es una idea. Opinable. Si es en pos de un futuro mejor, uno puede desear ese cambio radical para su pueblo, para su país, inclusive para la sociedad humana toda. Pero jamás para su equipo de fútbol.

¿Significa eso que hay que apañar a un dirigente corrupto, siempre que su gestión redunde en éxitos, construcciones de tribunas, ascensos, títulos…? Mal ahí.  

¿O significa eso que, para que terminar con un dirigente corrupto, debo aplaudir e impulsar descensos, goleadas en contra, bancarrotas, violencia, suspensiones…? Malísimo ahí.

¿Cómo ser trotskista del equipo del que uno es hincha?