La lesión del crack de Racing, Gio Moreno, en el triunfo sobre All Boys por 1-0 en Floresta, disparó tal saña mediática contra el volante Hugo Barrientos que me resultó imposible omitir el tema en el Álbum Blanco.
A partir de la confirmación de que se trataba de una lesión severa, que dejaría al volante colombiano fuera de las canchas por varios meses, Barrientos se volvió receptor de la condena social más ruin que recuerde, en términos futboleros.
A pesar de que es evidente que Gio no se lesiona recibiendo un foul de Barrientos, sino cometiendo él una infracción contra el volante albo, los pedidos de mano dura vinieron de todos lados: desde mamarrachos racinguistas y dirigentes racinguistas con fama de serios, hasta conductores de noticieros.
El pedido más franco es que a Barrientos lo suspendan durante todo el período de recuperación de hábil Gio. El mensaje más turbio e inquietante es el que vino desde el mismísimo presidente de la Afa.
Ahora, estando claro que Moreno se lesiona solo, por un accidente, es insólito cómo se hace blanco en que Barrientos lo había fouleado antes, o en que ambos jugadores habían estado discutiendo verbalmente durante buena parte del partido.
Reiteramos: Moreno se lesionó solo al cometer un foul; hay consenso sobre eso, ahí están las imágenes.
Como comentábamos con mi dolido amigo académico, Juan Pablo Rud, la rotura de ligamentos al trabarse la rodilla es una fatalidad, equivalente a que te caiga un piano en la cabeza. No importa si habías discutido con alguien una hora antes, o si alguien te había dado un par de patadas o te había agarrado de la camiseta veinte minutos antes: ese alguien no tiene la culpa de que te haya caído un piano en la cabeza.
Hubo escasísimas defensas para Barrientos en todo esto.
No voy a hacer una victimización de hincha de equipo chico, del tipo “si el que se lesionaba era el 10 del Albo, nadie iba a pedir la cabeza del 5 de Racing que lo había fouleado una hora antes”. No. Tampoco voy a apuntar la discriminatoria acusación que supone que un habilidoso y seductor enganche caribeño que juega en un club grande le hace bien al fútbol, mientras que un rústico obrero patagónico de un club modesto le hace mal.
Sí quisiera marcar que la “mala leche” con la que se asoció a Barrientos en todo esto, suena más a la presunta mala suerte que castiga a Racing (recordemos que viene de sufrir la muerte del masajista por un... ¡rayo caído en pleno entrenamiento!), que a la supuesta maldad del mediocampista de All Boys (un aplauso para la polisémica tapa de Olé).
No sé si Barrientos tiene buen corazón. Sí sé que los hinchas de Huracán, con mi amigo quemero Martín Correa a la cabeza, lo recuerdan con mucho afecto. Y también sé que en All Boys ha transpirado la camiseta cada minuto que jugó.
No sé si Barrientos evade impuestos, le pega a su abuelita, vota a Aldo Rico o tortura hámsters en su casa. No sé si es un malvado. Sí sé que no rompió al pobre Gio.
La única mala leche que hay en todo esto, es tratar de meter a alguien preso por un crimen que no cometió.