lunes, 30 de agosto de 2010

San Sánchez

La intrincada –hermosa y a la vez terrible– relación entre el fútbol y la injusticia tiene excepciones. Los equipos, los esfuerzos colectivos, las camisetas, pueden admitir sin dolor fatal que los resultados sean injustos, ya que el fútbol da revancha a las instituciones: un club podrá sacarse cualquier espina dolorosa en el torneo del año que viene; una Selección tendrá desquite en el próximo Mundial (salvo que sea la de Checoslovaquia, o la de algún otro país que un buen día se disuelve).

No ocurre lo mismo con las personas. Tanto los hinchas como los jugadores envejecen, se enferman, se mueren, en definitiva, viven una sola vida (un saludo para los futboleros que crean en la reencarnación). Cuando a un futbolista de 32 años le cortan las piernas, ya no tendrá revancha dentro del campo de juego.

Por eso algunas historias, si tienen un cierre feliz, alcanzan además el sabor delicioso de la Justicia. Así, me da especial alegría que el veterano Fernando Sánchez haya salido campeón en All Boys en el 2008, que haya ascendido a Primera este año, y que en este inicio de campaña en la máxima categoría ya haya marcado un gol, haya arrancado aplausos de tribunas y elogios de periodistas no partidarios.

El Cabezón Sánchez es un mediocampista, lo que significa mucho más que ser un volante. Es un mediocampista total, que defiende y que ataca, que organiza como 5 y que crea como 10, que hace goles y que salva en defensa, que arma al equipo y que pone la pierna como nadie.

Y además es de linaje albo: nació en Floresta, se formó en las inferiores de All Boys, debutó como profesional con la camiseta blanca; su padre jugó en el club, y también su abuelo.

Fernando Sánchez no es un astro. No tiene los goles de Pablo Solchaga ni la presencia de Nico Cambiasso. Su perfil bajo hasta alcanza su nombre: es –como yo– casi ingoogleable.

La vida me llevó a trabar nutrida relación profesional y afectiva con otro Fernando Sanchez (así, sin acento), xeneize, compañero de armas periodísticas en Barcelona y coautor de Ucronías Argentinas y de ¡Mueva la Patria!, la ópera cumbia argentina, que alguna vez –evidentemente– se googleó y dio con Fernando Sánchez, el 8 de All Boys. Me preguntó: “¿Este Fernando Sánchez es un baldosero?” Me ofendí: “Es un crack, una bandera, un símbolo”.

El Cabezón Sánchez es un capitán sin fanfarrias. Después de debutar en el Albo en el Nacional B, en 1994, saltó a Primera con la camiseta de Argentinos Juniors. Su carrera posterior no fue triunfal: Los Andes, Platense, Defensores de Belgrano, Sarmiento, Ben Hur de Rafaela y hasta el Macara de Ecuador. Hasta que, ya treintañero, volvió a Floresta para ser figura y meter dos ascensos.

Conocí al Cabezón en 1995, cuando él era un futbolista juvenil, de esos que juegan dos o tres partidos sobre los 38 de un torneo. Yo era un periodista juvenil (de esos que cobran dos o tres trabajos por cada 38 que realizan) y lo entrevisté varias veces. Teníamos casi la misma edad, los dos estábamos empezando a hacer notas; yo como entrevistador, él como entrevistado. Sánchez hablaba bajito, tenía una corrección y un buen trato que excedían la media. La semana pasada lo vi en conferencia de prensa por TyC Sports tras el triunfo sobre Boca: sigue hablando bajito, con una corrección y un buen trato que exceden la media.

Según el Santoral católico, existe San Sancho, pero no San Sánchez. Los hinchas de All Boys que tengan buena llegada al Vaticano bien podrían mover sus influencias para tributar al enorme y heroico Santo de Floresta.

martes, 24 de agosto de 2010

Andrés Calamaro: “All Boys está identificado con la corriente contraria que soporta el salmón”

“Siempre seguí la misma dirección;
la difícil, la que usa el salmón”.
(Andrés Calamaro & Cuino Scornik, El salmón)

No fui a la cancha de Huracán a ver el histórico triunfo de All Boys sobre Boca Juniors. Decidí quedarme en casa a seguirlo por TV, acaso por ser el más talibán de los localistas (“si no es en Floresta, no soy local”), o bien por una vergonzante pachorra de domingo con pronóstico de lluvia. Me senté en el living dispuesto a sufrir como un perro, y terminé gozando como un pez en el agua con un triunfo épico y los goles inolvidables de Mauro Matos y Eduardo Domínguez.

Pero en el entretiempo la euforia era aún cauta: el rival era un tipo especial, ese súperBoca, y hasta que no terminara el partido temía una eventual remontada xeneize con ocho goles de Palermo. La tanda del Fútbol Para Todos –lo sabe cualquiera que haya visto el partido por Canal 7– recordó que ese día Andrés Calamaro cumplía años, y el homenaje televisivo iba acompañado por una versión en vivo de “El salmón”, la canción-manifiesto por naturaleza. Y tuve una revelación: la metáfora ictícola de Calamaro sobre el pez que nada contra la corriente me resultó muy similar a mi sentimiento de hincha de All Boys. Nadar contra la corriente, contra Central en Arroyito, contra Boca.

Canté, salté y grité “El salmón” solo en mi casa durante entretiempo con el 2-0 parcial que sería final, recordé la versión que la Peste Blanca entona del hit de Calamaro “Te Quiero”, y, ya con el resultado puesto, decidí agradecer la buena estrella salmónida y enviar a Andrés un mail con salutación de cumpleaños. Le escribí: “He sentido la euforia de la dirección contraria, ¿o ser hincha de All Boys y tener en frente a Boca no es un poco eso?”

Recibí una emotiva respuesta, en la que Andrés evoca sus recuerdos en Floresta, cuna de míticos estudios de grabación de genoma rock. Cito:

De: Andrés Calamaro
Para: Javier Aguirre
Asunto: Re: Feliz, blanco y negro
Fecha: lunes, 23 de agosto, 2010.

“Me siento parte de Floresta puesto que allí grabamos interminables sesiones y discos desde hace treinta años (en Segurola y Magariños Cervantes, estudios Panda), donde los hermanos Gustavo y Guillermo Arizona Moreno, coreutas informales, eran socios de All Boys. Supongo que Gustavo sigue siendo socio, y Guillermo nos mira sonriente desde el cielo. La crema blanca y negra de Floresta, de Floresta a Nave Jungla…

…El triunfo sobre Boca, histórico; All Boys está identificado con la corriente contraria que soporta el salmón; el orgullo de los modestos…”

Gracias Salmón, por esta bendición. Gracias All Boys, por estas alegrías.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Inspectores, policías e hinchas de Boca Sársfield

La euforia que se vive en Floresta por este maravilloso presente en Primera convive, sin embargo, con la sensación de estar enfrentando a una corporación inquietante, en la que se toman de la mano y se besuquean los inspectores del Gobierno de la Ciudad (un saludo al ex presidente de Boca y actual jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri), la Policía Federal (un saludo al ex jefe político de la Policía y actual jefe de Gabinete y vicepresidente de Quilmes, Aníbal Fernández) y la tiroteadora y rompe-canchas barra brava de Vélez (un saludo a los que decían que Vélez es un club modelo).

Es interesante reconstruir la trama que lleva a que, este domingo, los hinchas de All Boys nos quedemos sin la oportunidad de recibir a Boca en el Islas Malvinas, a pesar de que tenemos un estadio hermoso, moderno, cómodo, donde los socios del Albo pueden ver el partido sin alambrado que los separe de la cancha, con la civil y adulta responsabilidad de mantener el orden y la paz.

Hace como cinco años –me toco el izquierdo– que los hinchas de All Boys somos ejemplo de conducta en Floresta. Nos tocó ser los primeros campeones de la historia del fútbol argentino sin público visitante, y no hubo el menor episodio brusco. Nos tocó sufrir un robo arbitral, como locales, en el partido de ida de la Promoción con Rosario Central, y no hubo el menor atisbo de incidentes. Esta semana nos tocó presenciar cómo los hinchas de Vélez, sin motivo aparente, destruían una tribuna en nuestro estadio, y no hubo el menor intento de reacción violenta.

¿A quién culpamos por perder la localía?

¿Deberíamos enojarnos con los inspectores del Gobierno de la Ciudad? Son los mismos que están bajo la lupa por el derrumbe de un gimnasio, hicieron todo lo posible por clausurar sin motivo serio el Islas Malvinas en la previa del choque con Vélez, y el mismo día del partido, cuando los jugadores todavía se estaban duchando, ya volvían a arremeter con cintas de clausura. Son los mismos que están dirigidos por Macri, mandamás en las sombras de Boca.

¿Deberíamos enojarnos con la Policía Federal? Como bien consigna aquí el diario La Nación, los numerosos policías estaban con los brazos cruzados en la tribuna, mientras un puñado de hinchas de Vélez intentaba una demolición. Si a la Policía se le pagara por objetivo cumplido, los que estuvieron en la tribuna Miranda no deberían cobrar un peso.

¿Deberíamos enojarnos con los hinchas de Vélez? Tres días después de un tiroteo entre facciones velezanas, este grupito con presuntos vínculos económicos, laborales y políticos con el Gobierno de la Ciudad Xeneize; arremetió contra la tribuna, rompió un alambrado y privó al hincha del Albo del gustazo de ser local contra Boca.

No sé con quién habría que enojarse.

Es una lástima que, cuando un club está tan feliz, hace los deberes, da ejemplos de conducta e invierte en un estadio fantástico al que –como aquí el diario Olé– se lo compara con los de la Premier League inglesa, aparezcan las instituciones policiales, municipales y criminales para dejarnos sin la hermosa oportunidad social y deportiva que habría significado recibir a Boca en Floresta, apenas tres años después de haber recibido a Tristán Suárez. Ojalá ni All Boys ni Boca se vayan al descenso este año, así la temporada que viene podemos darnos el gusto.

Me conformo con una chicana. Los barrabravas de Vélez juegan para Boca y hay que comprenderlos: los hinchas de equipos chicos suelen simpatizar también por un club grande, y así como algunos hinchas del Albo compartirán su corazón con River o San Lorenzo; queda claro que esos hinchas de Vélez juegan para Boca. O para algún ex presidente de Boca que les paga, quizás, con dinero de los contribuyentes porteños.

Traigan alegrías, los complots sobran.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Solchaga se dice אגאשלוס?

All Boys y la pasión por la causa indefendible siempre han ido, en mí, de la mano. Y ese sentimiento ha encarnado en la idea dual de yin y yang, de todo y nada, del Blanco y Negro de la camiseta, qué tanto.

Casi acostumbrado a cierta mala dicha, los reveses dentro y fuera de la cancha forman parte de mi forma de ser hincha del Albo. Y la búsqueda fallida de camisetas extranjeras vinculadas a All Boys sintoniza ese espíritu: me pasó en el ‘97 cuando iba por el souvenir peruano del Pirata Czornomaz. Y aposté a que no me pasara en agosto de 2003, cuando moví piezas en pos de conseguir un souvenir israelí de Pablo Solchaga.

Por aquellos días, el Pato acababa de pasar al Hapoel Tel Aviv, de la liga de Israel, donde permaneció durante la temporada 2003/04. En ese lapso, la casualidad me contactó con Ani, una chica argentina que vivía en Tel Aviv, y que estaba de paso por Buenos Aires. Le expliqué la importancia de la misión que iba a encomendarle: “Comprame una camiseta del Hapoel”, le dije, “es roja con vivos blancos, y es imprescindible que tenga impreso en la espalda el apellido “Solchaga”.

Era un botín muy apetecible para un hincha Albo que ya extrañaba los goles del Rey Sol, aunque apenas se había ido de Floresta hacía un par de meses. Llegué a preguntarme si los equipos israelíes escribían en las camisetas el apellido de los jugadores en español o en hebreo. ¿Cómo se escribirá “Solchaga” con letras del alfabeto hebreo? Por lo que chusmeé en abecedarios hebreos punto com, debe ser algo como אגאשלוס. Pero yo no confiaría en mi propia fuente: si algún lector del Álbum Blanco habla hebreo, agradeceremos su colaboración.

El Pato Solchaga apenas jugó un puñado de partidos con la camiseta del Hapoel; hizo un gol importante por la Copa UEFA, como visitante, ante el siempre peligroso –andá a averiguarlo– Banants, de Armenia (¿cuántos íconos del Albo jugaron una competencia oficial europea y marcaron un gol en suelo armenio? Uno, por lo menos). La historia israelí de Solchaga terminaría mal, con una rotura de ligamentos que lo devolvería meses después al Albo.

Tampoco terminó bien mi gestión por la camiseta. Esta vez, los motivos fueron económicos. “La camiseta israelí del Pato cuesta 90 dólares”, me informó Ani, con un tono que evidenciaba que le parecía carísima. Y coincidí: con 90 dólares yo vivía tres semanas en la Argentina de 2003, todavía bajo el extenso interinato de Eduardo Duhalde, todavía con las esquirlas humeantes de dos mandatos de Carlos Menem y medio mandato de Fernando de la Rúa. Mis finanzas estaban tan bien como las del Estado, y me tuve que bajar de la misión que prometía la carmesí casaca número 19 del equipo telaviví.

“Otra vez será”, dije, con la certeza de que, de nuevo, me estaba mintiendo a mí mismo.

jueves, 5 de agosto de 2010

Ganables, perdibles: la teoría de la relatividad

En la previa de cualquier campeonato sin eliminación directa se puede dividir el fixture entre rivales “ganables” y “perdibles”; es decir, evaluar en qué instancias no sería tan grave, llegado el caso, recibir una trompada.

El criterio para clasificar ante quiénes “hay que ganar” y ante quiénes “se puede perder” se basa en una suma de variables (la economía, los puntos en la tabla de promedios, el plantel, el calendario, el clima, la geografía) que ayuda a medir la presunta envergadura de cada rival. Una ecuación tan subjetiva y poco clara como, por ejemplo, la del riesgo país.

Ese criterio es, naturalmente, cambiante. No se usa la misma vara para medir un partido “perdible” en Primera A, que en el Nacional B, o que la Primera B Metropolitana (un saludo a Chicago y a Atlanta, que nos están mirando).

Por eso es que en los próximos doce meses, rivales como Quilmes u Olimpo, que en el Nacional B eran equipos fuertes y, que por tanto, las visitas a sus estadios podían –circunstancialmente– entrar en la categoría de “perdibles”; ahora están entre los rivales más accesibles de la división.

O sea, en Primera no podés perder con Quilmes ni con Olimpo, así como tampoco con los otros clubes “débiles” del torneo: Gimnasia, Arsenal, Godoy Cruz, Tigre, Huracán (un saludo al amigo quemero Martín Correa…).

Los partidos “perdibles” para el Albo –aquellos a priori más duros, y en los que menos dolería caer– serán los que impliquen visitar a los clubes grandes. Y ahí llega el problema: si el objetivo –asumido– de All Boys será mantener la categoría, en esa misión tendrá a dos equipos grandes como rivales directos.

Podría decirse, entonces, que si el Blanco hace más puntos que River y que Racing, se asegurará la permanencia, o al menos, evitará el descenso directo. Así planteado parece difícil, casi tanto como hacer 3 en Arroyito y mandar a la B a Rosario Central.

lunes, 2 de agosto de 2010

¡Feliz Día del Hijo de Puta!

Llegó el 2 de agosto, y desde la Revista Barcelona se promueven los festejos del “Día del Hijo de Puta”, debido a que se recuerda el nacimiento del ex dictador Jorge Rafael Videla.

Desde su corazoncito blanquinegro, y sin pretender mezclar los tantos, el Álbum Blanco adhiere a la celebración y saluda (de onda) en este día a Alejandro Sliwa, Diego Abal, Javier Ruiz, Luis Bongianino, Rafael Furchi, Daniel Giménez y –¿por qué no?– al malogrado Fabián Madorrán. ¿Algún hincha Albo quiere saludar a alguien más?