domingo, 1 de noviembre de 2009

Nico único

Lejos de la sorna maradoniana de preguntar “¿cómo puede hablar de fútbol un arquero?”, sospecho que la psique de quien va al arco debe ser bastante especial: se viste con un buzo único en el equipo, es el único que tiene un campo de acción limitado, tiene un derecho único –tocar la pelota con la mano– y es el abonado a los bloopers por la sencilla razón que es el único que está siempre ahí en el momento en que los rivales festejan.

Su heroísmo rara vez suma goles, sólo impide que el oponente los sume, y por eso el rol del arquero es, en un 99 por ciento (un saludo para los arqueros goleadores), de naturaleza destructiva. No te hace ganar, te hace no perder. El guardameta es un guardavidas.

Y ahí llego a Nicolás Cambiasso, a quien nadie discute en Floresta, no sólo por haber sido el arquero del equipo campeón de hace dos temporadas en la B Metropolitana, sino también por su nivel constante. Mi hipótesis es que Cambiasso es el mejor arquero de la historia de All Boys, o al menos, de los últimos 30 años, de los que he visto.

Quizás en los primeros ’70, en los ’60, en los ’50, en los ’40, en los ’30, en los ’20 o antes aún haya habido en Floresta un arquero mejor que Nico. No me consta, no lo vi, no está en Youtube, no quiero comprar una tradición oral que no se base en mi experiencia.

Tengo buenos recuerdos de Alejandro Molina, aunque no lo creo superior a Nico. Tampoco el arquero campeón del ‘92/’93, Rubén Pucho Urquiza, era más que Cambiasso; recuerdo dudas voltaireanas en las pelotas aéreas. En años más recientes, ya ni hay discusión. Maximiliano Kadijevic anduvo bien, pero apenas unos meses. Y guardo cariño hacia Pablo De Nicola, no sólo porque salió de las inferiores del club, sino porque defendió en mil batallas el arco del Blanco y hasta marcó goles. Pero ninguno de ellos me genera la seguridad de Nico.

Ex jugador del Real Madrid B –cuando su incipiente carrera parecía ir de la mano de la de su hermano famoso, Esteban, el Cuchu–, tuvo su momento más importante en Olimpo, donde jugó en Primera. También atajó en El Porvenir y en Defensores de Belgrano, hasta que arribó a Floresta en 2007, asegurando ser hincha del Albo y tirando recuerdos de tribuna, en particular, de aquel partido en que el equipo de Mario Rizzi se consagraba campeón de la B Metro en 1993. Tribunero o no, me cayó simpático. Pero lo importante vino después.

Cambiasso ha salvado partidos y partidos. Sigue salvándolos. Parece agrandarse en el Interior, y ensanchar ese torso –ya ancho– en los arcos más federales. Ese buzo amarillo ya es marca registrada. Si All Boys llegara en los próximos años a Primera, sería mi primera opción para ocupar el arco del Albo.

Es cierto, Nico ha cometido algunos errores costosos también –sin ir más lejos, contra Quilmes y Chacarita, el año pasado–, pero el riesgo de idolatrar a figuras del presente es que su margen de error es grande. Porque todavía tienen la posibilidad de meter la gamba, a diferencia de que quienes pertenecen al pasado y ya tienen fosilizada su historia: para bien o para mal, lo hecho, hecho está.

Lo hecho en All Boys, para Cambiasso, es un título y mil salvadas. Hasta ahora. Ya vendrán más.