viernes, 16 de agosto de 2013

De Floresta al mundo, del mundo a Floresta

La última incorporación de All Boys en este receso, la del –para mí, ignoto– mediocampista chileno Gonzalo Espinoza, me dejó pensando en qué otros jugadores transandinos recordaba con la camiseta del Albo. Como la tarea fue infructuosa, y el dogma autoimpuesto exigía no googlear, amplié la cavilación y me propuse tantear cuántos extranjeros, según mi memoria, habían vestido los colores del club-insignia de Floresta.

Mi memoria alcanza, claro, no mucho más que 30 años atrás. Pero me alcanzó para dar con un puñado de uruguayos y paraguayos, unos cuantos brasileños y colombianos, y algunas excentricidades llegadas desde México, los Estados Unidos, Italia y ¡Grecia!

Este fue el resultado, lo armo como equipo.

El helénico Maximiliano Kadijevic, de los mejores usuarios de buzo que vi en la era pre-Nico Cambiasso, fue el único arquero que encontré.

Postulo defensa con el mártir paraguayo Hernán Florentín, el áspero brasileño Fernando Barros, el uruguayo xeneize Richard Tavares –que  mucho esperamos y nunca volvió– y el oblongo guaraní que fuera campeón continental con Cienciano de Cuzco, Carlos Lugo.

En el mediocampo, vamos con el neoyorquino Renato Corsi, el campeón e ídolo llegado del Paraguay, Elvio Castellano Villalba; el montevideano monumental Juan Pablo Rodríguez y el hábil niño colombiano Santiago Montoya Muñoz.

Dos puntas, de lo poco que había para elegir en esa línea (y además jugaron juntos): por afuera, el veloz oriental Edison Tavares, y por adentro, la bestia negra para la gente de Mataderos, el brasileñísimo ariete Ronaldo.

Dejamos calentar en el banco de suplentes al fallido goleador paraguayo Eugenio Peralta Cabrera, al livianiiiito delantero uruguayo Martín Coyto, al olvidable volante oriental Johnny Aquino, al desesperante zaguero cafetero Julián Mosquera, al paracaidista defensivo mexicano Moisés Gonzáles (ay, los ’90, el uno a uno…) y al volante napolitano hijo de Ramón, Emiliano Díaz. Y dejamos descansar en paz al colombiano Albeiro Palomo Usuriaga, que tan poco hizo en Floresta.

Desde ya: los hinchas del Albo que se crean inmortales o con suficiente tiempo como para desperdiciarlo en estas cosas, bien pueden salvar, con sus aportes, mis más que probables olvidos. 

viernes, 2 de agosto de 2013

¿Poné a los pibes? Ponélos vos…

Al hincha siempre lo moviliza el pedido por los pibes, es decir, por la inclusión en el equipo de Primera de futbolistas juveniles, productos briosos y ricos en acné de las divisiones inferiores.

Es que los pibes son todo promesa: renovación de espíritu, sangre joven, energías ilimitadas, presuntas virtudes desconocidas, identificación con el club, desparpajo de amateur, ausencia de mañas propias de los ajados y curtidos jugadores superprofesionales. ¿Quién no sueña con que el 10 de la sexta división de su club no sea el próximo Maradona, el próximo Messi? Si le pasó a Argentinos Juniors o a Newell’s, ¿por qué no nos va a pasar a nosotros?

La promoción de jóvenes futbolistas del semillero (evítese el españolismo forzado, tilingo de “canterano”) supone, también, eventuales y nobles aspiraciones económicas: en cada chico que se afianza en Primera subyace la latente zanahoria en metálico de una futura venta millonaria al extranjero, de cuantiosos ingresos que podrían hacer crecer al club y proveerle un futuro de grandeza y opulencia.

Sin embargo, nadie busca lo peor para el equipo que está saliendo en minutos a la cancha. Ningún hincha pensará en entregar el muy real y chivo partido de hoy, en pos de apostar por el futuro, siempre escurridizo e intangible. Lo de “Poné a los pibes” no se lee como una fábula de desprecio por los viejos, sino que supone que los pibes que aún no jugaron son, o podrían ser, mejores que los veteranos, aburguesados, carros viejos que ya están jugando.

La experiencia cercana en el Albo no fundamenta esa idea, casi cercana al “Diario de la guerra del cerdo”. Nuestros años dorados, los transcurridos desde el 2008 hasta hoy, fueron protagonizados casi en forma excluyente por jugadores veteranos. Con honrosas excepciones de héroes jóvenes (Ferrari, Gigliotti, Pérez García), los grandes jugadores de esta era han sido mayores de 29: Cambiasso, Sánchez, Campodónico, Fayart, Zárate, Matos, Barrientos… Jugadores de cutis arrugado, largas biografías y escaso o nulo valor de reventa.

Acaso Pepe Romero no haya sido un gran cultor de la promoción de juveniles. O acaso en All Boys no hayan abundado los pibes lo suficientemente buenos como para ganar titularidad.


Se vislumbra una regla: a iguales habilidades, priorizar al juvenil. A iguales aptitudes, a igual estado físico, priorizar al juvenil. Pero si el treintañero promete mejor rendimiento que el chico, ¿no debería jugar el veterano? ¿Dar ventajas esta tarde en pos de apostar a un futuro próspero? ¿Preferimos perder hoy para ganar mañana?