lunes, 3 de diciembre de 2012

Crack de estetoscopio

El recuerdo está lleno de borrones, como casi todos los recuerdos. All Boys rasca un empate 0-0 con Temperley, allá en el GBA austral, una tarde de sábado infinita, de esas que templaron a los hinchas del Albo durante décadas en la B Metropolitana.

Yo era apenas adolescente, estaba en la tribuna con mi viejo y con mis hermanos (que si yo era apenas adolescente, evidentemente eran apenas dos niñitos). Habíamos ido en auto desde Floresta hasta Temperley. Y pasó algo horrible: mi papá se sintió mal. Le dolió el pecho. Se sentó, pidió ayuda. Escribo y me emociono, lagrimeo.

Caos, miedo. La tribuna del Albo se movilizó, y el pedido de ayuda –no sé cómo– llegó hasta Daniel Tomasone, entonces médico del plantel de All Boys. En medio del partido, mientras la pelota iba y venía, el doctor Tomasone hizo el camino contrario del barrabrava: se trepó al alambrado para pasarse de la cancha a la tribuna. Era un alambrado alto, era un camino peligroso. Lo veo: trepa, trepa, llega hasta arriba, empieza a bajar, baja, llega, lo revisa a mi viejo, ahí nomás, al lado del paraavalancha, y lo manda al hospital ya mismo. Tengo la piel de gallina como la habré tenido esa vez.

Fuimos a un hospital, no recuerdo a cuál. Amílcar Battaglia, un hincha de All Boys que conocía desde chico a mi papá y que justo estaba cerca, en la tribuna, se subió al auto de mi viejo y nos llevó de regreso a casa a mis hermanos y a mí. Salió todo bien. 

Nunca más fuimos a la cancha de Temperley. Nunca más me olvidaré del doctor Tomasone trepando el alambrado para asistir a mi viejo. 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Los mismos de siempre


“Los jugadores son aves de paso, van y vienen, no sienten la camiseta…” nos aburrimos de escuchar. Los equipos que cambian demasiado de jugadores generan en los hinchas una “crisis de representatividad” que se apoya en planteles llenos de recién llegados, futbolistas poco involucrados con el club.

No ha sido así en el último lustro en el Albo. Acaso en desmedro de los juveniles, cada libro de pases incluyó “regresos” de ex jugadores de All Boys. Así, buena parte del equipo se compone de jugadores que se iniciaron en All Boys, que jugaron alguna vez en All Boys o que ya llevan años en la Primera de All Boys. Entre ellos, varios que obtuvieron ascensos y/o fueron campeones con All Boys.

Nadie calificaría de “paracaidistas recién llegados al club” a Cambiasso, Sánchez, Ferrari, Grana, Matos, Steffanato, Vildozo, Coronel, Perea, Soto, Rodríguez ni a los infantes Montoya Muñoz, Martínez, Careaga, Soñer…

Pareciera ser una política a la hora de las incorporaciones: si ya jugaste acá, tenés prioridad. Según esa idea, ¿qué futbolistas hay hoy en el mercado, jugando más o menos en nivel aceptable y que cumplan el requisito indispensable de haber pasado por el Albo alguna vez, ya fuera como profesional o como juvenil?

Hay tentadores, confiables, ex próceres, olvidados, resistidos, veteranos, tapados y hasta estrellas mundiales. Cada lector del Álbum Blanco optará en qué categoría incluir a Gigliotti, Pérez García, Martín Zapata, Edu Domínguez, Vella, Torassa, Campodónico, Madeo, Rudler, Barrientos, Martín Romagnoli, Grazzini, Ereros, Giordano, Umbides, Andrizzi, Diz, Fabbiani, Casteglione, Luna, Coudannes, Tévez, Boselli… ¿Algún otro ex All Boys disponible?

Nada como el ejercicio futbolerísimo de googlear sin conexión a Internet. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Presentación de "Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol"

Compañeros de tribuna, el miércoles 7 de noviembre presentaré mi primera novela, el policial gástrico de fuerte contenido albo "Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol".

La presentación será en Galerna San Telmo, Perú 1064, CABA, desde las 19.30. Entre quienes asistan se sorteará un kit de detective, indispensable para el detective actual,  con todo lo que el detective ágil, moderno, de hoy necesita. Están todos invitados.

martes, 9 de octubre de 2012

Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol: te espero en el Vamos Floresta


Matos, Sánchez, Madeo, Vieytes, Fayart, Campodónico, Barrientos, Yannino, Novarese son algunos de los personajes de mi primera novela, el policial gástrico “Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol”.

Los hinchas del Albo sabrán leer entre líneas. En lugar de elegir cualquier apellido para los personajes, por qué no homenajear a nuestros héroes.

El bar “Vamos Floresta” es uno de los escenarios en los que transcurre la acción.

“Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol” es un policial protagonizado por un detective que nació en la Revista Barcelona. Fue editado por Galerna Libros, ya está en librerías y cuenta con ilustraciones de Daniela Acerbi y prólogo de Juan Sasturain.

Compañeros de tribuna, están invitados a leerla.

lunes, 20 de agosto de 2012

Los choreos circulares

Eso que pasa en las visitas de All Boys a la Bombonera es vislumbrado por Jorge Luis Borges en “La trama”, incluida en El Hacedor: “…Al destino le gustan las repeticiones, las variantes, las simetrías…” Y, para ilustrar, equipara el asesinato de Julio César al de un gaucho desconocido: “Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.”

Tiene razón, otra vez, el gran chicato argentino. Los resultados esperables, los arbitrajes predecibles, son más frecuentes, mucho más frecuentes, que los resultados sorprendentes, los arbitrajes impensados. Todos en Floresta sabemos que nos van a cagar cuando el Albo visite a Boca, y precisamente, es lo que pasa.


Y volvió a ocurrir, así de obstinado es el destino con sus rutinas. Gol de Boca con offside y foul a nuestro arquero, gol mal anulado al albo, permisividad violenta con los violentos zagueros xeneizes (Rolando Schiavi, oh Jorge Luis, debería al menos caer como Al Capone; viendo tarjeta roja sino por sus crímenes deportivos, aunque sea, por un temita fiscal).


Choreo, y a llorar a Paso a Paso.


Esta vez, el esclavo del destino, el peón de esa reiterativa confabulación astral que supone que a los débiles no sólo hay que vencerlos, sino también estafarlos, fue el juez Mauro Vigliano. Un apellido, otra vez, circular: la próxima, el villano de turno se llamará Mauro Maléfico, Mauro Criminale o Mauro Iccodeputta.

martes, 24 de julio de 2012

Genes, memes, futbolemes


Alguna vez, acaso después de una final perdida, o de una de aquellas frecuentes frustraciones de antaño; mi viejo, viéndonos a mis hermanos y a mí, niños entonces, amargados por la ocasional derrota del Albo; admitió algo parecido a la culpa por habernos trasladado el sentimiento de amor por una camiseta sufrida.


Pasa que esto no es un tema de conveniencia. Así como la información biológica se traslada de generación en generación (dicen) vía genes, y así como la información cultural se traslada (dicen) vía memes, el Álbum Blanco postula que la información futbolística se traslada (decimos) vía futbolemes.


Aquí no se puede trampear. Los futbolemes viajan a través de los ovarios o –fundamentalmente– de los espermatozoides. Y constituyen una herencia familiar, única, inmodificable.


Me toca estar del otro lado del mostrador ahora. Y son tiempos más gratos, estos, para ser hincha de All Boys, para nacer hincha de All Boys. Festejamos el centenario en Primera, vacunando grandes, soñando en grande, viendo la Historia grande del club desde la tribuna.


Me toca extender con amor esta identidad, legar con amor esta pertenencia, enseñar con amor este amor. Me toca agrandar la familia blanquinegra, la estirpe, la especie. Me toca pasar los futbolemes: acaso, mis genes más extraños.

jueves, 21 de junio de 2012

El gran fisonomista

El 100 por ciento de las personas más o menos futboleras conoce la cara de Diego Maradona. No son datos chequeados, pero podemos estimar que el 95 por ciento de los futboleros reconocería sin problemas a Lionel Messi. El 80 por ciento, probablemente, conoce los rostros de Martín Palermo y el Burrito Ortega. El 55 por ciento identifica a la Brujita Verón. Sólo el 20 por ciento ubica al Bichi Fuertes.

Pero… ¿cuántos seguidores del fútbol reconocen la cara de los defensores de All Boys Maximiliano Coronel o Jonathan Ferrari?

En ese sentido, no hay que pedirle milagros al árbitro Saúl Laverni. El tipo se confundió a Ferrari con Coronel, amonestó al primero creyendo que era el segundo, y esa equivocación inocente terminó en tarjeta roja en el partido ante Argentinos Juniors. Fue el primero de los cinco jugadores de All Boys que terminaron suspendidos, Laverni mediante, el domingo pasado.

Es cierto que los futbolistas tienen un número en la camiseta, que podría ahorrarles errores a los árbitros que, como Laverni, no son buenos fisonomistas. Pero tampoco se le puede exigir a un pobre referí que, en una fracción de segundo, distinga a Ferrari de Coronel, o diferencie un número de otro, o sepa a quién pertenece determinada pierna. Bastante le debe costar recordar al pequeño, falible, humano Laverni otros datos más importantes, como la fecha de cobro de sus haberes.

Son cosas que pasan. No hay que desconfiar, ni ser mal pensados: una cosa es ser ciego, o mal fisonomista, y otra muy distinta es ser deshonesto. Seguramente cuando Rolando Schiavi comete una infracción, Laverni jamás lo confunde con Román Riquelme. Son cosas que pasan cuando estás en Primera.

viernes, 1 de junio de 2012

El Hugo de la Gente y la mística química

(“Microscopios que amplifican las lágrimas…”)  
George Harrison, “When we was fab”.

Si no hubo nada raro, y si no hay razones para creer en complots antibarrientistas en el seno de la siempre indiscutida AFA, lo más saliente del doping positivo del querido y feroz Hugo Barrientos es el debate sobre “drogas sociales” y “drogas para potenciar el rendimiento deportivo”.

Pareciera haber consenso en cuanto a que toda sustancia que engorde músculos, disimule fatigas o favorezca respiraciones debe estar penada en pos de una competencia justa. En cambio, se supone, las “drogas sociales” sólo perjudican el rendimiento deportivo de quien las toma. No estoy tan seguro.

Jugar al fútbol borracho, por ejemplo, ¿sólo te quita posibilidades, o también algo te da? ¿Así como algo se pierde en términos de reflejos, potencia o resistencia, no puede también algo ganarse en cuanto a desinhibición, atrevimiento lúdico o arrojo?

Las llamadas “drogas sociales” vulneran el espíritu de competir en igualdad de condiciones. Si hablamos de juego limpio, tanto alterar los músculos, como alterar la cabeza, puede entenderse como meter mula. No es de careta, sino de atleta: abrir las puertas de la percepción también puede ser un jugador número 12.

Con la probable suspensión, All Boys va a extrañarlo, tanto hinchas como mediocampistas: siempre que el Hugo de la Gente faltó, la línea central del equipo lo añoró. Barrientos se hizo querer en Floresta por su garra suicida y hasta por su voluntad organizadora, a veces porfiada y temeraria, como cuando intenta cambios de frente tan ambiciosos que llevan a inferir que tiene “la autoestima de Johan Cruyff”, como bien ha marcado mi viejo en la tribuna. También el Álbum Blanco supo mostrar los dientes por Hugo cuando hizo falta.

Si esta generación de jugadores albos (Cambiasso, Sánchez, Matos, Barrientos) son como los Beatles de Floresta, el Incidente Hugo puede asociarse con el día en que Paul cayó en Japón.

Algo más, sobre el diario deportivo cuyo nombre nunca diremos, que le dio la tapa a Barrientos y con letras catástrofe tituló “Golpe duro”, sobre la cara del Hugo de la Gente. ¿Qué jugador de Banfield habría sido tapa de diarios por un dóping positivo? ¿Qué jugador de Argentinos, de Unión, de Arsenal, de Tigre, de Lanús, de San Martín de San Juan, de Belgrano, de Rafaela, de Olimpo, de Newell’s, de Colón, del actual Independiente o del actual Racing pudo haber recibido el mismo trato “periodístico”? Hoy, quizá, únicamente alguno de Boca, River, San Lorenzo, o alguna celebridad puntual de Estudiantes o Vélez podrían haber gozado del mismo privilegio. ¿Le dieron la tapa a All Boys, a Barrientos, por un dóping?

Tienen razón los jugadores de Boca o River, que toda vez que hay un escándalo sostienen: “En los clubes grandes, todo se magnifica”.

jueves, 26 de abril de 2012

Un millón de dólares por Lovera

Primer recuerdo caprichoso: mediodía, en AM Libertad, hacia 1995, y Fernando Niembro le pregunta al entonces presidente de All Boys, Pablo Brey: “¿Carlos Lovera vale un millón de dólares?”

La aparición de Carlitos el Lobo Lovera en la primera del Albo, por entonces en el Nacional B, generó grandes expectativas; evidentemente, desmedidas.

Proveniente de divisiones inferiores, era un delantero rápido, hábil, que hacía goles, y al que hoy se definiría como “vertical”, a pesar de que demasiado a menudo andaba por el piso. Acaso, para los lectores sub-20, su juego ameritaría alguna comparación con Agustín Torassa, aunque Lovera tenía más gol, menos gambeta, menos lucha.

No puede decirse que las inferiores del Albo, en los últimos 30 años, hayan sido un semillero para la elite mundial. Con las excepciones de Néstor Fabbri y del extirpado Carlos Tévez, no han surgido en el club jugadores mundialistas. Sí han salido, claro buenos jugadores; pero evidentemente, no estrellas mundiales.

Y Lovera ilusionaba. El Blanco venía de lograr el enorme campeonato de la B Metropolitana ‘92/’93, y mientras buscaba afirmarse en el Nacional B, resultaba sana y promisoria la aparición, por fin, de un juvenil sin techo.

Pero el techo apareció. Jugó cinco o seis temporadas en All Boys, cada vez con menos fortuna, y después llegó un derrotero larguísimo, de laburante del gol, por distintos estratos del Ascenso, en Tigre, Platense, Almirante Brown, Morón, Brown de Arrecifes y Juventud Antoniana.

Segundo recuerdo caprichoso: All Boys concentraba en un hotel en Ayacucho y Santa Fe, y un viernes, a eso de las siete de la tarde, víspera de vaya a saber qué partido por el Nacional, encuentro a Carlitos Lovera, de notable buen ánimo, cantando el tango “Volver” en la entrada del hotel. “Las nieves del tiempo platearon mi sien”, entonaba.

Lovera sigue jugando todavía hoy: a los 39 años, le pone el pecho profesionalmente a la competencia federal en Gimnasia de Concepción del Uruguay. Infiero que el fútbol entrerriano no pagó, por Carlitos, ningún millón de retratos verdes de Washington.

viernes, 13 de abril de 2012

El Álbum Blanco investiga: ¿Kicillof y Stolbizer son del Albo?

La doble pista prometía. Dos apellidos como Stolbizer y Kicillof –digamos, no de los más comunes, como Sánchez, como Pérez García, como... Aguirre– sugerían una posible conexión entre la historia de All Boys y dos dirigentes políticos nacionales.

La pista-Kicillof se derrumbó rápido. La pregunta que desvelaba a todos en el cuartel general del Álbum Blanco era si había parentesco entre don Bernardo Kicillof, presidente de All Boys en los ’80, y Axel Kicillof, actual viceministro de Economía de la Nación.

Y no. Los sabuesos del Álbum Blanco accedieron a altas fuentes del Palacio de Hacienda, sólo para lograr que Axel admitiera no tener ni idea sobre quién fue don Bernardo. Caso cerrado.

Con la pista-Stolbizer, la lejanía en el tiempo clavó puntos suspensivos. El misterio residía en saber si la diputada nacional Margarita Stolbizer tenía algún vínculo con don Daniel Stolbizer, uno de los próceres que en el verano de 1913 fundaran al Club Atlético All Boys –junto con Vicente Cincotta, Enrique Rusconi, Jerónimo Sifredi, Julio Pereda, Miguel Larrosa, Julio Rodríguez, Arturo Molina, Antonio Boeri, Juan Bonanni, Leopoldo Bonanni y Ernesto Bonanni–.

En este caso, la propia diputada bonaerense respondió al Álbum Blanco: “No conozco a Daniel Stolbizer. Pero como mi abuelo tenía más de 20 hermanos, siempre aparecen nuevos parientes con los que no hemos tenido relación. Ellos vivían en la zona de Floresta, pero no tengo más información. Saludos. Margarita”. No hay confirmaciones, pero sí un barrio en común. ¿Caso abierto?

Y no. No todos los bisturís periodísticos tienen el mismo filo.

lunes, 9 de abril de 2012

Atlanta-River y el dilema ético

“Percibo la duda en ti, Luke…” (Darth Vader)

Me van a putear y por tanto empiezo por abrir el paraguas: disfruté con sano morbo el 7-1 que River le puso a Atlanta el año pasado, del mismo modo que me solazaría si el Milan o el Barcelona le metieran 15 goles a Nueva Chicago (¿se acuerdan de Nueva Chicago…?).

Sin embargo, el 1-0 con el que Atlanta (¡no se aflijan, que estar en descenso directo para caer en la B Metro no es la muerte de nadie…!) venció a River en el Ascenso me llevó a reflexionar sobre las contradicciones que el hincha de fútbol sensible a veces tiene que enfrentar.

Ya nos hemos rascado la cabeza en el Álbum Blanco sobre ese tramposo agujero negro que puede resultar la bonhomía del hincha. Y quiero aclarar que yo no le deseo el mal a nadie… salvo a algunos, y en términos, por lo general, deportivos.

Pero debo admitir que, más de una vez, cuando los magros rivales históricos de All Boys –Chicago, Atlanta, y más allá en los enconos tribales, Chacarita o Tigre– enfrentan a bestias indudablemente todopoderosas como River o Boca, me he preguntado si no debía haber lugar, en algún rincón de mi cabeza, para cierta conciencia de clase. ¿Puede la ideología imponerse al corazón? ¿Puede la solidaridad trascender la pica barrial? ¿Puede la justicia poética superar al veneno futbolero?

Hablar de “ponerse del lado del débil” me hace sentir como Jorge Indemnizo-a-Trabajadores-con-Cheques-Sin-Fondos Lanata. Puaj. Sin embargo, vamos, eso es exactamente lo que hago cuando veo un Ecuador-Brasil, un Desamparados-River, o un Levante-Real Madrid.

¿Significa que algo en mí hinchó por Atlanta en su choque con River, por el Nacional B? De ningún modo. Significa que tomé una decisión adulta, masticada, consciente y soberana: Ojalá que a esos muertos les hagan otra vez siete goles y se pudran para siempre en la B Metropolitana.

lunes, 26 de marzo de 2012

Magia Blanca

El número que saqué –ochocientos y algo– justificó mi pesimismo previo: yo era el único de mis 22 compañeros de colegio que había entrado, por sorteo, en el Servicio Militar Obligatorio. Nadie se burló de mí en aquella división del Fernando Fader, de Flores, sino que mi yeta procastrense generó solidaridad y piedad, dos sentimientos no usuales en grupos de homo sapiens de 17 años.

En algún momento cambió mi suerte. La revisión médica dictaminó que mi organismo no cumplía las expectativas mínimas que exigían las Fuerzas Armadas, y allí estaba yo, a pleno sol menemista, en el Regimiento de Palermo, junto a otros 30 pibes estrábicos, chuecos, asmáticos o con pie plano, todos esperando recibir el DNI con el sello que te salvaba para siempre de la posibilidad de pasar un año entero como vasallo teen de un capitán de corbeta.

Los encargados de entregar el DNI a quienes habíamos zafado en la última curva de entrar en el Servicio Militar eran, precisamente, conscriptos. Pibes de 19 años que habían entrado a la Fuerza desde hacía algunos meses, y que por tanto tenían derecho castrense a complicarles la vida, o al menos, a hacernos perder un día entero a quienes sólo necesitábamos nuestro DNI para salir para siempre del Regimiento y volver a la vida civil. Así funciona la lógica de garcado vertical de instituciones como el Ejército: el general caga al coronel; el coronel caga al cabo; el cabo caga al soldado de 19 años… y el soldado de 19 años caga al civil de 18 años que acaba de ser rebotado por la revisión médica.

Y ahí estaba, entonces, waiting for the man. En realidad, esperando el DNI. Asomado durante horas en una ventanilla de la burocracia marcial, aburrido, insolado, con miedo de que se arrepintieran y me enrolaran. De pronto, reparo en un diminuto graffiti escrito con birome en una pared: “All Boys capo”. Lo leo en voz alta, como en un mantra: “All Boys capo”.

–¿Sos de All Boys? –me pregunta un soldado al que no había visto.
–Sí…
–Tomá tu DNI, pibe, aguante Floresta.

Allbocadabra. El Albo me ayudó. El soldado hincha de All Boys se llamaba Paz, y me hizo zafar de una espera y salir para siempre. Fue la última vez que pisé un establecimiento militar.

Lo crucé a Paz un par de veces en la cancha durante los ’90; en la tribuna alta, en la calle. Todavía estaba rapado, no sé si siguió la carrera militar, o si era una mera decisión estética.

Así es la familia de All Boys; pertenecer tiene sus privilegios.

lunes, 12 de marzo de 2012

Defensa del doble camiseta

La semana previa a la derrota del Albo ante Racing, una entrevista en la que el presidente de All Boys, Roberto Bugallo, reconocía que también simpatizaba con la Academia, generó cierto revuelo en Floresta y avivó un fantasma: el encono que generan los “doble camiseta”.

Esa figura define, claro, a aquellos que son hinchas de dos clubes a la vez. Es un fenómeno habitual, y con matices: a veces el doble camiseta quiere a ambos clubes por igual (“como a Mamá y a Papá”), otras veces el argumento es clasista (“un equipo es de Primera, y el otro, del Ascenso”), y en algunos casos, el fundamento para ese segundo cuadro es afectivo (“le tomé cariño porque mi hijo/ viejo/ novio/ odontólogo es hincha…”).

Me ha tocado conocer a seguidores de All Boys que también son de River, Boca, San Lorenzo, Racing, Vélez o Ferro; así como también –hago memoria– me consta la existencia de hinchas de Independiente que también son de Lanús o Excursionistas, de Huracán que también son de Atlanta, de River que también son de Chicago, de Ferro que también son de Gimnasia de Jujuy… (si no doy nombres es para no incurrir en una forma boludísima de macartismo futbolero, claro). Todas las combinaciones son posibles, arriesgaría.

El Álbum Blanco rechaza la condena al doble camiseta. El debate sobre en cuántas partes se puede repartir un corazón no es cardiológico ni matemático, sino poético. Corazón es múltiplo de lo que uno siente.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Ojo con los Soto

Y de golpe, en el prime-time televisivo, en canal de aire, noche de sábado, aparece... ¡Carlos Soto! Sí, el Mudo, el gladiador formoseño, el perito en uso indebidísimo de la fuerza, el feroz cacique del Gran Chaco, el usualmente descontrolado lateral izquierdo al que me encontré defendiendo, alguna vez, de las delaciones de otros colegas.

Fue en el contexto del siempre cómico clip de “Los parecidos”, del programa de televisión TVR, en el que atribuían al 3 de All Boys similitudes en el rostro con un 3 más famoso, Juan Pablo Sorin.

Soto hizo casi toda carrera en un triángulo de unas pocas cuadras: Vélez, All Boys, Chicago (¡uff!), otra vez Vélez y otra vez All Boys, donde llegó para el Nacional B y logró el histórico ascenso a Primera en 2010. Y ha defendido los colores del Albo con tantas ganas que le perdonamos su paso por Mataderos, club al que demandó y todo. Nada que decirle…

Pero vuelvo a su participación en TVR. ¿No cuesta creer que un lateral izquierdo de All Boys hoy sea algo parecido a una celebridad, a un personaje popular, al que basta con mostrar su foto y decir “Soto”?

Qué distinta gloria y qué distinta suerte ha tenido el gran Carlos Soto que Agli, Tolosa, Caimi, Casanova, Befumo, Montiquín, De Muner y tantos otros marcadores de punta que defendieron los colores del Albo en tiempos más oscuros, de esos que no dan muchas ganas de recordar.

viernes, 17 de febrero de 2012

El juego de la tarasca

“En la cancha somos once contra once, cada uno con dos manitos y dos piecitos”, escuché (por radio) decir una vez a Carlos El Loco Enrique, aquel lateral izquierdo de buen paso por Independiente, River y la Selección, y de olvidable paso –ya muy veterano, hay que decirlo– por el también olvidable All Boys ‘99.

Sin embargo, esos once contra once no son tan “iguales” a la hora de medir los presupuestos que cada equipo tiene detrás: es obvio que los once del Barcelona de Pep Guardiola no salen a la cancha a jugar “mano a mano” con los once del Barracas Central del gran Carlos Madeo.

No tengo números a mano, pero sí prejuicios y sospechas: si el fútbol no se dirimiera por goles, sino por presupuestos, intuyo que, en el campeonato de Primera, All Boys estaría en zona de descenso directo y con un yunque atado en el escroto.

En vacaciones vi y disfruté mucho la película Moneyball (grossamente traducida en la Argentina como “El juego de la fortuna”, basada en un libro de Michael Lewis). Allí Brad Pitt es manager de un “equipo chico” en la máxima categoría del béisbol norteamericano –iba a escribir “las grandes ligas”, pero me sonó un poquito cipayo– y tiene que armar un plantel con poca plata. Mientras tanto, los “equipos grandes” vienen con una montaña de oro y le llevan sus mejores jugadores.

El desafío que propone es tacticista, economicista, pillo, y en especial, futbolero, a pesar de los bates y los catchers: cómo armar un plantel barato y ganador a partir de datos concretos, y enfoques analíticos no convencionales sobre los jugadores.

De todo corazón, más allá de errores o aciertos, y sin las típicas miserias de andar viendo quién recomendó traer a tal crack o a tal burro; me confortaría saber que todos los Bugallos, los Zárates, los Barteltes, los Capurros, los Azofras, los Trovattos, los Parodis y demás armadores de planteles del Albo de ayer, de hoy y de mañana hayan visto esa película.

lunes, 2 de enero de 2012

Órgano felino

El receso futbolero de verano, históricamente, siempre tuvo mucho de desierto del Sahara: es interminable, caliente, reseco, sofocante y, cuando uno logra superarlo, se encuentra desorientado, perdido.


Para el hincha de All Boys, los años malos –¡cuántos hubo!– tenían el agravante del desánimo: el libro de pases en el verano era puro desaliento, ya que los buenos jugadores se habían ido, y habían llegado un par de flojos para pelear el puesto con los flojos que ya teníamos.


Este año, a pesar del sabor a viruta metálica que tiene la lucha desesperada por mantenernos en Primera, me he encontrado mucho más alerta que en otros estíos. No sólo he chusmeado vía Twitter los posibles refuerzos del Albo, sino que hasta he googleado a Martín Morel, el nuevo refuerzo del equipo.


Está claro que la curiosidad es un músculo que se ejercita especialmente en las buenas.