lunes, 9 de abril de 2012

Atlanta-River y el dilema ético

“Percibo la duda en ti, Luke…” (Darth Vader)

Me van a putear y por tanto empiezo por abrir el paraguas: disfruté con sano morbo el 7-1 que River le puso a Atlanta el año pasado, del mismo modo que me solazaría si el Milan o el Barcelona le metieran 15 goles a Nueva Chicago (¿se acuerdan de Nueva Chicago…?).

Sin embargo, el 1-0 con el que Atlanta (¡no se aflijan, que estar en descenso directo para caer en la B Metro no es la muerte de nadie…!) venció a River en el Ascenso me llevó a reflexionar sobre las contradicciones que el hincha de fútbol sensible a veces tiene que enfrentar.

Ya nos hemos rascado la cabeza en el Álbum Blanco sobre ese tramposo agujero negro que puede resultar la bonhomía del hincha. Y quiero aclarar que yo no le deseo el mal a nadie… salvo a algunos, y en términos, por lo general, deportivos.

Pero debo admitir que, más de una vez, cuando los magros rivales históricos de All Boys –Chicago, Atlanta, y más allá en los enconos tribales, Chacarita o Tigre– enfrentan a bestias indudablemente todopoderosas como River o Boca, me he preguntado si no debía haber lugar, en algún rincón de mi cabeza, para cierta conciencia de clase. ¿Puede la ideología imponerse al corazón? ¿Puede la solidaridad trascender la pica barrial? ¿Puede la justicia poética superar al veneno futbolero?

Hablar de “ponerse del lado del débil” me hace sentir como Jorge Indemnizo-a-Trabajadores-con-Cheques-Sin-Fondos Lanata. Puaj. Sin embargo, vamos, eso es exactamente lo que hago cuando veo un Ecuador-Brasil, un Desamparados-River, o un Levante-Real Madrid.

¿Significa que algo en mí hinchó por Atlanta en su choque con River, por el Nacional B? De ningún modo. Significa que tomé una decisión adulta, masticada, consciente y soberana: Ojalá que a esos muertos les hagan otra vez siete goles y se pudran para siempre en la B Metropolitana.

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