miércoles, 27 de abril de 2011

All (Boys) you need is pop

“Puede que consiga olvidar,/
puede que consiga recordar,/”
o tal vez sea mejor así, nomás”
(Andrés Calamaro)

No todos los clips de entretiempo del Fútbol para Todos muestran logros gubernamentales, algunos presentan himnos o canciones dedicadas a los veinte equipos de Primera División. Llegó el turno de que Canal 7 le cante al Albo, y la sorpresa fue alta: la versión 2011 del “Himno de All Boys” fue interpretada por un bailarín y ex coreógrafo de Susana Giménez llamado Marcelo Iripino.

La mofa de los hinchas de otros equipos fue inmediata, y acaso, entendible. Pasado el impacto inicial, bien vale postergar lo postergable, la cuestión del pintoresco intérprete que nos ha tocado en suerte como representante del Albo en el disco ¿de próxima aparición? FM AFA volumen 2010/11. Y bien vale destacar lo destacable: la canción en sí.

La versión original del “Himno de All Boys” puede escucharse todas las noches, a las 23, ya que es la cortina del programa de radio “La hora de All Boys”. Y más de una vez ha sonado por los altoparlantes del Islas Malvinas.

Fue compuesta en 1955 por dos artistas con trayectoria en el tango: el maestro Guillermo Meres fue autor de la música, cuya cadencia deja un regusto tanto al “Hino Nacional Brasileiro” como a la cortina de presentación de “Cha Cha Cha, el estigma del Dr. Vaporeso”. Y el cantor Carlos Acuña fue quien escribió la letra, que tiene la nac&pop particularidad de traducir “All Boys” como “todos pibes” –a diferencia de otras interpretaciones existentes menos argentinas, como “todos muchachos”, “todos chicos” o “todos niños”–, y que dice:

“Se levanta orgulloso, para gloria de Floresta,
un equipo de campeones, todo vibra y corazón.
Son los albos, los que luchan defendiendo sus colores.
Y su hinchada los proclama entonando este cantar:
‘Vamo’ All Boys, dale All Boys’; dicen todos con gran emoción.
‘Vamo' All Boys, dale All Boys’, lo repiten con todo fervor.
Si ganamos o perdemos mantengamos alta nuestra tradición.
Todos pibes, gritaremos: ‘¡Viva All Boys, viva All Boys, viva All Boys!’”

En cuanto a Iripino… me lo cruzaba todos los días en Telefé cuando él todavía era líder del Cuerpo de Susanos, y yo todavía escribía –junto al quemero Martín Correa, el candombero Diego Núñez y el elfo Alejandro Nemi– guiones para “El Imbatible”, y nunca supe que era de All Boys. Lo que de ningún modo implica caer en el macartismo tribunero de preguntarle a Iripino si alguna vez fue a la cancha de Morón, o si sabe de qué jugaba Lorenzo Sáez. En fin, algo tendrá el Albo, que cada tanto te trae un hermanos Marquesi, o un chayanne de río...

Hubiera preferido que lo grabara Freddie Mercury, Andy Chango, no sé... debe haber unos cuantos en la lista antes que Iripino. Pero es justo decir que está bueno que exista una nueva versión, con una calidad de sonido mucho mejor que la que era tecnológicamente posible en 1955. Y que esta versión, tan pop, del “Himno de All Boys” también tiene su encanto: el encanto del pop, claro.

lunes, 18 de abril de 2011

Chapómetro


La promocionada llegada a All Boys de Ariel Ortega propuso un debate indispensable en los bares, los maxikioscos y –por qué no decirlo– las licorerías y las vinerías de Floresta. ¿Es el Burrito el jugador más famoso de todos los tiempos en vestir la camiseta del Blanco?


Probablemente, con su carácter de gran ídolo de River, sus tres mundiales jugados, el Burrito sea nomás la celebridad más célebre en lucir la camiseta de All Boys. Y con más razón, en esta época tan pródiga en experimentos periodísticos.


¿Quiénes seguirían a Ortega en esa virtual medición de chapas? Quizás Sergio Batista, campeón y subcampeón del mundo con la Selección. O el más nuestro, el Zurdo Néstor Fabbri, subcampeón mundial en Italia ’90, con paso por Boca, Racing y el fútbol europeo.


¿Y después? ¿Acaso Juan Barbas, el Turco Claudio García, José Luis Villarreal, Daniel Brailovsky, el Palomo Albeiro Usuriaga, el Monito Roberto Zárate, el Ogro Cristian Fabbiani?


Ir más atrás en el tiempo me resulta imposible. Y nada asegura que no me haya salteado a algún jugador reciente.


Entiéndase bien el reglamento: se trata del futbolista con más chapa, con más flashes, con más pergaminos, con más status de estrella pop; y no del mejor jugador, ni del más idolatrado, ni del que más ha rendido con la camiseta de All Boys. Este punto resulta evidente en el caso del Burrito, al menos hasta el momento. Y ojalá muy pronto este último comentario prescriba.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cómo hacer para no ser un hijo de puta

Ejercer con dignidad la pasión de hincha de fútbol, y al mismo tiempo, mantenerse dentro de los cánones socialmente aceptados para lo que podría considerarse “ser una buena persona”, resulta difícil y exigente.

Muchas de las características más comunes, más folclóricas, del hincha futbolero argentino están severamente reñidas con la bonhomía.

Ni siquiera hablo de los indefendibles ejemplos de trazo grueso, como la violencia entre hinchas, el lanzamiento de objetos peligrosos a futbolistas o árbitros, o las expresiones xenófobas proferidas a simpatizantes y jugadores de otros equipos.

Hay otros aspectos del hincha de fútbol, menos evidentes, pero también muy deleznables.

En especial, la ingratitud: yo jamás podría insultar ferozmente ni pedir la horca para personas que me han hecho muy feliz. Por caso, algunos jugadores, técnicos o dirigentes. Sin embargo, cuando vienen las malas, ahí están los foros en la Internet en los que podemos leer palabras horribles, sanguinarias, abrasivas, de hinchas de All Boys dirigidas a símbolos y líderes de este histórico momento del Albo. Ojo, todo bien con la construcción desde el disenso y con el pensamiento crítico (un saludo a los estudiantes de filosofía y a Luis Majul), pero un poquito de gratitud y justicia poética nunca vienen mal.

Otro gran problema es la incoherencia. El mecanismo de esperar maravillas de alguien y, si esas maravillas no llegan, pasar a considerar un imbécil a ese alguien y a quienes lo trajeron, es trampa: omite que, antes de que los hechos se consumaran, uno mismo también confiaba. Y por extensión, omite que uno -con toda la buena fe del mundo- tropezó con la misma piedra que quienes trajeron al imbécil en cuestión.

¿Acaso, en nombre de la pasión, es válido ser una fiera impiadosa y temperamental?

Una de dos: o la condición de hincha de fútbol brinda una identidad paralela, la del típico hermano mellizo de las telenovelas que resulta un tremendo hijo de puta. O bien entre los hinchas de fútbol la proporción de hijos de puta es realmente alta.