domingo, 3 de mayo de 2009

Elogio de Solchaga

Si All Boys fuese un equipo de la NBA, la hípermarketinera y súperprofesional liga norteamericana de básquet, a Pablo Rubén Solchaga se lo consideraría un “jugador-franquicia” (explicación: a los clubes de la NBA, como son empresas con una “marca” propia, se les llama “franquicias”; o sea, el “jugador-franquicia” es algo así como “jugador-club”, un futbolista emblema, que rompe con la idea relativista de que “pasan los años, también los jugadores”).

El “jugador-franquicia” está arraigado en el club, es un símbolo vivo. Y Solchaga es, desde hace años, un “jugador-franquicia” de All Boys.

El agónico gol del triunfo ante Platense en el 2-1 en Floresta (el primero fue de Gigliotti) actualiza el mito blanco de Solchaga, de Golchaga, del Rey Sol, del Pato.

Venía de otro gol del triunfo en el 3-2 en Bahía Blanca, en la misma semana; en ambos casos empezando como suplente y jugando apenas un rato.

Ninguno de sus últimos dos goles, que en total valieron seis puntos, fue especialmente lindo: el presunto desapego por los goles hermosos, por las “jugadas de notable factura”, es casi una constante en los 93 goles del Pato Solchaga en All Boys.

Las señas particulares del Pato, como goleador, son sus ausencias. Son todas aquellas características típicas de los goleadores, que el Pato no tiene.

No es un velocista, no hace los goles por humillar a los defensores como el correcaminos, bien entrenado, a un coyote obeso y fumador.

No es un tanque, no hace los goles por chocar a los defensores como un rinoceronte ebrio entre las góndolas de un supermercado chino.

No es un habilidoso, no hace los goles por gambetear a los defensores como un narcotraficante a los controles de la Afip.

No le pega con un caño, no hace los goles por patear como deseara astillarle las falanges al arquero y causarle politraumatismos de gajos a la pelota.

Es un aceptable cabeceador, sí. Es oportunista. Es inteligente. Es definidor. Pero su secreto es que tiene siempre muchas ganas de hacer goles, y no le importa hacer un pequeño papelón para lograrlo (ahí está esa media chilena medio fallida, medio torpe, que intentó dentro del área chica de Platense, cinco minutos antes del gol).

En realidad, fuera de los goles, nada parece importarle. Decenas de partidos terminó jugando vendado, embarrado, malherido, amonestado, golpeado, conversado, insultado, camiseteado.

Solchaga tiene alma de gladiador, aunque su talla física tal vez remita más a un flaco que vende pulseritas en la playa (su cabellera, rubia por opción, alimenta esta idea).

El Pato Solchaga hizo 90 goles para All Boys en la B Metropolitana, muchos de ellos ante infames rivales del ascenso, muchos otros en partidos definitorios, Reducidos y octogonales.

Sus diplomas incluyen nada menos que 9 pepas a Atlanta (un saludo a mis amigos bohemios, Pablo Plotkin y el Turco Fernando Szereszevsky). En el Nacional B, donde se perdió por lesión varios partidos, ya embocó a Olimpo, Unión y Platense.

Cuando termine este torneo, habrá jugado seis temporadas y media con la camiseta del Albo, desde su debut en el club, en 2001 (casi 200 partidos). Tuvo un par de experiencias en el exterior –Maccabi Tel Aviv, de Israel, y Deportivo Cuenca, de Ecuador–, también se le registran pasos por Almagro, Estudiantes de Caseros y Talleres de Escalada.

Su primer gol para el Blanco fue en 2001, en Floresta y por la B Metro, en el triunfo 2-0 sobre Deportivo Merlo. Ese día, el otro gol lo marcó otro Pato querido: Damián Yáñez.

Y, los goleadores son así, la primera sílaba de su apellido hasta le abrió la puerta a obtener el apodo de “Rey Sol”, merced a una serie televisiva de Pol-Ka (“Son amores”) donde el personaje principal era un delantero de All Boys.

El año pasado, después de tantos años en los que All Boys terminaba a media asta en la B Metro, el Pato pudo ser campeón. Conmovió la imagen de Solchaga dando la vuelta olímpica con muletas, tras la lesión en los ligamentos que lo marginó del tercio final de la campaña. Aún así fue el goleador del equipo, como en todos los torneos que jugó vestido de blanco.

A los 32 años, el Pato Solchaga, cuarto artillero histórico del Blanco, está a siete pasitos de su gol 100 en Floresta. Pero así termine quedándose en 99, o llegue hasta los 350, ya es el “jugador-franquicia” de All Boys de la década del ’00.

¿Cuántas manos hacen falta para contar con los dedos hasta 93? Que esas manos aplaudan al gran goleador del Albo.

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