lunes, 10 de mayo de 2010

Un manojo de cábalas

Estoy hecho un tarado. Estos días son muy difíciles, y uno navega entre la ilusión más enorme y la sensación de no poder hacer nada para colaborar con que esa ilusión se cumpla.

¿Nada? Bueno, hay algo que el hincha Albo sí puede hacer, y no me refiero a verter toxina alguna en el agua que beben los rivales, sino a poner en movimiento todas las palancas paranormales existentes para manipular el destino.

Y así como están los que rezan, los que hacen promesas y los que contratan brujas, también hay un nutrido grupo de creyentes que pretendemos cambiar el mundo desde acciones insignificantes, mínimas.

La conexión entre repetir cierto ritual y lograr determinado resultado deportivo es difícil de justificar: ¿si yo tenía diarrea el día en que All Boys ganó, debería asegurarme de sufrir ese mismo síntoma de liquidez intestinal el día del próximo partido?

La repetición supone que, a igual contexto, igual resultado; y que por tanto, cuanto más fielmente reproduzcamos el ambiente que una vez nos ha llevado a la dicha, más posibilidades tendremos de reiterar esa experiencia dichosa.

Un poco como la búsqueda de la teta materna según el psicoanálisis, otro poco como la máxima tanguera de que siempre se vuelve al primer amor; la cábala futbolera supone repetir, volver, plagiar un pasado de éxito.

Así, quien nunca ganó, no puede tener cábalas: no tiene nada que repetir pues aquello que hizo en el pasado, nunca ayudó a ganar.

Pero los límites del universo son infinitos e imprecisos, y el cabulero sabe de antemano que no podrá lograr una repetición exacta: no alcanzará con llevar las mismas medias que en el viaje de egresados para volver a levantarte a la misma chica que enganchaste en Bariloche, en septiembre de 1993.

Lo sufrí este sábado tras la derrota de All Boys en Tucumán: no pude ayudar ni llevando en el bolsillo los comprobantes de pago de viejas cuotas sociales, ni haciendo que me regalen un chocolate Gody en la víspera del partido, ni usando de nuevo el buzo verde con capucha.

Todo lo que fue un éxito contra Defensa y Justicia, Unión y Tiro Federal, resultó mera superstición inconducente contra San Martín. ¿Y ahora de qué me agarro?

1 comentario:

  1. Si bien no es lo mismo que ganar, el no sufrir por una derrota también puede ser aconsejable. Y la no-decepción, el no-desengaño, la no-frustración tampoco son descpreciables como sentimientos colaterales, con el único cuidado de prevenir a quienes nos puedan tildar de conformistas. La innegable ventaja es que en este caso no se precisan cábalas, apenas un razonable balance entre objetivos y logros.
    La comunidad Panda no debe parar de soñar ni alentar, pero cuando pasa la disfonía, reconocer que los muchachos han puesto todo.
    Que el orgullo de ser de All Boys se ha reforzado en esta temporada y que muchos que antes "no nos conocían" hoy manchan su ropita interior al tener que enfrentarnos.
    Todavía no está dicha la última palabra. Todavía valen cábalas y brujerías, pero si no fueran suficientes para el triunfo, nos quedará el reconocimiento de una campaña que ni el mas soñador Panda hubiera imaginado.

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