domingo, 23 de agosto de 2009

El Orestes Katorosz del rock and roll

Aunque soy fanático de la táctica y creo que la conducción humana es fundamental para un logro deportivo tanto individual como grupal, por alguna razón siempre me costó mucho recordar a los entrenadores.

Detrás de este enorme –casi sanmartiniano– Pepe Romero cuya carrera en el banco de All Boys excede por mucho a la duración promedio de los entrenadores de AFA, tengo una nebulosa. ¿Quiénes fueron entrenadores del Albo entre Mario Rizzi (DT del campeón ‘92/’93) y Romero? Muchísimos, especialmente en las malas, cuando los ciclos se acortan.

De memoria, sin repetir y sin googlear: Adorno, Zielinski, Caruso, Rodríguez, Anzarda, Pascutti, Pasini, Mamberto, Paladino, Bargas, Batista, Ferraresi… Me debo haber olvidado más de veinte. Pero ninguno (¡ni siquiera el actual popstar Ricardo Caruso Lombardi!) tuvo la repercusión que logró, en su fugaz paso por el club, el misterioso señor Orestes Katorosz.

Enigmático desde su nombre y desde su apellido, Orestes nació para hacer prensa. Su currículum deportivo incluía haberse probado en el Cosmos de New York (practicó con Beckenbauer) y haber sido sabueso del cuerpo técnico de la Selección de Australia. Lo mejor era lo extradeportivo: fue bombero, jardinero, amante de la top model Cindy Crawford y periodista de vasta trayectoria en la Argentina y el exterior, incluyendo un oscuro paso por la revista Gente en plena dictadura, bajo la dirección de Chiche Gelblung. Uff. Así de variopinto era el CV de Orestes, actualizado sólo hasta 2000, año en que se convirtió en DT de All Boys.

Sus recursos estratégicos (sorprender a los entrenadores rivales al darle a los delanteros números de defensores, y viceversa) y de entrenamiento (yoga, natación, picados con pies descalzos) se convirtieron en nota de color obligada para todos los medios. Tanto rebote tuvo la llegada de Orestes al banco del Albo que hasta el diario Página/12, cuyo espacio dedicado al deporte suele ser escaso, le dedicó una entrevista exclusiva.

Es justo decir que no le fue mal. Eran tiempos duros: las figuras del Albo de Orestes eran Pablo De Nicola, Fernando Batista, Martín Pizzella, Javier Umbides y la dupla Facundo Diz/ Julio Laffatigue. Pero el equipo sumó unos cuantos puntos, a pesar de que se comió cinco entrenadores en dos años, en un proceso que terminó en descenso a la B Metropolitana (y no con Katorosz en el banco).

Por aquellos días tan raros para el Albo –y acaso tocado por la onda expansiva del enorme disco quíntuple El Salmón, de Andrés Calamaro– inicié en mi doméstico estudio de grabación de entonces una serie de registros musicales que derivaron en mi primer disco, Rock del ganado.

Durante un descanso en aquellas sesiones, grabé un austerísimo demo, rico en pifias y rebeldías de tempo, de una canción que se llamaba “El Orestes Katorosz del rock and roll”, en una sesión en la que probablemente participó el enorme (y no sólo por cuestiones de masa corporal) Pablo Marchetti, poeta, músico, compañero de trinchera periodística en la revista Barcelona y amigo.

“El Orestes Katorosz del rock and roll” es un modesto canto al outsider de dudoso mérito que entra por la ventana. Aquí adjunto su letra, y un link para escucharla MP3 mediante.

“El Orestes Katorosz del rock and roll” (J.Aguirre)

Sueño con ser el Orestes Katorosz del Rock & Roll.
O tal vez ser tan o más locuaz que Marcel Marceau.
Y si no resulta ser así, no tiene por qué importarte.

Voy a vivir una vida de Playboy en el kiosco de revistas
(las peor vistas).
Y voy a ser entusiasta defensor de las libertades individuales
(y de los manteles individuales).
Y si no resulta ser así, no tiene por qué importarte.

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