jueves, 24 de junio de 2021

Las enseñanzas del Maestro Hwang Gol

El Maestro Hwang Gol prepara su clase. Once niños con cabezas sin cabello le rodean, sentados en el suelo, al costado de la cancha. Prestan sus ojos, sus oídos, sus corazones.

El chico de la camiseta 2 extiende la espalda, para parecer más alto, más duro. El pequeño con el número 10 se acomoda, vuelve a acomodarse, no logra estarse quieto. No son meros aspirantes a futbolistas: son aprendices.

El Maestro Hwang Gol habla al fin, su voz es como el rugido de un gol ajeno en un estadio lejano.

Hace 22 otoños, Maestro Gol camina, reflexivo, por campos de entrenamiento de Club Deportivo Li. El encargado de mantenimiento del césped, un hombre sencillo y sacrificado, se acerca y manifiesta preocupación.

-Oh, Maestro Gol, la época de lluvias se demora, ¿cómo haremos para regar nuestras canchas de entrenamiento?

Maestro Gol le mira en paz, ladea la cabeza como cánido, respira largo antes de responder.

-Las canchas de entrenamiento no deben regarse nunca. Su único riego es el sudor de los jugadores que entrenan duro. Si no transpiran lo suficiente, el césped se seca, la tierra endurece como roca. Y esa es una derrota”.

Un gong se escucha. Los aprendices corren a jugar. No se sabe si los pastos crecen: los chicos han crecido.


#SueñosdeGloria

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