jueves, 21 de febrero de 2013

La mente en Blanco





El club que uno ama puede ser un ángel de la guarda. Un rincón mental en el que refugiarse cuando uno la pasa mal, una guarida para la cabeza cuando uno necesita alejar el miedo, el dolor, el espanto.

Entre las diversas satisfacciones que All Boys me ha dado, está esa: ha sido siempre un rincón amistoso y seguro de mi cráneo, una fortaleza psíquica apta para recibirme y ampararme. Casi un servicio de seguridad privada.

Recuerdo mi primer día de clase, en la escuela primaria, sobre la avenida Gaona. No tenía aún seis años de edad, estaba aterrorizado, escuchaba el Himno por primera vez, formaba y tomaba distancia mientras la directora se dirigía al alumnado con modismos hostiles, casi castrenses, propios del gobierno militar que entonces ocupaba la Casa Rosada. Y recuerdo en qué pensaba yo para sentirme seguro: en la formación del equipo del Albo que había visto en la cancha ese fin de semana. Paseaba mi mente por la camiseta que decía “Zeus” en el pecho, por el Monito Zárate, por Zárate González, por un tal Correa. Pensar en todo eso –también si tenía miedo a la noche, cuando me iba a dormir– era el más perfecto plan de evasión.

No puedo decir que hoy haya dejado de hacerlo. Resguardarme en el mantra “Cambiasso; Grana, Ferrari…” sigue siendo mi mejor anestesia para los momentos complicados. 

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