lunes, 12 de marzo de 2012

Defensa del doble camiseta

La semana previa a la derrota del Albo ante Racing, una entrevista en la que el presidente de All Boys, Roberto Bugallo, reconocía que también simpatizaba con la Academia, generó cierto revuelo en Floresta y avivó un fantasma: el encono que generan los “doble camiseta”.

Esa figura define, claro, a aquellos que son hinchas de dos clubes a la vez. Es un fenómeno habitual, y con matices: a veces el doble camiseta quiere a ambos clubes por igual (“como a Mamá y a Papá”), otras veces el argumento es clasista (“un equipo es de Primera, y el otro, del Ascenso”), y en algunos casos, el fundamento para ese segundo cuadro es afectivo (“le tomé cariño porque mi hijo/ viejo/ novio/ odontólogo es hincha…”).

Me ha tocado conocer a seguidores de All Boys que también son de River, Boca, San Lorenzo, Racing, Vélez o Ferro; así como también –hago memoria– me consta la existencia de hinchas de Independiente que también son de Lanús o Excursionistas, de Huracán que también son de Atlanta, de River que también son de Chicago, de Ferro que también son de Gimnasia de Jujuy… (si no doy nombres es para no incurrir en una forma boludísima de macartismo futbolero, claro). Todas las combinaciones son posibles, arriesgaría.

El Álbum Blanco rechaza la condena al doble camiseta. El debate sobre en cuántas partes se puede repartir un corazón no es cardiológico ni matemático, sino poético. Corazón es múltiplo de lo que uno siente.

5 comentarios:

  1. En mi laburo hay uno que es de Velez ( por el barrio y los amigos suele decir ) y tambien de Racing ( por la familia ).
    Lo raro es que va a la cancha de Velez cada tanto pero no a la de Racing porque es lejos...pero el hermano es fanatico acerrimo de Racing y va siempre a la cancha!!!

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  2. Esta vez, querido Javier, me sitúo en la tribuna de enfrente de tu conciliadora posición. Pero no de capricho porque puedo argumentarlo.

    1.Nadie tiene 2 madres. Se es hijo sólo de una aunque simpatice con alguna tía. Por citar un lazo afectivo que imagino tan fuerte como el de la afición a un Club de fútbol.

    2.Nadie tiene - legalmente claro – dos esposas y aunque pueda disfrutar eventualmente de una amante, el verdadero amor será sólo para una. Y nadie anda por ahí declamando su devoción por ambas.

    3.El fútbol actual demuestra a las claras que eso de ser de uno de la “A” y otro de la “B “ es cada vez mas circunstancial y volátil, pudiendo invertirse cada temporada la pertenencia a una u otra Divisional.

    4.A hinchas seculares como los de Platense, Atlanta, Chacarita y mucho menos de River, Gimnasia o Huracán nunca se les pasaría por la cabeza una simpatía hacia otro equipo o club de la categoría que fuese.

    5.El único corazón partido que puedo aceptar es el de Alejandro Sanz y hasta por ahí nomás.

    Por lo expuesto, no concibo ni consiento que la pertenencia a All Boys sea compartida con otra a club alguno. Por el sencillo motivo que All Boys no es club alternativo de nadie y sí razón de vida de muchísimos.
    All Boys no es mío, yo SOY DE All Boys . Tá claro??

    Mis felicitaciones y mi afecto de siempre ¡ genio !

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  3. Dos estereotipos (femeninos, ellos) que me acosan miserablemente tienen que ver con sendas preguntas que inevitablemente prosiguen a mi declaración de principios "Yo soy de All Boys".
    La primera es: "Ah... Newell's Old Boys".
    La segunda (aofrtunadamente, y que por muchos años más sea descatalogada), "Y de primera...¿de qué cuadro sos?".
    Pregunta que vengo haciendo con especial delectación en el último año a los millones de hinchas de River que conocí y seguiré conociendo, ya que afortunadamente reglamento y demografía no son directamente proporcionales.
    El "De primera, ¿de qué cuadro sos?" tiene que ver con todo aquel(la) que cree que el corazón es una grande de muzza y puede dividirse en tantas partes como comensales haya.
    Reconozco que cada vez soy más intolerante. No tanto ante la ignorancia sino ante la mínima posibilidad de traicionar una tan potente señal de pertenencia, tanto como la raíz religiosa. Menem nos globalizó y Drexler nos mandó a vivir a la frontera, así que no cuento la nacionalidad.
    Definitivamente soy de All Boys así como tengo ojos claros, mido 1.68 (como Humphrey Bogart) y nací en Colegiales. Está en mi ADN, es inmodificable y no pienso ni quiero adulterar la historia.
    Todo esto para decir que desconfío del que divide su amor futbolero. Lo creo capaz de subastar a su madre en Mercado Libre, hacerse hincha de Colegiales por la fantasía de toparse con alguna adolescente o encabezar una marcha para que vuelva el wasabi a las góndolas de los almacenes gourmet.
    No, en esta me bajo: soy de All Boys de la cuna hasta el cajón. Y daría todo para que salga campeón. Literalmente.

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  4. Nací y me crié en Marcos Paz y Miranda, cuando la cancha quedaba ahí nomás, en Indio (hoy Elpidio González) y Segurola. Presencié allí la mudanza de los tablones al nuevo estadio de Jonte (que, en el barrio, nunca fue Álvarez ni Antonio) y Mercedes. Mi viejo ayudó con ese traslado (era el socio 431 o 471, si no me equivoco) mientras los entonces pibitos jodíamos muchísimo.
    En esa época, todos teníamos noticia de que existían Boca, River, San Lorenzo, Independiente y otros clubes “de primera”, con los que hasta podíamos simpatizar, pero hinchas, lo que se dice hinchas, lo éramos de All Boys.
    Y ahí se acababa cualquier discusión. En la “B” o en la “C”, todos coincidíamos los sábados en la cancha donde jugasen los de Floresta.
    No reniego de que los domingos iba con mi viejo a ver algún que otro partido de primera, en especial a Vélez (jugaba Willington) o a Argentinos Juniors.
    Empero, debía quedar claro que yo era (soy) de All Boys y que, en ámbitos externos a Monte Castro y Floresta, mi apodo era Paladino, obviamente por la admiración que profesaba hacia el 5 pelirrojo que, además, como técnico, nos llevó de la mano a la primera “A” en 1972, desapareciendo más tarde y con ninguna explicación directiva detrás de la figura de Marzolini.
    Fui testigo de esa consagración y antes, con sólo 8 años, de la frustración de 1964, que más tarde fue juzgada como una jugada maestra de los directivos, que cambiaron un ascenso de efímera estadía (el club no tenía medios para mantenerse en primera) por la pileta de natación que, el día de su inauguración, se llevó la vida de mi amigo -y compañero de banco en la escuela Nº 2, C.E. 18- Omar Rubén Naranjo y de otro pibe también de “la Alejandro Aguado”.
    Y seguí emperrado en ser hincha de All Boys.
    Pasaron los años, me ausenté no sólo del barrio, sino de toda expresión futbolística, a la que decía despreciar, porque era un mero negocio, pero siempre miré, aunque fuera de reojo, qué pasaba en Jonte y Mercedes. Y me dolió la quiebra. Y me dolieron los descensos y los sube y baja.
    Sin embargo, como Pichuco, puedo decir "¿Quien dijo que me fui, si siempre estoy volviendo……?”.
    Coincidiendo con Javier, es posible tener dos querencias. Lo que es imposible es quererlas igual. No es mi caso, aunque haya concurrido a ver a los jugadores que juzgué los mejores en algún momento (vi el debut de Maradona y algunos de sus partidos en La Paternal; al Beto Alonso en River y a muchos otros sólo por el mero placer de ver a quienes trataban bien a la pelota). No lo considero una traición ni que tenga dos madres ni dos esposas.
    Es más: apuesto a que los “doble camiseta”, si son bien nacidos, se juegan por el club de su barrio antes que por “el otro” o, más aún, renuncian a éste, desconociendo su pasado.

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