lunes, 27 de diciembre de 2010

Repudio del pase atrás

Hace algunas semanas, aquel blooper de Nico Cambiasso ante Quilmes me dejó pensando sobre una jugada que resulta más común que lo que debería: el pase atrás. Es que justo antes del yerro del arquero albo, Hugo Barrientos le había dado la pelota desde el campo rival, en un retroceso de más 40 metros que bien podría ser un (nefasto) récord mundial si es que el Libro Guinness, en lugar de medir pavadas como la medialuna más oblonga del mundo, mensurara cuestiones clave para la humanidad, como por ejemplo, el pase atrás en el fútbol.

El yerro –conceptual– de Hugo, abrió la puerta al yerro –técnico– de Nico.

El pase atrás –una jugada obligatoria en el rugby, prohibida en el básquet y discutible en el fútbol– suele ser defendido con dos argumentos: uno, mantener la pelota en poder del equipo cuando no hay mejor opción de pase; y el otro, dejar que el reloj se consuma, para defender el resultado privando al rival de la posesión de la pelota.

Sin embargo, el pase atrás implica, necesariamente, aceptar ciertos perjuicios inevitables y conceptuales para el equipo.

El primer perjuicio inevitable y conceptual es el más obvio: la pérdida de metros.

Es cierto que “en la vida, para ganar, primero hay que invertir”, como decía Aníbal, el personaje de Juan Carlos Calabró (un saludo a los hinchas de Villa Dálmine, Atlético Campana, o como carajos se llame hoy el club violeta). Dicho en términos futbolísticos; perder metros en una jugada puntual, podría redundar en beneficios mayores en la jugada siguiente. Pero aquí el problema es el verbo en potencial: lo único seguro es que el pase atrás lleva el peligro más cerca del arco propio, que del arco del rival.

El segundo perjuicio inevitable y conceptual es más antipático: el traspaso del problema a un compañero que suele ser menos hábil que el jugador que da el pase.

Esto es delicado, ya que si un “10 talentoso que la lleva atada” de pronto se encuentra asfixiado por la marca rival, y decide darle un pase atrás a un “5 que tiene tres pulmones”, resulta evidente que, después del pase, la pelota estará en manos (bueno, en pies) menos confiables que antes del pase. Si ese mismo “5 que tiene tres pulmones”, a su vez, ensaya otro pase atrás para dársela a un “2 aguerrido pero tosco”, el riesgo de perder esa pelota es todavía vez mayor. Ni hablar si ese “2 aguerrido pero tosco” ahora hace otro pase atrás, pero para entregar la bocha al “1 que con las manos sí, pero con los pies no tanto”...

Que no se enojen Nico, prócer del Álbum Blanco, ni tampoco el warrior Barrientos, cuya saña feroz a la hora de defender el mediocampo del Albo a lo largo de todo el torneo no puedo sino agradecer. Que no se enoje ningún arquero, ni ningún 2, ni ningún 5; pero si el equipo logró que la pelota llegue hasta nuestro 10, lo ideal sería terminar la jugada con un tiro al arco. Al arco rival, claro.

martes, 7 de diciembre de 2010

El mejor All Boys de todos los tiempos

Sin archivo al que recurrir ni memoria en la que confiar puede ser prematuro aventurarlo. Además, según dicen los derrotados, todo tiempo pasado fue mejor. Pero los puntos de esta campaña del Albo en Primera, y la calidad de los rivales vencidos, me lleva a pensar que estamos viviendo un momento deportivo irrepetible, el mejor, el más triunfal, en los 97 años de historia del club.

Pueden calcularse porcentajes de puntos, de victorias, de goles a favor, y compararlos con los de la mejor campaña anterior del Albo en Primera. Les dejo la misión a los obreros de la tinta y el papel.

Algunos de los máximos héroes de Floresta están vivos y en actividad. No esperemos veinte años para añorar aquellos tiempos del Cabezón Sánchez, de Nico Cambiasso, de Pepe Romero, de Roberto Bugallo. Tenemos asientos privilegiados para disfrutar del mejor momento de la historia de All Boys. A pagar la cuota social y a aplaudir de pie.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Allbogasoys y el destino

El azar garantiza la ausencia de certezas: ni el fixture más vergonzosamente armado a dedo está a salvo del influjo todopoderoso de las casualidades y de los triunfazos de visitante. A All Boys le tocó mandar al descenso a Rosario Central. Obvio que en el camino que llevó a aquella inolvidable Promoción (¡hace seis meses!), un gol más o un gol menos podrían haber significado un cruce con cualquier otro rival. Pero esa vez tocó Central, y se lo mandó a la B en Arroyito. Entonces –vamos–, al menos por un tiempo, cierto morbo en torno al Albo quedará flotando cual abrojo en las nalgas futboleras rosarinas. Tanto las canallas como las leprosas.

Después, la vida se abre camino, como dicen en Jurassic Park. Newell’s pasa vergüenza en Floresta, hay neofolclore futbolero, hinchas de Chicago –quieren ir a una cancha de Primera– se cuelan entre los rosarinos, y bueno, ya ha empezado otra historia.

Pero el azar termina por marcar una tendencia, y por escribir una historia: si el laberinto infinito de los fixtures, los resultados inesperados y las copas internacionales llevara a que durante tres años consecutivos All Boys jugara finales contra el Rayo Vallecano, estoy seguro de que los hinchas terminaríamos sintiendo algo, parecido a la rivalidad, entre Floresta y Vallecas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lucha de clases

Dictadura del proletariado. Movilidad social en el fútbol. Héroes de clase trabajadora. La pasión que vence a los aparatos.

No pude dejar de pensar en metáforas revolucionarias, sociales, desde el momento en que el uruguayo Juan Pablo Rodríguez marcó el gol con el que All Boys venció a River, que jugaba por primera vez en 200 años de historia argentina en el Islas Malvinas. Bueno, en realidad en ese momento anduve a los besos y abrazos en la tribuna. Recién después del grito de gol, cuando siguió el partido, empecé a pensar.

El triunfazo contra River en Floresta (¡Vino River a Floresta! ¡Y All Boys le ganó bien!) me embriaga. ¿Qué vida estoy viviendo? ¿Una realidad paralela? ¿Otra dimensión, muy parecida a la que conocemos, prácticamente igual, pero en la que All Boys recibe a los grandes en Floresta y los noquea?

Y hablando de noquear, qué mano pesada tiene el Albo cuando juega de local. Qué lindo darle a River, a Boca, a Independiente, a Estudiantes, al que venga, y todo en apenas tres meses.

Es el mejor momento de mi vida (deportiva, claro). Supongo que buena parte de los hinchas del Albo sentirán lo mismo. El gran espectáculo del año no son los shows de Paul McCartney en River. El gran espectáculo del año es ver a River vapuleado en Floresta.

Esto recién empieza. Y eso es, justamente, lo mejor de este momento.

domingo, 17 de octubre de 2010

Estado de gracia (y de gracias)

Nunca fui un hincha optimista, de esos que tienen “fe ciega” en su equipo. El sabor que he disfrutado en el fútbol en general ha sido el agrio; en el mejor de los casos, agridulce. Nunca puedo relajarme hasta que el partido no haya terminado, aún si estamos ganando 4-0. Nunca llevo la camiseta a la cancha, sólo cuando matemáticamente ya es tiempo de festejar ascensos o campeonatos.

Al venir de esa escuela, es lógico pensar: “Falta mucho, se impone la serenidad, All Boys todavía no sumó ni un tercio de los puntos que necesita para llegar a los 48 que garantizan la permanencia en Primera, no festejemos a cuenta…”

Todo eso está muy bien. Pero el corazón dice otra cosa. Los hinchas de All Boys vivimos (estamos viviendo) un 2010 fantástico. Ascenso a Primera con hazaña en la Promoción (reiteramos, ¡ascenso a Primera!), triunfos sobre Boca, Estudiantes e Independiente; buena campaña en el duro momento de hacer pie en la elite con la trampa del promedio, un estadio que luce hermoso, un público que trabaja por la buena conducta, lluvias de elogios de la prensa futbolística, veteranos jugadores-símbolo que no paran de romperla (lamento no tener sombrero, para sacármelo ante Fernando Cabezón Sánchez)…

Un estado de gracia –y de agradecimiento– que para mí, y para todos los hinchas de All Boys que nacimos de 1970 en adelante, es inédito.

Es como estar recibiendo el Oscar por décima vez en lo que va del año. ¿Hay que poner los pies sobre la tierra? ¿Hay que ser cautos? ¿Hay que relativizar la importancia de este momento? Quizás, pero dentro de un rato: ahora estoy disfrutando con el Albo como nunca en mi vida.

lunes, 4 de octubre de 2010

El día en que el Negro Cabeza fue hincha de All Boys


Yo lo vi, a mí no me lo contó nadie. El Negro Cabeza estaba en el centro del escenario, con la camiseta de All Boys, una de mis camisetas de All Boys, la que tiene la publicidad de Mejoral, y que es negra; es la suplente.

Viene al caso mencionarlo en ocasión del reestreno de ¡Mueva la Patria!, la ópera-cumbia argentina, que co-escribí junto al cuervo Pablo Marchetti, el xeneize Fernando Sanchez y el gasolero Eduardo Blanco.

Uno de los personajes protagónicos es el Negro Cabeza (un grande, el actor Esteban Masturini), cuyo vestuario es una camiseta de fútbol, la de San Telmo, provista por uno de los productores de la obra, Maxi Ambrosio, quien conoce de cerca al Ascenso: es el conductor del reality de Fox Sports Atlas, la otra pasión.

¡Mueva la Patria!... estuvo en cartel el año pasado, y alguna noche, casi desde la clandestinidad, entregué una camiseta de All Boys a Esteban, con el tácito pacto –casi, una diablura teatral– de que la usara en alguna función.

El Negro Cabeza honró su palabra y, por una noche, fue de All Boys. Después, en respeto a razones escénicas vinculadas al vestuario, la iluminación y los colores, volvió para siempre a su camiseta azulada.

No tengo foto que documente aquella noche, es cierto. Pero es mi palabra –y la del Negro, y la de todo el elenco, y la del público que estuvo ahí– contra la de cualquier gil que quiera contradecirla.

¡Mueva la Patria!, la ópera-cumbia argentina, dirigida por Valeria Ambrosio, desde el viernes 8, los viernes y sábados de octubre en ND Ateneo, Paraguay 918.

viernes, 24 de septiembre de 2010

El referí perfecto

A diferencia de lo que dicen los imbéciles, quejarse por un arbitraje injusto no es cosa de llorones. Si algo caracteriza a la Justicia de los hombres, es que da lugar para la polémica. Lo que sí resulta propio de llorones es únicamente hablar de los árbitros cuando los fallos arbitrales acaban de perjudicar a tu equipo.

En estos primeros dos meses en Primera, hay que decir que All Boys no ha sido perjudicado por los jueces (toquen madera, nombren a Pugliese –no a Gonzalo, a Osvaldo–, hagan el conjuro que crean conveniente para mantener la tendencia). Tampoco el Albo fue víctima de crímenes arbitrales en sus dos temporadas en el Nacional B (salvo alguna excepción con olor a lobby quilmeño o a derecho de piso en la Promoción, pero las excepciones, justamente, no son la tendencia).

A diferencia de lo que ocurrió durante décadas, en las que los jueces parecían tener inequívocamente alquilado al Blanco, hace al menos tres años que el fuego de mi odio hacia los referís recibe poca leña que lo aumente.

¿Significa eso que nos han favorecido en perjuicio de otros clubes? No me parece. ¿Supone entonces que los árbitros de hoy son buenos? Tampoco. Definitivamente no. ¿Dónde encontrar una explicación?

El cuento “El referí demasiado justo”, de Alejandro Dolina, imagina a un árbitro que a la hora de cobrar, no mide tanto la jugada en sí, como los aspectos históricos y espirituales de los protagonistas.

Y me quedé pensando en un hipotético árbitro cuyos aciertos fueran sólo obra del azar. Un caradura con suerte:

No ve nada, cobra cualquier cosa… y resulta que cobró exactamente lo que había ocurrido.

Queda lejos de la jugada, da al voleo un penal desde el mediocampo… y resulta que era un penalazo.

Se distrae, anula un presunto gol porque no vio de qué lado de la línea del arco picó la pelota… y una docena de repeticiones por TV ratifica que el esférico no había ingresado totalmente.

Por alguna razón, sospecho que buena parte de los aciertos de los referís de fútbol (y de los homo sapiens, en general) tienen una dosis decisiva de ojete.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La concha de tu madre, All Boys

A la hora de entonar cantitos en una tribuna, el hincha de fútbol suele liberar sin prejuicios el Jorge Bucay que todos llevamos dentro. Mientras se piensa dónde termina el homenaje y dónde empieza el plagio, y más allá de que muchas barras se adjudiquen la virtud de la creatividad, lo más normal es que una misma canción de cancha sea interpretada, en el mismo fin de semana, por una veintena de hinchadas.

Con algunos ajustes menores en las letras –sobretodo en cuanto a vocativos, gentilicios y apelaciones a la propia divisa–, en el fútbol argentino no hay distinciones radicales entre los repertorios de una hinchada y otra. La arenga de los hinchas de Boca suele ser muy parecida a la de los seguidores de Colegiales; del mismo modo que las cargadas que los hinchas de Racing le cantan a su clásico rival –Independiente–, no son muy diferentes de las que los hinchas de Flandria le cantan a su clásico rival –andá a saber cuál es–.

Nunca fui muy devoto de las canciones de hinchadas. Por supuesto que he vivido esa experiencia casi chamánica de estar en un estadio, o en sus alrededores, sintiendo la vibración en el esternón de algún cantito conmovedor, que, según el momento, sirve para preanunciar una alegría, gozarla, llorarla o sepultarla. Por supuesto que me he encontrado tarareando canciones de cancha en cualquier momento del día, de la semana, del año. Pero la lírica de tribuna me resulta demasiado austera en términos poéticos: no creo que haya un originalísimo e inspiradísimo poeta maldito escondido en cada hinchada, adaptando éxitos populares. Sigo admirando más la “creatividad” de Bob Dylan que la de Rafa Di Zeo.

Sin embargo, hay algunas canciones de hinchada que huelen a únicas. Y la unicidad no la da, curiosamente, el intérprete, sino el receptor. El típico cantito con el que los circunstanciales rivales del Albo han regado las amarronadas canchas del Ascenso (“La concha de tu madre All Boys…”), por caso, se ha convertido en una referencia ineludible a la hora de expresar desagrado ante la presencia del Blanco de Floresta. Inclusive, en el mundo virtual, se ha convertido en la sigla LCDTMAB. Googléenla y verán.

Ese cantito no me molesta. Así como muchas expresiones despectivas terminan siendo fagocitadas y resignificadas por sus destinatarios (¿cuántos hinchas de Boca se autodenominan, con orgullo, bosteros; cuántos hinchas de River se autodenominan, con orgullo, gallinas?), el LCDTMAB no me duele para nada. Hasta me divierte pensar que ese oldie del repertorio del Ascenso empieza a convertirse en un hit del repertorio de Primera División.

Además, esa no se la cantan a ningún otro club. No me consta que a los de Ferro le espeten “La concha de tu mandre Oé” (por Oeste), ni que a los rosarinos les apunten un “La concha de tu madre Ñuls” (por Newell’s). Esa sólo la conocen quienes han sufrido el calvario de enfrentarse al Albo.

Lo que no he podido identificar es la melodía original de LCDTMAB, que en las canchas también suele usarse cuando los hinchas quieren linchar a sus propios dirigentes, con la letra: “… va a salir campeón,/ … va a salir campeón,/ el día en que se vayan todos los hijos de puta de la comisión”.

Si algún lector identifica el origen de la melodía, el Álbum Blanco será generoso para adjetivar el aporte.

lunes, 30 de agosto de 2010

San Sánchez

La intrincada –hermosa y a la vez terrible– relación entre el fútbol y la injusticia tiene excepciones. Los equipos, los esfuerzos colectivos, las camisetas, pueden admitir sin dolor fatal que los resultados sean injustos, ya que el fútbol da revancha a las instituciones: un club podrá sacarse cualquier espina dolorosa en el torneo del año que viene; una Selección tendrá desquite en el próximo Mundial (salvo que sea la de Checoslovaquia, o la de algún otro país que un buen día se disuelve).

No ocurre lo mismo con las personas. Tanto los hinchas como los jugadores envejecen, se enferman, se mueren, en definitiva, viven una sola vida (un saludo para los futboleros que crean en la reencarnación). Cuando a un futbolista de 32 años le cortan las piernas, ya no tendrá revancha dentro del campo de juego.

Por eso algunas historias, si tienen un cierre feliz, alcanzan además el sabor delicioso de la Justicia. Así, me da especial alegría que el veterano Fernando Sánchez haya salido campeón en All Boys en el 2008, que haya ascendido a Primera este año, y que en este inicio de campaña en la máxima categoría ya haya marcado un gol, haya arrancado aplausos de tribunas y elogios de periodistas no partidarios.

El Cabezón Sánchez es un mediocampista, lo que significa mucho más que ser un volante. Es un mediocampista total, que defiende y que ataca, que organiza como 5 y que crea como 10, que hace goles y que salva en defensa, que arma al equipo y que pone la pierna como nadie.

Y además es de linaje albo: nació en Floresta, se formó en las inferiores de All Boys, debutó como profesional con la camiseta blanca; su padre jugó en el club, y también su abuelo.

Fernando Sánchez no es un astro. No tiene los goles de Pablo Solchaga ni la presencia de Nico Cambiasso. Su perfil bajo hasta alcanza su nombre: es –como yo– casi ingoogleable.

La vida me llevó a trabar nutrida relación profesional y afectiva con otro Fernando Sanchez (así, sin acento), xeneize, compañero de armas periodísticas en Barcelona y coautor de Ucronías Argentinas y de ¡Mueva la Patria!, la ópera cumbia argentina, que alguna vez –evidentemente– se googleó y dio con Fernando Sánchez, el 8 de All Boys. Me preguntó: “¿Este Fernando Sánchez es un baldosero?” Me ofendí: “Es un crack, una bandera, un símbolo”.

El Cabezón Sánchez es un capitán sin fanfarrias. Después de debutar en el Albo en el Nacional B, en 1994, saltó a Primera con la camiseta de Argentinos Juniors. Su carrera posterior no fue triunfal: Los Andes, Platense, Defensores de Belgrano, Sarmiento, Ben Hur de Rafaela y hasta el Macara de Ecuador. Hasta que, ya treintañero, volvió a Floresta para ser figura y meter dos ascensos.

Conocí al Cabezón en 1995, cuando él era un futbolista juvenil, de esos que juegan dos o tres partidos sobre los 38 de un torneo. Yo era un periodista juvenil (de esos que cobran dos o tres trabajos por cada 38 que realizan) y lo entrevisté varias veces. Teníamos casi la misma edad, los dos estábamos empezando a hacer notas; yo como entrevistador, él como entrevistado. Sánchez hablaba bajito, tenía una corrección y un buen trato que excedían la media. La semana pasada lo vi en conferencia de prensa por TyC Sports tras el triunfo sobre Boca: sigue hablando bajito, con una corrección y un buen trato que exceden la media.

Según el Santoral católico, existe San Sancho, pero no San Sánchez. Los hinchas de All Boys que tengan buena llegada al Vaticano bien podrían mover sus influencias para tributar al enorme y heroico Santo de Floresta.

martes, 24 de agosto de 2010

Andrés Calamaro: “All Boys está identificado con la corriente contraria que soporta el salmón”

“Siempre seguí la misma dirección;
la difícil, la que usa el salmón”.
(Andrés Calamaro & Cuino Scornik, El salmón)

No fui a la cancha de Huracán a ver el histórico triunfo de All Boys sobre Boca Juniors. Decidí quedarme en casa a seguirlo por TV, acaso por ser el más talibán de los localistas (“si no es en Floresta, no soy local”), o bien por una vergonzante pachorra de domingo con pronóstico de lluvia. Me senté en el living dispuesto a sufrir como un perro, y terminé gozando como un pez en el agua con un triunfo épico y los goles inolvidables de Mauro Matos y Eduardo Domínguez.

Pero en el entretiempo la euforia era aún cauta: el rival era un tipo especial, ese súperBoca, y hasta que no terminara el partido temía una eventual remontada xeneize con ocho goles de Palermo. La tanda del Fútbol Para Todos –lo sabe cualquiera que haya visto el partido por Canal 7– recordó que ese día Andrés Calamaro cumplía años, y el homenaje televisivo iba acompañado por una versión en vivo de “El salmón”, la canción-manifiesto por naturaleza. Y tuve una revelación: la metáfora ictícola de Calamaro sobre el pez que nada contra la corriente me resultó muy similar a mi sentimiento de hincha de All Boys. Nadar contra la corriente, contra Central en Arroyito, contra Boca.

Canté, salté y grité “El salmón” solo en mi casa durante entretiempo con el 2-0 parcial que sería final, recordé la versión que la Peste Blanca entona del hit de Calamaro “Te Quiero”, y, ya con el resultado puesto, decidí agradecer la buena estrella salmónida y enviar a Andrés un mail con salutación de cumpleaños. Le escribí: “He sentido la euforia de la dirección contraria, ¿o ser hincha de All Boys y tener en frente a Boca no es un poco eso?”

Recibí una emotiva respuesta, en la que Andrés evoca sus recuerdos en Floresta, cuna de míticos estudios de grabación de genoma rock. Cito:

De: Andrés Calamaro
Para: Javier Aguirre
Asunto: Re: Feliz, blanco y negro
Fecha: lunes, 23 de agosto, 2010.

“Me siento parte de Floresta puesto que allí grabamos interminables sesiones y discos desde hace treinta años (en Segurola y Magariños Cervantes, estudios Panda), donde los hermanos Gustavo y Guillermo Arizona Moreno, coreutas informales, eran socios de All Boys. Supongo que Gustavo sigue siendo socio, y Guillermo nos mira sonriente desde el cielo. La crema blanca y negra de Floresta, de Floresta a Nave Jungla…

…El triunfo sobre Boca, histórico; All Boys está identificado con la corriente contraria que soporta el salmón; el orgullo de los modestos…”

Gracias Salmón, por esta bendición. Gracias All Boys, por estas alegrías.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Inspectores, policías e hinchas de Boca Sársfield

La euforia que se vive en Floresta por este maravilloso presente en Primera convive, sin embargo, con la sensación de estar enfrentando a una corporación inquietante, en la que se toman de la mano y se besuquean los inspectores del Gobierno de la Ciudad (un saludo al ex presidente de Boca y actual jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri), la Policía Federal (un saludo al ex jefe político de la Policía y actual jefe de Gabinete y vicepresidente de Quilmes, Aníbal Fernández) y la tiroteadora y rompe-canchas barra brava de Vélez (un saludo a los que decían que Vélez es un club modelo).

Es interesante reconstruir la trama que lleva a que, este domingo, los hinchas de All Boys nos quedemos sin la oportunidad de recibir a Boca en el Islas Malvinas, a pesar de que tenemos un estadio hermoso, moderno, cómodo, donde los socios del Albo pueden ver el partido sin alambrado que los separe de la cancha, con la civil y adulta responsabilidad de mantener el orden y la paz.

Hace como cinco años –me toco el izquierdo– que los hinchas de All Boys somos ejemplo de conducta en Floresta. Nos tocó ser los primeros campeones de la historia del fútbol argentino sin público visitante, y no hubo el menor episodio brusco. Nos tocó sufrir un robo arbitral, como locales, en el partido de ida de la Promoción con Rosario Central, y no hubo el menor atisbo de incidentes. Esta semana nos tocó presenciar cómo los hinchas de Vélez, sin motivo aparente, destruían una tribuna en nuestro estadio, y no hubo el menor intento de reacción violenta.

¿A quién culpamos por perder la localía?

¿Deberíamos enojarnos con los inspectores del Gobierno de la Ciudad? Son los mismos que están bajo la lupa por el derrumbe de un gimnasio, hicieron todo lo posible por clausurar sin motivo serio el Islas Malvinas en la previa del choque con Vélez, y el mismo día del partido, cuando los jugadores todavía se estaban duchando, ya volvían a arremeter con cintas de clausura. Son los mismos que están dirigidos por Macri, mandamás en las sombras de Boca.

¿Deberíamos enojarnos con la Policía Federal? Como bien consigna aquí el diario La Nación, los numerosos policías estaban con los brazos cruzados en la tribuna, mientras un puñado de hinchas de Vélez intentaba una demolición. Si a la Policía se le pagara por objetivo cumplido, los que estuvieron en la tribuna Miranda no deberían cobrar un peso.

¿Deberíamos enojarnos con los hinchas de Vélez? Tres días después de un tiroteo entre facciones velezanas, este grupito con presuntos vínculos económicos, laborales y políticos con el Gobierno de la Ciudad Xeneize; arremetió contra la tribuna, rompió un alambrado y privó al hincha del Albo del gustazo de ser local contra Boca.

No sé con quién habría que enojarse.

Es una lástima que, cuando un club está tan feliz, hace los deberes, da ejemplos de conducta e invierte en un estadio fantástico al que –como aquí el diario Olé– se lo compara con los de la Premier League inglesa, aparezcan las instituciones policiales, municipales y criminales para dejarnos sin la hermosa oportunidad social y deportiva que habría significado recibir a Boca en Floresta, apenas tres años después de haber recibido a Tristán Suárez. Ojalá ni All Boys ni Boca se vayan al descenso este año, así la temporada que viene podemos darnos el gusto.

Me conformo con una chicana. Los barrabravas de Vélez juegan para Boca y hay que comprenderlos: los hinchas de equipos chicos suelen simpatizar también por un club grande, y así como algunos hinchas del Albo compartirán su corazón con River o San Lorenzo; queda claro que esos hinchas de Vélez juegan para Boca. O para algún ex presidente de Boca que les paga, quizás, con dinero de los contribuyentes porteños.

Traigan alegrías, los complots sobran.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Solchaga se dice אגאשלוס?

All Boys y la pasión por la causa indefendible siempre han ido, en mí, de la mano. Y ese sentimiento ha encarnado en la idea dual de yin y yang, de todo y nada, del Blanco y Negro de la camiseta, qué tanto.

Casi acostumbrado a cierta mala dicha, los reveses dentro y fuera de la cancha forman parte de mi forma de ser hincha del Albo. Y la búsqueda fallida de camisetas extranjeras vinculadas a All Boys sintoniza ese espíritu: me pasó en el ‘97 cuando iba por el souvenir peruano del Pirata Czornomaz. Y aposté a que no me pasara en agosto de 2003, cuando moví piezas en pos de conseguir un souvenir israelí de Pablo Solchaga.

Por aquellos días, el Pato acababa de pasar al Hapoel Tel Aviv, de la liga de Israel, donde permaneció durante la temporada 2003/04. En ese lapso, la casualidad me contactó con Ani, una chica argentina que vivía en Tel Aviv, y que estaba de paso por Buenos Aires. Le expliqué la importancia de la misión que iba a encomendarle: “Comprame una camiseta del Hapoel”, le dije, “es roja con vivos blancos, y es imprescindible que tenga impreso en la espalda el apellido “Solchaga”.

Era un botín muy apetecible para un hincha Albo que ya extrañaba los goles del Rey Sol, aunque apenas se había ido de Floresta hacía un par de meses. Llegué a preguntarme si los equipos israelíes escribían en las camisetas el apellido de los jugadores en español o en hebreo. ¿Cómo se escribirá “Solchaga” con letras del alfabeto hebreo? Por lo que chusmeé en abecedarios hebreos punto com, debe ser algo como אגאשלוס. Pero yo no confiaría en mi propia fuente: si algún lector del Álbum Blanco habla hebreo, agradeceremos su colaboración.

El Pato Solchaga apenas jugó un puñado de partidos con la camiseta del Hapoel; hizo un gol importante por la Copa UEFA, como visitante, ante el siempre peligroso –andá a averiguarlo– Banants, de Armenia (¿cuántos íconos del Albo jugaron una competencia oficial europea y marcaron un gol en suelo armenio? Uno, por lo menos). La historia israelí de Solchaga terminaría mal, con una rotura de ligamentos que lo devolvería meses después al Albo.

Tampoco terminó bien mi gestión por la camiseta. Esta vez, los motivos fueron económicos. “La camiseta israelí del Pato cuesta 90 dólares”, me informó Ani, con un tono que evidenciaba que le parecía carísima. Y coincidí: con 90 dólares yo vivía tres semanas en la Argentina de 2003, todavía bajo el extenso interinato de Eduardo Duhalde, todavía con las esquirlas humeantes de dos mandatos de Carlos Menem y medio mandato de Fernando de la Rúa. Mis finanzas estaban tan bien como las del Estado, y me tuve que bajar de la misión que prometía la carmesí casaca número 19 del equipo telaviví.

“Otra vez será”, dije, con la certeza de que, de nuevo, me estaba mintiendo a mí mismo.

jueves, 5 de agosto de 2010

Ganables, perdibles: la teoría de la relatividad

En la previa de cualquier campeonato sin eliminación directa se puede dividir el fixture entre rivales “ganables” y “perdibles”; es decir, evaluar en qué instancias no sería tan grave, llegado el caso, recibir una trompada.

El criterio para clasificar ante quiénes “hay que ganar” y ante quiénes “se puede perder” se basa en una suma de variables (la economía, los puntos en la tabla de promedios, el plantel, el calendario, el clima, la geografía) que ayuda a medir la presunta envergadura de cada rival. Una ecuación tan subjetiva y poco clara como, por ejemplo, la del riesgo país.

Ese criterio es, naturalmente, cambiante. No se usa la misma vara para medir un partido “perdible” en Primera A, que en el Nacional B, o que la Primera B Metropolitana (un saludo a Chicago y a Atlanta, que nos están mirando).

Por eso es que en los próximos doce meses, rivales como Quilmes u Olimpo, que en el Nacional B eran equipos fuertes y, que por tanto, las visitas a sus estadios podían –circunstancialmente– entrar en la categoría de “perdibles”; ahora están entre los rivales más accesibles de la división.

O sea, en Primera no podés perder con Quilmes ni con Olimpo, así como tampoco con los otros clubes “débiles” del torneo: Gimnasia, Arsenal, Godoy Cruz, Tigre, Huracán (un saludo al amigo quemero Martín Correa…).

Los partidos “perdibles” para el Albo –aquellos a priori más duros, y en los que menos dolería caer– serán los que impliquen visitar a los clubes grandes. Y ahí llega el problema: si el objetivo –asumido– de All Boys será mantener la categoría, en esa misión tendrá a dos equipos grandes como rivales directos.

Podría decirse, entonces, que si el Blanco hace más puntos que River y que Racing, se asegurará la permanencia, o al menos, evitará el descenso directo. Así planteado parece difícil, casi tanto como hacer 3 en Arroyito y mandar a la B a Rosario Central.

lunes, 2 de agosto de 2010

¡Feliz Día del Hijo de Puta!

Llegó el 2 de agosto, y desde la Revista Barcelona se promueven los festejos del “Día del Hijo de Puta”, debido a que se recuerda el nacimiento del ex dictador Jorge Rafael Videla.

Desde su corazoncito blanquinegro, y sin pretender mezclar los tantos, el Álbum Blanco adhiere a la celebración y saluda (de onda) en este día a Alejandro Sliwa, Diego Abal, Javier Ruiz, Luis Bongianino, Rafael Furchi, Daniel Giménez y –¿por qué no?– al malogrado Fabián Madorrán. ¿Algún hincha Albo quiere saludar a alguien más?

miércoles, 28 de julio de 2010

El pesimismo es lo último que se pierde

“…Yo quiero cruzar con la barrera/
Y que me pisen…”
(Luca Prodan)

El hincha de fútbol es, en esencia, masoquista. Disfruta con el dolor, goza con el displacer, ama recibir en su carne golpes estimulantes, latigazos hot, excitantes cachetazos, felices fustazos, dulces frustraciones. La fundamentación de esta idea es estrictamente matemática: el fútbol, a la larga, siempre –siempre– supone más sinsabores que alegrías.

Esa máxima vale aún para los hinchas de divisas tradicionalmente ganadoras. El seleccionado de Brasil, el más campeón de todos los seleccionados nacionales, ganó cinco Mundiales, pero lloró en otras catorce Copas del Mundo: un saldo negativo de –11. El máximo campeón argentino del profesionalismo, River Plate, tiene en su vitrina 32 títulos locales, pero se quedó sin nada en otros 85 campeonatos de Afa: un saldo negativo de –53. La misma idea puede extenderse a otros presuntos caballos del comisario, llámense Real Madrid, Peñarol, Boca, Milan, etc.

¿Qué nos queda a los hinchas de All Boys? Venimos dulces, dulcísimos, pero llega la hora de la verdad, empieza el campeonato de Primera y, aunque suele a mal agüero (el pesimismo es lo último que se pierde), seguramente para el Albo se vendrán algunos reveses. Ojalá sean pocos, poquísimos. Pero es de esperar que algunos bollos nos comamos.

Que vengan la lencería de cuero y el látigo. ¿Vamos a sufrir en Primera? Pues los hinchas de All Boys siempre hemos sufrido. Y al mismo tiempo, siempre hemos gozado. Estamos listos.

sábado, 17 de julio de 2010

Día del Orgullo Ogro

Con la llegada de Cristian Fabbiani, el hincha de All Boys da su primera pisada en el fangoso mundo de la elite futbolera argentina cosecha 2010/2011. Y empezar este primer año en Primera con una ruleta rusa como la incorporación del Ogro no permite administrar los escalofríos.

¿Seremos los giles que nos clavamos con Fabbiani, a pesar de que los antecedentes indicaban que River ya se clavó con Fabbiani, y que los mexicanos tuvieron miedo de clavarse con Fabbiani?

Viene en la mala, no sería raro ni inesperado que resulte un desastre, ni que arrastre al Albo al mismo escarnio mediático que él viene sufriendo desde hace rato. Podría ser aún peor que los días en que los Marquesi de Mariano Martínez y Nicolás Cabré oficiaban como embajadores televisivos del Albo en el prime-time de la trinidad Pol-ka/ Canal 13/ Grupo Clarín.

Pero la contratación del Ogro se sostiene desde la apuesta: existe una buena posibilidad de que en All Boys Fabbiani la rompa.

Como la rompió en Newell’s en el Apertura ‘08, o sea, al mismo tiempo que All Boys jugaba la dura primera ronda de su regreso al Nacional B tras el título en la B Metropoliana, y pasaba los que serían sus peores momentos en la categoría.

No fue hace tanto: seguidilla de derrotas en el segundo semestre de 2008, el Albo en zona de Promoción –casi, de descenso–, sin Fernando Fayart, Pablo Solchaga ni Darío Stefanatto, pero con Luciano Krikorián, Gonzalo Pavone y Emiliano Cerdá... Uff. Fue ayer nomás. Y fue ayer nomás cuando el Ogro la rompía.

Este All Boys de Pepe Romero y Roberto Bugallo ha acertado bastante en los últimos tres años, y eso inclina la balanza: en unos pocos meses los hinchas del Albo odiaremos o amaremos a Fabbiani. El Álbum Blanco sale del closet y apuesta por el amor. Ojalá haya amor, el Ogro vuelva a ser una estrella del fútbol argentino y el Albo asegure su permanencia en Primera. Si hay amor, ganamos todos.

lunes, 12 de julio de 2010

De frente Mantecol

Ignoro si existe algún censo histórico de patrocinadores, un listado riguroso que consigne cuál fue el sponsor que auspició la camiseta de All Boys en cada temporada.

La memoria me trae apenas un puñado: Lácteos Barraza (cuya vaca campeona volará por siempre en la memoria alba del ascenso a Primera), los fiambres Riosma y los salames 2/14, Mejoral, Inca Seguros, Tersuave, Georgalos… ¿Alguien recuerda otros?

Es cierto que en los últimos años ese eventual relevamiento se habría complicado. Hasta no hace mucho, el sponsor era un único logo en medio de la camiseta; pero la necesidad económica, sumada al pésimo ejemplo de la siempre negativa Fórmula Uno, llevó a que ahora las camisetas de fútbol tengan un patrocinador en el pecho, otro en la espalda, uno en los hombros, uno en cada manga, uno en cada flanco intercostal, etc.

Sin embargo, y dedicado a quienes creen que la publicidad es mero mercantilismo, me siento tentado a armar un Ránking Afectivo de Publicidades Históricas de la Camiseta de All Boys (RAPHCAB). Nada tan afectivo, desinteresado y querible como un sponsor que pone plata en el club para que su logo decore el pecho de nuestros jugadores, ¿no?

En este viaje, mi voto como mejor auspiciante de todos los tiempos es para la autoproclamada “golosina nacional”, Mantecol, de la empresa Georgalos. No sólo porque en los ’80 su fábrica estaba frente al club y sonaba realmente a “capitales de Floresta reinvertidos en Floresta”, sino porque –y pido disculpas su me meto, ahora sí, en terrenos personalísimos– el Mantecol es mi golosina favorita.

Es como si Los Beatles pusieran su logo en la camiseta del Albo. O la Cámara Argentina de Productores de Frutillas. O el licor Baileys. O la serie “Seinfeld”. O los alfajores Havanna. O la heladería El Anta. O las zapatillas Adidas. O los teclados Roland. O los distribuidores de la próxima película de Woody Allen. Sería un placer para mí ver a cualquiera de ellos en la camiseta del Albo.

Y también, ya que estamos, sería un placer tener un canje con cualquiera de estas destacadas franquicias en el Álbum Blanco, claro.

domingo, 4 de julio de 2010

Con las inscripciones cablegráficas no se jode

Todavía está abierto libro de pases, pero cuando llega el último día, los hinchas solemos enterarnos de que, al filo del cierre del período habilitado para transferencias e incorporaciones, resulta que los clubes, debido a alguna negociación aún no concluida, inscriben cablegráficamente a algún jugador.

¿Inscribir cablegráficamente? ¿Qué es eso?

Alguna vez nos hemos reído del tema en la mesa de trabajo de Barcelona, seguramente con el cuervo Pablo Marchetti, el bostero Fer Sanchez, el gasolero Eduardo Blanco, el granate Dani Riera, el académico César Marchetti y el verdolaga Hernán Ameijeiras.

¿Se trata de una vetusta maquinola analógica, escondida en una pedorra oficina sin ventanas de la AFA, llena de cables, rodillos de papel y pistolas inyectoras de tinta? ¿Sólo se usa en los recesos de los torneos? ¿Quién la maneja, acaso un anciano burócrata que te puede contar en primera persona que en 1932 tipió con sus propios dedos el nombre de Bernabé Ferreyra, cuando llegó a River? ¿No se puede inscribir un jugador por e-mail? Son preguntas que perforan la conciencia del hincha de fútbol en cada receso.

Pero con las inscripciones cablegráficas no se jode: alguna vez, en 1998, Diego Armando Maradona fue anotado por esa vía para jugar en All Boys, entonces en el Nacional B. La foto no tiene nada que ver, fue sacada en el 2005, pero todo hincha del Albo la conoce. Y viene al caso.

viernes, 2 de julio de 2010

El Otro Yo

Hay un mexicano que se llama igual que yo, Javier Aguirre. Tuve esa revelación durante el mítico Mundial de México ’86, cuando mi meta-tocayo (¿doblemente tocayo?) jugaba con la camiseta número 13 del seleccionado de su país, y yo era un niño que veía el torneo de la gloria maradoniana sentado en el piso de la casa de mi abuela Peri.

Ahora Javier Aguirre es el director técnico de México, y estos últimos días vecinos del 3-1 de la Selección en octavos fueron muy raros. Según los diarios y los noticieros, “Javier Aguirre afirmó que...”, y yo no recuerdo haber afirmado nada de eso. Según los enviados especiales a Sudáfrica de los canales deportivos, “el esquema de Javier Aguirre buscó detener a Messi...”, y yo juro que no tengo ningún esquema, y si lo tuviera, jamás lo usaría en perjuicio de Messi.

Hasta Maradona habló de mí: dijo que me había dado un gran abrazo y aseguró que habíamos ido a comer juntos, hace tiempo, en Madrid. No voy a tirarme contra Diego en pleno Mundial, a sólo 48 horas del cruce temible ante los alemanes, pero debo decir que el Diez miente. No tuve el gusto de conocerlo personalmente, ni de abrazarlo, ni de comer con él, ni en Madrid ni en ningún otro lado.

La invasión de Javier Aguirre sobre mi vida tiene muchos capítulos. He recibido decenas de correos electrónicos de incautos hinchas de fútbol de México y España --este muchacho dirigió al Atlético Madrid hasta hace unos meses-- que, según el resultado del domingo, me felicitan por las alegrías que no les di, me alientan para que siga así y yo no sé a qué se refieren, me piden que dé una oportunidad a cierto jugador al que no conozco, o hasta me putean (con insultos mexicanos incomprensibles y ricos en “chingas”, “pinches” y “chingadas”) por alguna decisión que yo no tomé. Claro, mi email no es un alias codificado del tipo ja_87capo-de.floresta@criptomail.com, sino un austero e inequívoco javieraguirre@hotmail.com. Bah, no tan inequívoco, a juzgar por la cantidad de mails ajenos que recibo.

Alguna vez tuve la tentación de contestar esos correos, con la misma crueldad de quien le sigue la corriente a un llamado telefónico equivocado, y replicar, con tono de Chavo del 8: “Pues sabes que ese Cuahutémoc es un burro adicto a las tortas de jamón y al zumo de tamarindo, y fíjate que si no lo pongo es porque se me antoja en las chamarrotas”. No lo hice. De esto nadie tiene la culpa, y conviene no sumar más confusión.

Lo peor es la corazonada de que este canoso entrenador mexicano no es el único Javier Aguirre que anda por ahí, usurpando mi identidad sin saberlo. Un repaso por las guías telefónicas de España, América Latina y cuantas colonias hayan tenido los españoles en Asia o África, podrían arrojar cifras estremecedoras (al menos, estremecedoras para mí, y quizás, también para el DT) sobre la cantidad de javieresaguirres que habitan el mundo. Es que tanto mi nombre de pila como mi apellido son bastante comunes: si tuviera un nombre aymara combinado con un apellido lituano, o si hubiera adoptado un seudónimo cool e irrepetible, probablemente sería más difícil la homonimia.

Pero ya es tarde; tendré que resignarme y afrontar con hidalguía el terrible drama de no poder googlearme a mí mismo.

Publicado originalmente en Página/12, con el título "Las alegrías que no les di".

domingo, 27 de junio de 2010

Nada fácil

Hay una frase jocosa que escuché algunas veces, y que integra el género de la Humorada Mediante la Comparación con la fórmula “más/ que”, de modo tal de aludir a la presunta inutilidad de alguien asociándole con un cenicero en una motocicleta, o de destacar la soledad de una persona equiparándola con la de Adán en el Día de la Madre. En fin, Héctor Larrea debe saber unos cuantos más.

Pero hay uno de estos refranes pícaros que nos incumbe especialmente. Lo oí por ahí hace años, volví a notarlo recientemente, y, en cierto modo, representa la inclusión oficial de nuestro querido Albo en el habla popular de los argentinos. Sirve para destacar la facilidad que supone una tarea, o bien una mujer, y dice: “Más fácil que All Boys con seis jugadores”.

Conozco al menos dos variantes que tienen, evidentemente, el mismo espíritu: “Más fácil que All Boys con dos expulsados” y “Más fácil que All Boys con cuatro hombres” (esta última supone un desconocimiento del reglamento del fútbol, ya que un equipo no puede presentar menos de seis jugadores en cancha, pero bueno, que la International Board de la Fifa se ocupe de refutar dichos populares).

Ríanse, nomás. Creo que el Inter de Mourinho y el Barcelona de Pep Guardiola también deben ser fáciles con 6 jugadores, así que no parece una afrenta hacia el Albo.

Y, a su anónimo autor, gracias por haber logrado algo nada fácil: hacer que All Boys trascienda al fútbol y forme parte del léxico de millones de argentinos.

martes, 15 de junio de 2010

Un nuevo paradigmA

Y de golpe ya nada es lo mismo en la relación con el fútbol; más allá del Mundial, y hasta de las expectativas por los refuerzos del Albo y de las polémicas por los jugadores que se fueron. Huelo que comienza un vínculo nuevo, con muy poco que ver con aquello que All Boys fue para mí durante toda mi vida.

Se fue esa sensación de hincha de la utopía (¡aguante Deportivo Utopía!), desapareció esa convicción de ser hincha de una causa indefendible (¡vamos, vamos, Atlético Causa Indefendible!), se esfumó ese espíritu de hincha de una secta desconocida (¡olé, olé, olé, olé; Club Secta Desconocida!).

¿Estoy diciendo que voy a extrañar esos partidos de sábado de invierno, a las 15 horas, ante escaso público y frente a equipos lamentables cuyos nombres –Berazategui, Flandria, Laferrère–, y lo digo de onda, generan hilaridad? Y, no, no los voy a extrañar. En todo caso, sí extrañaré tener doce años, e ir con mi viejo a compartir ese espectáculo imposible y áspero, pero tan vinculado a mi identidad.

Bienvenidas sean la grandeza, la bonanza, la euforia, el éxito, la fama… las buenas que ya iban a venir, y que de golpe, vinieron.

domingo, 6 de junio de 2010

No se vayan, campeones

Debe ser difícil gobernar un país. Hagan el ejercicio por cinco minutos. ¿Qué hacemos? ¿A qué dedicamos el presupuesto que tenemos? ¡Escuelas! ¡Hospitales! ¡Transporte! ¡Cultura! ¡Investigación! ¡Seguridad social! “Pará de contar”, me interrumpen, “ya te excediste, tenés que bajar los gastos a la mitad…” Siempre que fantaseo con el poder llego a este callejón.

Traslado este ejercicio a la presidencia de un club –pongamos, sorpresa, All Boys– y a cómo administrar el presupuesto de un plantel durante cierto período –pongamos, sorpresa, este primer año en Primera–.

No hay manera de criticar las decisiones de Pepe Romero a la hora de armar planteles: desde su llegada a la dirección técnica del Albo parece tener una especie de Matrix o Zeitgeist en la que el ganador siempre es el club.

Se le podrá achacar a Mariano Pavone, o a José Luis Pitu Gómez, pero si recordamos cómo estábamos en la era pre-Pepe y cómo estamos ahora, diría Calamaro, basta de debate.

Eso no quita que vaya a doler si, nomás, se confirma que se quedan afuera del plantel de Primera tres bicampeones (consideramos la Promo ganada ante Central como un título, ¿no?) de alta gama como Fernando Fayart, Carlos Madeo y Pablo Solchaga.

Creo intuir los porqués de todas las decisiones. Yo mismo los he notado lentos a lo largo del torneo, especialmente al Turco Fayart, quien es el que más jugó de los tres, y a quien no podríase acusar de nada más: la garra con la que jugó todo el torneo, todos los torneos anteriores, y en especial la serie ante Central son concluyentes. Y el peor momento del Albo en los dos torneos Nacional B que acaban de pasar fue, justamente, el semestre en el que Fayart se fue a probar suerte a México. ¿No está ni para suplente en Primera? Uf…

Esa misma pregunta cabe para el conmovedor Siberiano Madeo: en el Nacional B jugó unos meses sí, unos meses no; se equivocó a veces, y otras tantas hizo goles decisivos, además de romperla en Arroyito. ¿También se queda afuera?

Entiendo todo: Las ideas más futboleras, como la de no tapar al joven Jonathan Ferrari, de partido consagratorio en Floresta en la Promo y ya con experiencia acumulada en buenas y malas. Y las más “administrativas”, para lo que vuelvo a la metáfora del estadista: si organizás un festival de cine, te quedás sin plata para organizar un plan de vacunación. O, en otras palabras, si tengo en el plantel cinco zagueros suplentes, me quedo sin plata para zagueros titulares.

El otro caso jodido es el del enorme Pato Solchaga. Para nuestro prócer de la B Metro (lo fue en “la” buena, en las varias malas y en las numerosas malísimas), las dos temporadas en el Nacional B fueron un fade out: primero por la lesión, y después por los goles postergadores de Emanuel Gigliotti, Mariano Campodónico o Mauro Matos, nunca volvió a ser lo que era para el Albo. Para sorpresa de muchos, Pepe lo incluyó unos minutos en cada partido ante Central, como si fueran los boletos del último tren.

El interés principal es All Boys, y no dudo de que Romero (y Bugallo) nunca perdieron eso de vista; y mucho menos, ahora.

Pero el único “pero” que me queda es esa sensación de tener 11 entradas para la mejor fiesta del mundo, y dejar afuera a los nobles compañeros de toda la vida.

martes, 1 de junio de 2010

Los puntos fantasma

La temporada que viene, hermosa y de lujo, con el Albo en Primera, nos encontrará a los hinchas del Blanco con una calculadora a mano (por suerte los celulares, las agendas electrónicas y las computadoras siempre tienen una, así que no hay que salir corriendo a comprar nada). Mantener la categoría será el objetivo y, a quien quiera revisar cuentas, lo invito a actualizar el machete.

Sin embargo, y de cara a la endiablada olimpíada matemática que se nos planteará después del Mundial (la cantidad de puntos ganados, dividida por la cantidad de partidos jugados), no está de más reclamar lo que nos corresponde: ¿Por qué esos cuatro puntitos que el Albo sumó en la Promoción --uno en Floresta, tres en Arroyito-- no cuentan para el Promedio? Lo mismo le va a pasar a Gimnasia de La Plata.

Por alguna razón, los puntos de la Promoción no se suman. Son fantasmas, ánimas intangibles, ninguneadas en el sistema de Promedios. Son los únicos excluidos, los únicos no privilegiados, los discriminados. ¿Hay funcionarios futboleros en el Inadi, o sólo defienden los derechos de minorías religiosas, sexuales, sanitarias o étnicas?

Los equipos que ascienden y luego descienden, como acaba de pasar con Chacarita y Atlético Tucumán, podrán acceder en sus próximos promedios a los puntos que obtuvieron en la temporada 2008/2009, cuando ganaron el Nacional B. ¿Por qué el Albo se queda sin esos cuatro puntos que ganó en Primera, en partidos que hasta salieron de TyC Sports y fueron televisados bajo el ala de la élite deportiva que supone el Fútbol Para Todos?

Se me dirá: “La Promoción es un limbo matemático, como el desempate para un título, y por tanto, no forma parte de la ‘serie regular’ de partidos, con lo que se queda fuera de los promedios”.

Yo responderé: “¿Y por qué ese limbo sí entra en la jurisdicción de las sanciones disciplinarias, como bien lo saben Jonathan Ferrari (suspendido en la revancha de la Promo tras haber acumulado amonestaciones de hace un año) o Christian Vella y Matías Pérez García (suspendidos en la primera fecha del Apertura 2010 por haber sido amonestado contra Central en el Gigante)?”

Hagan la cuenta: cuatro puntos, divididos en dos partidos, da un promedio de 2,000. Sin embargo, el Albo arranca con 0,000. ¡Justicia!

miércoles, 26 de mayo de 2010

Que se queden todos

La llegada del Albo a Primera empieza a cambiarme la vida: ya no consulto más Mundoascenso ni Soloascenso. No lo extraño en absoluto.

Claro, ahora somos cola de león, y para enterarse de novedades del All Boys sin encender la radio a las 23 para el programa de Claudio Sintes hay que conformarse con encontrar algo en la retaguardia de Olé, en la sección “Breves fútbol” de Clarín, o, quizás, en La Redó!

Dato fundamental, a la hora de pronunciar, para los recién llegados al universo Albo. Al juntar los dos monosílabos “All” y “Boys” y formar oralmente una sola palabra, “Allboys”, la acentuación debe ser aguda, no grave. O sea, no es Ólbois, es Olbóis. Ese deleznable efecto-Caldiero debe ser desterrado. En cambio, según el English from Floresta, es correcto pronunciar tanto Ollboys como Allboys.

Es que ahora estamos en todos lados, inclusive en los sitios menos simpáticos. Hasta Chiche Gelblung habló del Albo en estos días. Hasta los hinchas de River piden a Nico Cambiasso como refuerzo en el blog de Ángel Cappa.

Y hablando de refuerzos y cambiazos, ojalá que siga la política de continuidad. Que se queden todos. O casi todos. Sería un error dejar ir a Cambiasso y salir a buscar otro arquero. Sería un error dejar ir a Christian Vella, Fernando Fayart, Carlos Soto, Jonathan Ferrari, Carlos Madeo o Armando Panceri y salir a buscar otra defensa. Sería un error dejar ir a Fernando Sanchez, Emmanuel Perea, Matías Pérez García o Ariel Zárate y salir a buscar otro mediocampo. Sería un error dejar ir a Mauro Matos, Agustín Torassa, Pablo Solchaga o Mariano Campodónico y salir a buscar otra delantera. Sería un error dejar ir a Pepe Romero y salir a buscar otro DT. Seguro que habrá casos puntuales que revisar, pero el grueso de este elenco multiganador tiene que estar en Primera.

Nunca pensé que iba a desear que pase rápido el Mundial.

lunes, 24 de mayo de 2010

La vaca está volando

Aquí estamos. Lo sentimos por Maradona, por Messi, por el Teatro Colón y hasta por el Bicentenario, pero los festejos en Floresta tienen que ver con el ascenso épico de All Boys a Primera. Un premio merecidísimo, una alegría esperada desde toda mi vida, y una clase –dos, la primera había sido en el Islas Malvinas– de conducta y de fútbol.

Lloré más que lo que llovió ayer. La tapa de Clarín en la que convivían el ascenso del Albo y el diluvio universal que cayó sobre Buenos Aires me hicieron pensar en esa idea que asocia la utopía con el día que la vaca vuele. ¡Y la vaca está volando! La vaca del sponsor de All Boys, la que está en el pecho de los héroes albos del ascenso, voló derecho a la alta sociedad del fútbol argentino.

El equipo de Pepe Romero construyó un trienio soñado: sólo nos falta ganar la Libertadores del 2012 y ahí, sí, me despertaré sudado a medianoche, creyendo que soñé el mejor orgasmo deportivo de la historia. ¡Viva la Patria!

domingo, 23 de mayo de 2010

Campeones del mundo

¡Maracanazo! ¡Arroyitazo! ¡Bolas blancas! ¡All Boys en Primera! ¡Se largó el diluvio! ¡A festejar! Y con todo respeto: ¡La concha de la lora!

miércoles, 19 de mayo de 2010

Los árbitros son humanos

Es así. Aunque por lo general cuesta encontrarles rasgos de humanidad, los árbitros son homo sapiens hechos y derechos. Inclusive es humano Diego Abal, el referí que dirigió el partido de ida de la Promoción, el que le robó a All Boys un gol clarísimo (había “sólo” cuatro defensores canallas habilitando a Mauro Matos) y omitió un penal también clarísimo contra Jonathan Ferrari.

El hincha suele creerse siempre víctima de conspiraciones: he convivido con esa sensación toda la vida. Pero debo ser justo y precisar que, al menos esta temporada, no he sentido que al Albo lo hayan perjudicado especialmente. Recién sentí eso en el partido de ida de la Promoción, claro, que me llevó a recordar la probada e indudable humanidad de los árbitros.

Insisto, los árbitros, y sus asistentes, no son máquinas perfectas, sino meros hombres. Por tanto, pueden equivocarse. Y también pueden ser presionados. Pueden ser corruptos. Pueden ser acomodaticios. Pueden ser conservadores. Pueden ser parciales. Pueden ser ciegos. Pueden imaginar cosas que no ocurren en esta dimensión. Pueden ser ladrones. Pueden manejarte los partidos según la conveniencia de los poderosos. Pueden ser unos tremendos hijos de puta.

Así somos las personas.

Siempre he sido pesimista a la hora del fútbol, y de cara a la revancha en Arroyito, aunque el Albo está vivo, mantengo mi postura histórica. Ya llegarán los aplausos infinitos para este equipo la semana que viene, más allá de cómo termine la temporada.

lunes, 17 de mayo de 2010

Rosario nunca estuvo cerca

No conozco la cancha de Rosario Central. Tampoco la de Newell’s. Sí he ido más de una vez a la de Central Córdoba de Rosario, y a mucha honra.

Y de pronto, todo es Rosario, Allbogasoys, el Che Guevara: la Promoción para llegar a Primera nos encuentra en un mano a mano con Central (bueno, no tan mano a mano, la ventaja deportiva es como tener un brazo roto y un ojo morado antes de empezar la pelea).

Me encuentro pensando en que sería hermoso arrancarle una sonrisa al menos barbado del leprosísimo clan Bielsa.

Sigo esa idea y lamento que el canallísima Roberto Fontanarrosa ya no esté vivo, me habría encantado escucharlo hablar sobre All Boys, en el tono que fuera, aún si dijera “estos hijos de mil puta”…

Al margen del morbo rosarino, no hay sistema métrico decimal que mida la alegría que hay en Floresta. Estamos en el trampolín.

No éramos favoritos el sábado pasado, por los goles a favor de Instituto y por el incidente Rafaela; tampoco somos favoritos en la Promoción. Pero aún a riesgo de repetir comparaciones que ya había repetido, insisto, el miércoles, para algunos, se juega la final del Mundial.

martes, 11 de mayo de 2010

El modelo Rafaela

La Presidenta Cristina Fernández ha hablado más de una vez del modelo Rafaela, por considerar que esa pujante ciudad santafesina constituye un ejemplo de desarrollo económico y social que bien podría seguir el resto del país.

No incluye la mandataria entre las presuntas virtudes rafaelinas a la violencia y el lobby. Será que se refiere a la “Rafaela-ciudad”, y no al “Rafaela-club de fútbol”.

La suspensión del partido entre Atlético Rafaela y la CAI, por una agresión al arquero visitante por parte del público rafaelino, impidió que el partido siguiera. Recordemos que no hay público visitante: los once jugadores patagónicos eran los únicos representantes de la CAI en la ciudad-modelo.

Los rafaelinos agredieron en su propia cancha a los rivales, pararon el partido y chau. Ahora, cuando en el medio ya pasó otra fecha, la Afa decidió que el partido debe continuar, aparentemente sin mediar ninguna sanción, a pesar de lo elocuente que en ese sentido, es el artículo 80 del reglamento, que pide entre 9 y 30 puntos de penalización ante un caso así.

Como si fuera poco, ahora es muy distinta la situación de la CAI, que en el momento de la agresión a su arquero se estaba jugando la vida por evitar el descenso, y que ahora ya está confirmada inexorablemente en la Promoción: es decir, la segunda mitad del partido con Rafaela ya no la disputará con sus titulares jugándose la cabeza, sino con juveniles tratando de que no los revienten a pedradas como ocurrió el día de la suspensión, como bien consigna imparcialmente la prensa rafaelina (¿o los periodistas locales son todos de Ben Hur?).

O sea: hinchas de Atlético Rafaela (los únicos que había) lastimaron a un jugador rival, suspendieron el partido, el club no recibe sanción y el segundo tiempo lo juegan contra los pibes de un rival que ahora está en otra.

Los perjudicados son Quilmes, Instituto y All Boys, especialmente el Albo, que tiene peor diferencia de gol y un triunfo de Rafaela ante los jóvenes y medrosos patagónicos lo deja fuera de todo.

Es muy linda la idea de que los puntos se ganan en la cancha. All Boys ganó todos los puntos en la cancha.

También es muy linda la idea del Estado de Derecho, que supone que quien comete un delito, deberá responder ante las autoridades y pagar su condena.

¿Paga Rafaela?

lunes, 10 de mayo de 2010

Un manojo de cábalas

Estoy hecho un tarado. Estos días son muy difíciles, y uno navega entre la ilusión más enorme y la sensación de no poder hacer nada para colaborar con que esa ilusión se cumpla.

¿Nada? Bueno, hay algo que el hincha Albo sí puede hacer, y no me refiero a verter toxina alguna en el agua que beben los rivales, sino a poner en movimiento todas las palancas paranormales existentes para manipular el destino.

Y así como están los que rezan, los que hacen promesas y los que contratan brujas, también hay un nutrido grupo de creyentes que pretendemos cambiar el mundo desde acciones insignificantes, mínimas.

La conexión entre repetir cierto ritual y lograr determinado resultado deportivo es difícil de justificar: ¿si yo tenía diarrea el día en que All Boys ganó, debería asegurarme de sufrir ese mismo síntoma de liquidez intestinal el día del próximo partido?

La repetición supone que, a igual contexto, igual resultado; y que por tanto, cuanto más fielmente reproduzcamos el ambiente que una vez nos ha llevado a la dicha, más posibilidades tendremos de reiterar esa experiencia dichosa.

Un poco como la búsqueda de la teta materna según el psicoanálisis, otro poco como la máxima tanguera de que siempre se vuelve al primer amor; la cábala futbolera supone repetir, volver, plagiar un pasado de éxito.

Así, quien nunca ganó, no puede tener cábalas: no tiene nada que repetir pues aquello que hizo en el pasado, nunca ayudó a ganar.

Pero los límites del universo son infinitos e imprecisos, y el cabulero sabe de antemano que no podrá lograr una repetición exacta: no alcanzará con llevar las mismas medias que en el viaje de egresados para volver a levantarte a la misma chica que enganchaste en Bariloche, en septiembre de 1993.

Lo sufrí este sábado tras la derrota de All Boys en Tucumán: no pude ayudar ni llevando en el bolsillo los comprobantes de pago de viejas cuotas sociales, ni haciendo que me regalen un chocolate Gody en la víspera del partido, ni usando de nuevo el buzo verde con capucha.

Todo lo que fue un éxito contra Defensa y Justicia, Unión y Tiro Federal, resultó mera superstición inconducente contra San Martín. ¿Y ahora de qué me agarro?

martes, 27 de abril de 2010

Blancas promesas

Arriesgo: en estos días de esperanza todo hincha del Albo ya habrá hecho su propia promesa a cumplir en caso de que el club consiga volver a Primera.

El de la promesa, sea o no de índole deportiva, es un ejercicio extraño y con reglas inviolables y no escritas. Ya que estamos, a escribirlas.

Regla 1: No se debe prometer lo que no se puede cumplir.
Prometer que, si All Boys asciende, a la semana voy a ser el 9 de Boca; será la confirmación de que la promesa resultará incumplida. Salvo que seas Martín Palermo, o al menos, Lucas Viatri.

Regla 2: La promesa debe ser cumplida.
De esa obviedad se trata todo esto. Prometer que, si All Boys asciende, voy a raparme las axilas y que al final me dé fiaca y opte por ir a festejar a Jonte y Mercedes; constituye una canallada imperdonable. Y ameritará la condena del ente encargado de aplicar justicia divina, que ya sabemos quién es…

Regla 3: La promesa debe doler un poquito.
El convenio supone cierta cuota de sufrimiento. Prometer que, si All Boys asciende, voy a entregarme a los excesos sexuales, químicos, gastronómicos y turísticos; no vale. Eso no se llama promesa, sino festejo. Por tanto, aquello que se promete debe implicar esfuerzo, angustia, sinsabor o asco. Por ejemplo, prometer que, si All Boys asciende, voy a resignar todo exceso sexual, químico, gastronómico o turístico. ¿Quién firma?

Regla 4: La promesa debe estar sometida de antemano y con responsabilidad a este reglamento o a algún otro.
Hay que saber antes de empezar a qué normativa someterse, para que después no haya lamentos ni malentendidos. Aquí se habla de primero prometer, y después cumplir en caso de obtener la satisfacción requerida; en este caso, el ascenso del Albo. Pero existe otro género de promesas, con una legislación distinta, y es la de cumplir primero con lo prometido, para aspirar a recién después obtener el resultado: Voy a Luján caminando, a ver si de ese modo logro que All Boys ascienda. Es una modalidad más noble y más sufrida, pues supone arriesgar, mas sin ninguna certeza de retribución. En el Álbum Blanco optamos por guardar ese mecanismo más riesgoso e incondicional para otros temas más serios de la vida, de esos que no quedan, de pronto, en manos de un tipo como Furchi.

miércoles, 21 de abril de 2010

Hazaña no es milagro

Bueno, estamos ahí. Faltan pocas fechas, estamos a pocos puntos de la Promoción. Hemos estado mejor que hoy hace algunas semanas. Pero no hemos estado mejor que hoy en muuuuchos años.

Hay olor a balance, y a cierta sensación de panza llena que no debería sacarle al equipo la agresividad, el “ojo de tigre” del universo rockybalboano.

Claro que si esta campaña termina en Primera División todos serán héroes, y no habrá sino euforia. Hasta se siente el fantasma de la euforia, el calorcito que la euforia desprende en el aire. Esa sensación de que la euforia está cerca, de que no es imposible. No sería una locura a nivel matemático ni a nivel futbolístico estar en zona de Promo dentro de diez días.

Sí sería imprescindible asegurar este equipo para el año que viene. O por lo menos, a su gran mayoría, desde el incuestionable DT José Romero al enorme Nico Cambiasso, siguiendo por Cristian Vella, Armando Panceri, Carlos Soto, Fernando Fayart, Carlos Madeo, Jonathan Ferrari, Fernando Sánchez, Emmanuel Perea, Matías Pérez García, Mariano Campodónico, Mauro Matos, Agustín Torassa; todos ellos deberían seguir. Tampoco me apuraría a excluir a dos cracks casi ausentes este año, como Ariel Zárate y Pablo Solchaga.

¿A qué refuerzos aspirar? Eso dependerá si en la primera fecha del año que viene jugamos con Boca o con Defensa y Justicia.

martes, 20 de abril de 2010

Toco


La entrada es libre. Están invitados todos, hinchas de All Boys y homo sapiens en general.

sábado, 10 de abril de 2010

Concepto

Si hubiese sido hincha de All Boys, Lennon habría escrito algo así después de las derrotas con Olimpo y Gimnasia de Jujuy:

“Dios es un concepto que usamos para medir nuestro dolor.
Lo diré otra vez:
Dios es un concepto que usamos para medir nuestro dolor.

No creo en la magia.
No creo en el I Ching.
No creo en la Biblia.
No creo en el tarot.
No creo en Hitler.
No creo en Jesús.
No creo en Kennedy.
No creo en Buda.
No creo en mantras.
No creo en el Gita.
No creo en el yoga.
No creo en los reyes.
No creo en Elvis.
No creo en Zimmerman.
No creo en los Beatles.
No creo en el Ascenso directo.
No creo en la Promoción por el tercer o el cuarto ascenso a Primera.

El sueño terminó ¿qué puedo decir?
El sueño terminó.”

Sí, ya sé que matemáticamente todavía hay chances. Pero quién le quita el pesimismo a un hincha de All Boys.

sábado, 3 de abril de 2010

Los Rolling Stones en Floresta

No entiendo cómo pudo pasar; sí entiendo que más de un hincha no me lo perdonaría. Pasó que, a pesar de estar haber estado pendiente –diría, muy pendiente– de All Boys, pasé como cinco meses sin ir a la cancha.

Es inadmisible y no vienen al caso las excusas: que la prohibición al público visitante, que la lluvia, que las vacaciones, que el trabajo, que la familia, que el sexo desenfrenado, que lo dan por TV, que los trabajos solidarios en un leprosario de Calcuta, que tengo al techista haciendo estragos en mi casa… En definitiva, entre una cosa y otra, me doy cuenta de que –además– debo cinco meses de la cuota social.

Vuelvo por fin a Floresta y me dispongo a ponerme al día. Sé yo que pagar cinco meses juntos va a ser duro en lo económico, pero sabe Dios –que, estoy seguro, es futbolero– que lo haré con gusto. Llevo veinticuatro años de socio y, desde que me emancipé (es decir, desde que liberé a mi padre del albo honor del aporte societario mensual y empecé a abonar de mi bolsillo la cuota social) afronto el pago, casi, con gusto. De todos los pagos mensuales, es sin dudas el que hago con mayor convicción emocional.

Pero las cinco cuotas juntas ascienden a un número que me da vergüenza confesar. Pongamos que es una cifra equivalente a una entrada para ver a los Rolling Stones, a U2 o a Radiohead. Saco pecho, pago, y me llevo el montón de taloncitos que introduzco, solemne, en mi carnet.

Nada te saca la sensación de socio culo sucio.

martes, 23 de marzo de 2010

Piratas del Callao

Era enero de 1997, y estaba de iniciático y mochilero viaje por Perú y Bolivia, compartiendo sitios arqueológicos y juergas antológicas con amigos como el quemero Martín Correa, el racinguista Juan Pablo Rud y los nada futboleros Matías Pandolfi y Fiorella Kotsias. Pero el hincha de All Boys está siempre presente, y aún en plenas vacaciones, entre huellas españolas, incas y aymaras, me encontré siguiendo una pista alba.

El inmenso Pirata Adrián Czornomaz se había ido de All Boys hacía ya un año y medio, pero el recuerdo de sus 26 goles en Floresta permanecía muy presente en mi corazón blanco. Aún no existía Internet (no, al menos, para la gilada), pero sin embargo, de algún modo sabía que el Pirata estaba jugando en Universitario de Deportes, uno de los equipos grandes de Perú.

Para ese año, empezaba a imponerse el hábito marketinero de imprimir en las camisetas los nombres de los futbolistas, y se me ocurrió que conseguir la clásica casaca color crema de Universitario, con la leyenda “Czornomaz” en la espalda y el número 9, sería un modelo espectacular para lucir en las pasarelas del Islas Malvinas de Monte Castro.

Decidí hacer un rastrillaje por las casas de deportes de todo Lima. Nada. No había en toda la capital peruana una sola camiseta con el nombre del Pirata. Ni con el nombre de ningún otro jugador.

Hasta que en una galería oscura, en una especie de barrio de Once de Lima cuyo nombre nunca supe, di con una tienda en la que me ofrecieron imprimir a pedido el apellido en cuestión sobre la camiseta de Universitario. Era caro, perdería una mañana y no iba a ser un modelo original; pero igual acepté. Me cuidé de escribir yo mismo en un papel la palabra “CZORNOMAZ”, para evitar errores de tipeo, y a esperar 24 horas.

Al día siguiente, demoré a mis compañeros de viaje y volví al local a buscar mi trofeo. Malas noticias. El empleado me pidió disculpas, pero no había podido hacer la impresión: es que tenía en stock una sola letra “Z”, y “Czornomaz” es una de las pocas palabras del mundo que lleva dos zetas.

“Otra vez será”, pensé, sabiendo perfectamente que no iba a ser nunca.

lunes, 15 de marzo de 2010

Señor Juez

Los hinchas del Ascenso tienen la dicha de conocer a los peores referís en el under, es decir, mucho antes de que cometan sus desastres arbitrales ante las luces brillantes y las cámaras infinitas de la Primera División.

Alguna vez, un juez ignoto comete errores tan evidentes como sospechosos en un sórdido y sepia partido de la Primera C: cinco años más tarde, el tipo termina siendo, una celebridad nefasta como Daniel Giménez o un Gustavo Bassi, por poner dos casos temibles y difíciles de olvidar por la familia futbolera de la “A”.

Los lectores del Álbum Blanco sabrán disculpar las imprecisiones no disimuladas, pero el recuerdo es difuso:
Creo que fue entre el ’95 y el ’97.
Creo que fue ante Godoy Cruz, un televisado de domingo al mediodía.
Creo que el resultado final fue 3 a 2 –o quizá 4 a 3– en contra de All Boys.
Creo que el árbitro cobró dos o tres penales a favor de los visitantes.
Creo que el árbitro expulsó a dos o tres jugadores de All Boys.

Sí estoy seguro de que se jugó en Floresta, de que lo sufrí en la tribuna, y de que odié a ese árbitro y lo puteé (en silencio, no soy un hincha muy efusivo) como pocas veces he puteado a un juez.

Ante un arbitraje tan indignante, juré tomar nota de quién era ese referí, entonces anónimo, que nos había liquidado en nuestra propia cancha. Y tomé nota: se llamaba Fabián Madorrán. Años después se convertiría en un desastre del arbitraje mainstream, y terminaría suicidándose.

domingo, 7 de marzo de 2010

Una pasión indefendible

En un lugar de Internet de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho, y en uno de esos zigzagueos ebrios por ámbitos albos de la web, di con un inusual posteo de un hincha de All Boys.

Cito textualmente:

“HOLA.
YO SER ALL BOYS FAN.
YO SER DE SWEDEN.
YO ESTAR EN ARGENTINA EN MITAD DE AÑO Y MI ARGENTINA NOVIA IRME AL STADIO A VER ALL BOYS.
Y LUEGO SOY ALL BOYS FAN.
AL STADIO ES MARAVILLOSO Y LA GENTE Y EL EQUIPO.
YO AMO ALL BOYS.
VI JUGAR PATO SOLCHAGA, ZARATE, CAMBIASSO, STEFFANO, PANCERI.
Y VI JUGAR GIGLIOTTI ANTES VENDERSE.
VAMOS ALL BOYS POR EL CAMPEONATO.
SALUDOS DESDE SWEDEN
THOMAS BRAINA”

Los errores gramaticales y en los nombres de los jugadores forman parte de la riqueza del testimonio, claro. Y la novia, un ejemplo de imperialismo deportivo que merece el más caluroso aplauso de cualquier hincha argentino.

Pero el caso-Thomas Braina deja planteados algunos interrogantes: ¿Conmovedor o indignante? ¿Ídolo transoceánico o boludazo tierno? ¿Pasión indefendible o pasión inexplicable?

Más interrogantes: ¿Terminará Zlatan Ibrahimovic su carrera en Floresta? ¿Se viene el trapo “Estocolmo es del Albo”? ¿Cómo se dirá “Chicago hijo nuestro” en sueco? ¿Será “Cɦȋcȁǥɸ ɦȋʝɸ ɳuɛșţrɸ”?

lunes, 1 de marzo de 2010

¿All Boys en Primera o la Selección campeona en Sudáfrica? (reprise)

Hace casi seis meses, All Boys y Platense chocaban por la primera ronda de este torneo en la misma semana en la que la Selección Argentina recibía a Brasil en Rosario, por las Eliminatorias. Un post del Álbum Blanco se preguntaba realmente qué partido debía interesar más a un hincha Albo.

Hoy, la posición expectante de All Boys en la tabla, hace pensar que una Promoción para ascender no sea una utopía. En el caso de llegar a esa instancia, los partidos decisivos tendrían lugar a pocos días de diferencia del comienzo del Mundial Sudáfrica 2010.

La reflexión es similar: se trata de dos apuestas todavía mayores que las del último septiembre; All Boys peleando hipotéticamente un ascenso a Primera, la Selección (Maradona, Messi y siguen las firmas) peleando –igual de hipotéticamente– por el título del mundo.

¿Qué es mejor? ¿Ser el más feliz del barrio o el más feliz del mundo? El Álbum Blanco va por la opción 1.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El incidente Frisone

Los caminos del hincha son misteriosos, retorcidos. La jornada futbolera más horrible que recuerdo como nativo de Floresta no fue un descenso, ni el 0-4 ante Chicago en Vélez, sino la de la final del Reducido por el ascenso al Nacional B de 1990, en la que All Boys cayera por penales ante Laferrère en la cancha de Huracán.

Había ido a la cancha con mi viejo, mis hermanos y mi abuelo (acaso también mi abuela, no estoy seguro), y no sólo aspiramos gas lacrimógeno por los incidentes con la Federal del menemismo, sino que terminamos desalojando la cancha, a toda tristeza. Todavía hoy creo escuchar ese éxodo por Parque Patricios durante el cual otros hinchas, con más espíritu, cantaban ese gospel futbolero y desgarrador: “All Boys, All Booooys; te vamos a seguiriiiir, adonde quieras iiir…; All Boys, All Booooys…”.

Pero me detengo en el último penal, ese momento espantoso en el que se acaba todo. Ya el arquero rival les había atajado disparos a Jorge Rojas y a Gustavo Minervino, y con la soga en el cuello llegaba el turno de que pateara un tal… Miguel Frisone.

Parecía un chico de las inferiores del club, aunque algunos le atribuyen un paso juvenil por Racing. Rubión, flaco, suplente nato, podía jugar de 5, también de 6. Ese día entró a pocos minutos del final, acaso ya pensando en los penales, acaso con alguna buena efectividad penalera en los entrenamientos.

Recuerdo que en la platea, a un par de metros de donde yo estaba, dos muchachas de edad indefinida (hay un momento de la vida en el que, curiosamente, para uno todavía resulta complejo distinguir una mina de 20 de una de 40) lo alentaban y le gritaban, con femeninísima euforia: “¡Fricho, Frichoooo!”

Fricho Frisone fue a patear el penal decisivo con decisión: reventó el travesaño. Chau ilusión. Nos quedamos en la B Metropolitana.

El tren de la gloria pasa pocas veces. Para All Boys volvió a pasar sólo tres veces en los siguientes 18 años. Para Frisone, nunca más. Parece que fue a parar a San Telmo (acompañado por un veterano con gloria pasada en el Albo, Néstor Palópoli, que alguna vez volverá al Álbum Blanco).

Google resulta muy discreto para saber qué fue de la vida de Frisone. Encontré por ahí a un “doctor Miguel Frisone”, pero su segundo nombre descarta que sea el mismo Fricho del penal fatal, el mismo Fricho que vivió desgracias afines a las de Esteban Cambiasso en el Mundial ’06, o del italiano Aldo Serena en el Mundial ’90.

En todo caso, Frisone y la alba frustración de aquel horrible 2 de junio de 1990 contribuyeron a forjar al hincha escéptico, pesimista y envenenado que soy hoy. ¡Gracias!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Un Falcon verde y negro

El hincha de All Boys no necesita nuevas razones para experimentar antipatía hacia Nueva Chicago. Sin embargo, siempre aparece alguna.















El periodista, poeta e hincha granate Daniel Riera, compañero en la Revista Barcelona, me ha acercado un jugoso dato para una sección que aquí se inaugura y que él mismo bautizó El Álbum Blanco Investiga.

Se trata de esta foto de un equipo de Chicago de 1979, año en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recibía a familiares de desaparecidos y redactaba un informe sobre crímenes que había cometido (y seguiría cometiendo) la dictadura militar.

En respuesta a esa visita, la cúpula del gobierno militar desarrolló la amargamente recordada campaña de propaganda que decía “Los argentinos somos derechos y humanos”.

Esta foto (extraída del libro La historia del ascenso. Una historia jamás contada, Pablo A. Ramírez, editorial Corregidor, 1998) prueba cómo aquel plantel de Chicago apoyaba alguna de las consignas de la dictadura, en tiempos en los que en la Argentina estaban ocurriendo decenas de miles de crímenes de lesa humanidad.

Está claro que siempre hay una razón más para tener mala onda con los muchachos de Mataderos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Darío, este fan nato

Darío Stefanatto contó montones de veces que es fanático de All Boys. Su familia anduvo y anda siempre por el club. Los hinchas lo adoran y con toda justicia: cada vez que salió a la cancha aportó tanto sangre como juego.

Surgió en las inferiores del Albo, fue el 5 de lujo que tuvo el equipo campeón de hace un año y medio, y en la primera ronda del presente torneo, con su juventud y todo, estuvo en el podio de los mejores jugadores del equipo, junto a dos veteranos como Nicolás Cambiasso y Mariano Campodónico.

Cuando surgió la oferta de Estudiantes de La Plata para llevárselo, varios de los integrantes del plantel albo le sugirieron aceptar la propuesta. También el presidente Roberto Bugallo le sugirió lo mismo. Quizá si conociera personalmente a Darío, yo también habría sugerido que aceptara, aunque hubiera propuesto que se quedara hasta el final del torneo.

El chau a este campeón acaso deje dudas y miserias sobre cotizaciones, porcentajes, futuras ventas, opciones de compra, deudas del club con el presidente, o acerca de si este era nomás el momento apropiado para desprenderse del gran crack joven del equipo (a propósito, más allá de que esta sea la prueba de fuego para Lionel Coudannes, y de que haya posibilidades de que llegue otro 5, ¿todavía sigue en el plantel Emiliano Díaz, el hijo volante central de Ramón?).

Y se fue nomás al club subcampeón del mundo. Ningún hincha de All Boys podría reprocharle nada a Stefanatto. Suerte. Ojalá que volvamos a verlo vestido de blanco antes de que cumpla 35.

miércoles, 27 de enero de 2010

Macri pone dinero en All Boys

Conseguir recursos es una de las metas de todos los dirigentes deportivos, y la publicidad en la camiseta del club es uno de los métodos más comunes. Está claro que, para los patrocinadores, poner su logo en la casaca de Boca resulta más atractivo, y mucho más caro, que en la de Riestra. Pero también es verdad que la capacidad de negociación y la riqueza de la agenda de los dirigentes pueden determinar la diferencia entre ser auspiciado por Coca-Cola o por Fiambrería Don Carolo.

Pero no es lo mismo cuando el sponsor es un organismo gubernamental, municipal o provincial: ahí la guita que embolsa el club sponsoreado no viene de un empresario, sino de los contribuyentes, los que pagan impuestos, los que no evaden...

Un repaso por las camisetas del Nacional B de las últimas dos temporadas revela que varios clubes del Interior han contado con el aporte económico de diversas entidades más o menos vinculadas al Estado.

“¡Viva Jujuy!”, invitó la de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, promocionando el turismo en la nórdica provincia. “Banco de Córdoba”, sugerían las de Talleres e Instituto, promocionando la bancarización de hinchas en el organismo provincial oficial.

“Caja Popular Tucumán”, señaló la del San Martín tucumano; mientras que la del San Martín sanjuanino pregonó “San Juan Minero”, campaña para la polemiquísima explotación minera en la provincia, cuyas raíces parten tanto de la Barrick Gold como del gobernador José Luis Gioja.

Es evidente el argumento de que, para los Estados provinciales, tener un equipo de fútbol en las grandes ligas (Primera División, Nacional B), de un modo u otro rinde a nivel político. Pero también es claro que los equipos porteños corren en desventaja: ni siquiera River o Boca tienen en la camiseta un eslogan de la administración Mauricio Macri.

Pregunto si sería lindo que el Gobierno de la Ciudad patrocinara las camisetas, por caso, de Ferro y All Boys. “Haciendo Buenos Aires”, leeríamos en el pecho de Darío Stefanatto. Auch…

¿O será que Dios atiende en Capital pero la pauta publicitaria para los clubes sólo se reparte en provincia?

miércoles, 13 de enero de 2010

De Adorno en Floresta

All Boys tiene el don de aparecer en todos lados. A fines de los ’90, durante mi deslucido paso por las aulas de la Universidad de Buenos Aires, los esfuerzos (dignos de un equipo de Bielsa) de profesores como Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Esteban Ierardo me permitieron acceder a la dura lectura de un pensador alemán que se llamaba... Theodore Adorno. Por esos tiempos, yo sólo había conocido a otra persona apellidada Adorno, y esa persona ocupaba justamente el banco de suplentes del Albo: Ramón Toribio Adorno.

El equipo de Ramón, en términos estéticos, fue el mejor que vi en Floresta en todos los tiempos, y amerita una futura mirada exclusiva en el Álbum Blanco. Bailó a medio Nacional B y quedó cerca del ascenso a Primera. Aplausos.

Alguna vez, alguno de los tantos amigos futboleros (acaso el racinguista César Marchetti) me dijo que “cultura general es todo aquello que está entre Theodore Adorno y Ramón Adorno”.

Ignoro si Ramón Adorno leyó a Theodore Adorno: no tenía mucha pinta de degustar el marxismo crítico, y ni siquiera tenía pinta de alfabetizado, dicho esto con onda.

Lo que sí puedo aseverar es que Theodore Adorno nunca vio al maravilloso equipo de All Boys de Ramón Adorno: más allá de que le gustara o no el fútbol, lo cierto es que murió en 1969, cuando Ramón Adorno todavía era jugador y ni soñaba con el buzo de DT. A lo sumo Theodore Adorno habrá visto al Hertha Berlin o al Schalke 04, pero ni en pedo a las deliciosas triangulaciones entre Gastón Barroso, Hernán Oreiro, Hernán Manrique, Damián Yáñez y Adrián el Pirata Czornomaz.

Te la perdiste, Theodore.