domingo, 31 de julio de 2011

Temporada 2011/2012: antes del diario del lunes

A falta de goles propios que celebrar, en el receso uno celebra las incorporaciones en el plantel; así como, a falta de goles rivales que sufrir, en el receso uno sufre las bajas en el plantel.

Claro; una vez terminada la temporada, es fácil mirar atrás y decir: “Yo sabía que el Burrito Ortega estaba terminado”. O golpearse el pecho: “Yo sabía que Manu Gigliotti, otra vez, la iba a romper con la camiseta de All Boys”.

Por eso, como ya es costumbre, el Álbum Blanco pone la cara y opina ahora, a lo bonzo, sobre la conformación del plantel para la temporada 2011/2012.

Primero, los adioses. El alejamiento del enorme Emmanuel Gigliotti, acaso previsible, va a doler: goles son amores. Y el de Carlos Casteglione, a pesar de sus lesiones, también: con él en cancha, el Albo siempre tuvo solidez. Las demás partidas… bueno, no parecen ser demasiado importantes, acaso con las excepciones de Ariel Zárate, Carlos Madeo, Marcelo Vieytes –en los tres casos, por razones deportivas y afectivas–, y también de Sebastián Grazzini, a quien, si acabamos de decir que goles son amores, hay que reconocerle sus gritos contra Vélez, Tigre y Estudiantes.

Ahora, las bienvenidas. Los regresos de Matías Pérez García y de Darío Stefanatto, evidentemente, nos alegran; aunque el 10 ya probó su valía en Primera y augura más certezas que el 5, quien jugó poco en Estudiantes y genera cierta incógnita sobre si podrá imponerse en la élite.

Las demás incorporaciones parecen ser, apenas, apuestas bienintencionadas. Lo es el retorno del mediapunta Hugo Bargas, saludable por el hecho de reafirmar la política de regresos, pero que no implica jugar a seguro. Parece pillo haber traído al veterano mediocampista Martín Zapata. Da un poquito de miedo el zaguero Facundo Quiroga, que tiene un currículum importante (Selección, Europa), pero con bloopers recientes (River, Huracán). Todo para ganar y nada que perder tienen los delanteros Juan Carlos Ferreyra y Carlos Salom, el defensor Maximiliano Coronel, el arquero Bernardo Leyenda y el enganche Patricio Pérez: nadie espera que sean figuras.

El gran acierto de Roberto Bugallo y la dirigencia es, otra vez, haber mantenido el grueso del plantel que viene de conquista en conquista desde hace cuatro años, así como la conducción, a cargo de Pepe Romero. Y el gran acierto de los hinchas será revalidar el respaldo a cada jugador que lleve la camiseta del club.

sábado, 23 de julio de 2011

Floresta: Barrio Chino (y Siberiano)

En estos tiempos dulces, el receso es doloroso para los hinchas de All Boys. Y mientras esperamos, como ansiosas colegialas frente al teléfono, cada dato sobre los jugadores que renuevan sus contratos o se suman al plantel, no está mal aplaudir un poco.

Primeros aplausos, para los notables comuñes de papel creados por el hábil albo Matías Rodríguez, un homenaje papirofléxico al plantel (con Pepe Romero y Roberto Bugallo incluidos) que nos permitió conservar la categoría en Primera. Para imprimir, recortar y armar. ¡Origami de barrio!

Los aplausos que siguen –nos vamos poniendo serios– son para tres héroes que dejaron el plantel de All Boys después de cuatro temporadas inolvidables.

Uno es el Querido Negro Marcelo Vieytes, cuya cabriola en Arroyito por siempre nos dilatará los poros de los brazos a todos los hinchas del Albo, y que ya protagonizó una página del Álbum Blanco.

El segundo es Ariel Zárate, quien dejó el fútbol y permanece en el club como mánager. Acaso por su veteranía, sus dos temporadas en el Nacional B y su último acto, en Primera, no lograron mostrarlo en el nivel con el que nos compró a todos los hinchas en el título obtenido en la B Metropolitana del 2008. En aquel torneo, no lo dudo, se convirtió en el mejor 10 que vi con la camiseta de All Boys. Armador, goleador, líder y jugador indispensable, Zárate estuvo a la altura de Alberto Pascutti y fue la cara de aquel equipo campeón. Gracias, Chino, por hacernos felices tantas veces.

El aplauso final es para el entrañable Carlos Madeo, acaso uno de los zagueros del Blanco que más me emocionó en la historia. Cuando llegó a Floresta lo creí un avatar de otro grande, Gustavo Minervino, pero finalmente Madeo construyó su propia gloria, a fuerza de jugarse el epitelio craneal en cada pelota.

Como hincha, pocas veces me sentí tan seguro como cuando Carlitos estuvo en cancha. Generoso como un guardavidas, noble como un husky, desinteresado como un escudo humano, temerario como un suicida, Madeo no sólo fue parte de un campeonato, un ascenso y dos permanencias; sino que representó como nadie la idea del marcador central heroico, del defensor romántico, símbolo del rollingstoneano rescate emocional. Gracias, Siberiano, por salvarnos tantas veces.

viernes, 8 de julio de 2011

El hincha reaccionario

¿Traicionarías tus convicciones, en pos de favorecer a tu equipo de fútbol? Esta chicana ético-futbolera, esta –algo gansa– reflexión sobre los límites de la ilimitada pasión que despierta el cuadro del que uno es hincha, alguna vez ha sido olisqueada en el Álbum Blanco.

¿Hasta qué punto puede ser uno imparcial, justo y equilibrado en un ámbito como el deportivo; que pasa, precisamente, por la competencia, por imponerse por sobre el prójimo, por ganarse el rol de ganador o bien comerse doblada la función de perdedor?

El cacareado descenso de River parece haber sacudido algunas estructuras, y haber disparado debates sobre tres supuestos del fútbol argentino que, desde hace rato, sonaban como admitidos, sino como inmutables: Que la Promoción es apasionante. Que los promedios son injustos pero favorecen a los poderosos. Y que Julio Grondona será el presidente de Afa por toda la eternidad.


Ahí está la Promoción, que enfrenta a uno que está arriba, que tiene todo para perder y que goza de ventaja deportiva; con otro que está abajo, que tiene todo para ganar, y que empieza perdiendo 1 a 0. Y que aún así, brinda mayor “movilidad social” entre una división y otra, aún cuando enfrenta a davides y goliates. Nada que discutir.

Ahí están los promedios, que si bien exigen que los clubes recién ascendidos paguen cierto derecho de piso matemático, otorgan cierto blindaje ante circunstanciales malas rachas, y premian y castigan aquello tan pedido como los procesos a largo plazo. Nada que discutir.

Y ahí está Julio Grondona, cuyo mandato en la AFA empezó en 1979 (ha sobrevivido a los de Videla, Viola, Galtieri, Bignone, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saá, Caamaño, Duhalde, Kirchner, Fernández de Kirchner… ¿siguen las firmas?), y desde entonces ha cosechado toda clase de denuncias sobre complicidades, sobre manejos poco claros con el sector privado y con el Estado, sobre problemas crónicos de seguridad en las canchas... ¿Nada que discutir?

A todo esto, el Albo vive el momento más feliz de su historia. En términos futbolísticos, en Floresta nunca nos sentimos tan felices como hoy. ¿Y qué debería pensar el hincha de All Boys, entonces, en este contexto de sana euforia particular, y encarnizado debate general?

La buena relación entre Grondona y el presidente del Albo, (¡todos de pie en Floresta!) Roberto Bugallo, es un dato a considerar. Este presente maravilloso del club, es otro dato a considerar.

Si al Álbum Blanco, le dan a elegir entre conservadores y revolucionarios, seguramente elegirá la opción B. Está muy bueno cambiar para bien, crecer, progresar. Aunque esta vez es más difícil: este momento es tan lindo, que mejorarlo todavía más, no debe ser fácil.

No vamos a decir, “aguante Grondona”, claro. ¿Pero será muy mezquino postergar por un tiempito la revolución?