miércoles, 21 de octubre de 2020

Las aventuras de Pedro Da Luz

Hoy murió Pedro Da Luz. Lo conocí cuando yo era un adolescente, en mis primeras aventuras periodísticas: él ya era un aventurero.

Imposible no pasarla bien cerca de Pedro Da Luz. Integraba, desde un lugar extraño, acaso misterioso, el equipo periodístico En Blanco y Negro: con él armamos una suerte de unidad muletto con la que seguimos las peripecias de All Boys de visitante, en la pesadillas federales del Nacional B de los '90. Era un gran compañero para esas infinitas travesías en micro a Tucumán, a Córdoba, a San Juan, con hospedajes en hoteles alojamiento, derrotas sistemáticas y risas estrictamente cómplices. Tenía espíritu blusero pero era bien podría haber sido punk.

Hablaba de revolucionarios latinoamericanos de los '60 mientras lamentaba cómo había errado el 9 solo abajo del arco. Tenía un sinfín de anécdotas truncas, de amores cerrados, de negocios fallidos, de cosmovisiones futboleras inevitablemente agridulces. En los últimos veinte años, sólo lo crucé de vez en cuando, únicamente en la cancha de All Boys.

Usé su apellido como inspiración: en mis novelas del inspector Diamond Gerace, nombré Da Luz a un personaje, el cantinero totémico del bar Vamos Floresta.

Pedro Da Luz siempre estaba un poco en otra cosa. De cada dos palabras que soltaba, una la decía mirando el horizonte. Siempre con la vista levantada. Gracias por todo, Pedrito.