domingo, 25 de octubre de 2009

La Selección de All Boys

Hay quienes dedican su esfuerzo mental a buscar curas para enfermedades espantosas. Hay quienes exprimen sus cerebros en pos de ideas o herramientas que posibiliten el bien común, la Justicia, la equidad, la solidaridad.

Yo estuve pensando, en cambio, en cuál sería la Selección Ideal de All Boys. Impongo para esta reflexión una suerte de dogma que contempla tres únicos requisitos:
1) tienen que ser jugadores nacidos futbolísticamente en All Boys.
2) tienen que haber jugado en la Primera del Blanco.
3) tienen que estar actualmente en actividad.

La primera premisa excluye a ídolos como Pablo Solchaga o Alberto Pascutti. La segunda, a celebridades como Carlos Tévez o Mauro Boselli. La tercera, a glorias como Néstor Fabbri o Antonio Spilinga.

Hasta acá llegué:

Pablo De Nicola;
Martín Romagnoli, Jonathan Ferrari, Lautaro Álvarez, Armando Panceri;
Fernando Sánchez, Darío Stefanatto, Martín Andrizzi; Javier Umbides;
Agustín Torassa, Germán Scamporrino.

Y quedan, en la lista de buena fe, Julián Maidana, Angel Vildozo, Patricio D’Amico, Facundo Diz...

¿Algún hincha de All Boys puede subir la apuesta, o acaso el siempre altruista fan del Albo prefiere pensar en cómo conseguir la paz mundial?

jueves, 15 de octubre de 2009

El Comisario del barrio

Los apodos policíacos no son muy queridos en el mundo del fútbol. Pareciera que, en general, seudónimos como “el Vigilante”, “el Yuta”, “el Forense” o “el Buchonazo” no sonarían demasiado cálidos a oídos de futbolistas, entrenadores, hinchas, periodistas deportivos ni expertos en marketing de Adidas. Dos de los escasísimos ejemplos de apodos policíacos son los de aquel mediocampista de Banfield, Jorge Patrulla Jiménez y de ese defensor paraguayo que jugó en River, Pedro El Cabo Sarabia (los casos Javier Sheriff Castrilli y Daniel Sargento Giménez no cuentan por tratarse de árbitros, una actividad evidentemente para-policial). Sin embargo, hay un apodo policíaco que, al menos para mí, es la excepción a la regla y me trae honesta simpatía y agradecimiento de hincha: Gustavo El Comisario De la Llera.

Hay que aceptar alegremente que te llamen El Comisario y no ser estudiante de la Escuela Policial Juan Vucetich. Pero a Gustavo De la Llera no parecía importarle nada. Este Comisario que jugó en All Boys entre 1986 y 1991 era morochón, recio, hosco, de pecho ancho, jugaba de defensor central, tenía la cinta de capitán tatuada en el brazo y en el medio de su rostro estaba la seña particular que explicaba su apodo uniformado: usaba un inmenso, ancho y simétrico bigote negro.

Ese bigote pedía a gritos ser portado por un comisario de pueblo. Pero lo portaba un impresionante zaguero del Ascenso. Fuerte, tiempista, sobrio, hosco y muy intimidante. El camarada Google me asistió para dar con un reportaje (fuente: Xenen.com.ar) en que El comisario tira un textual que justificará lo de “intimidante”. Cuenta De la Llera sobre un clásico All Boys vs. Chicago en el que su compañero en la zaga central era un juvenil que acababa de debutar en la primera del Albo, Julián Maidana: “El árbitro Sliwa cobra una falta, y Víctor Rogelio Ramos, que jugaba en Chicago, le da una trompada clarísima a Julián y le parte la nariz. Le digo ‘Sliwa, ¿no la viste?’, y me contesta ‘¡Negro no me jodás, no me hagas quilombo!’ Entonces le meto una mano y lo rompo a Ramos. Dos partidos me dieron. Ganamos el clásico, en Vélez, 2-1. Las tribunas se venían abajo.”

¿Violencia policial pero buena? Para destacarse como marcador central en el Ascenso hay que hacer algunas concesiones.

El Comisario también jugó en otros clubes (Sarmiento, Independiente, Almagro) y desde hace años es entrenador. En Floresta, y sin sorna, bien debería recordarse a Gustavo De la Llera como “el mejor policía del mundo”.

sábado, 3 de octubre de 2009

Reality: Capo de plantel

Estás sentado con la espalda contra una pared húmeda, sobre un banco de madera, en pleno vestuario de All Boys, junto a todo el plantel.

A un costado conversan en voz inaudible y con gestos más que calmos el entrenador, Pepe Romero, y su ayudante, Aníbal Biggeri.

Algunos jugadores intercambian detalles puntuales: Armando Panceri y el Negro Vieytes escuchan, atentos, una indicación del Cabezón Sánchez, que usa el dedo como si fuera un lápiz con el que dibuja en el aire. El Tano Vella parece obsesionado con el vendaje de su tobillo, Steffanatto piensa en voz alta.

El Chino Zárate parece fastidiado y mantiene una charla esporádica, rica en silencios y gestos reflexivos, con Mariano Campodónico.

Te está mirando Nicolás Cambiasso, grandote, con gesto serio, profesional, político. Está como esperando que vos tomes la palabra. También se asoman, sin hablar, Agustín Torassa, Carlos Soto y Carlos Madeo.

¿Qué les decís?