No entiendo cómo pudo pasar; sí entiendo que más de un hincha no me lo perdonaría. Pasó que, a pesar de estar haber estado pendiente –diría, muy pendiente– de All Boys, pasé como cinco meses sin ir a la cancha.
Es inadmisible y no vienen al caso las excusas: que la prohibición al público visitante, que la lluvia, que las vacaciones, que el trabajo, que la familia, que el sexo desenfrenado, que lo dan por TV, que los trabajos solidarios en un leprosario de Calcuta, que tengo al techista haciendo estragos en mi casa… En definitiva, entre una cosa y otra, me doy cuenta de que –además– debo cinco meses de la cuota social.
Vuelvo por fin a Floresta y me dispongo a ponerme al día. Sé yo que pagar cinco meses juntos va a ser duro en lo económico, pero sabe Dios –que, estoy seguro, es futbolero– que lo haré con gusto. Llevo veinticuatro años de socio y, desde que me emancipé (es decir, desde que liberé a mi padre del albo honor del aporte societario mensual y empecé a abonar de mi bolsillo la cuota social) afronto el pago, casi, con gusto. De todos los pagos mensuales, es sin dudas el que hago con mayor convicción emocional.
Pero las cinco cuotas juntas ascienden a un número que me da vergüenza confesar. Pongamos que es una cifra equivalente a una entrada para ver a los Rolling Stones, a U2 o a Radiohead. Saco pecho, pago, y me llevo el montón de taloncitos que introduzco, solemne, en mi carnet.
Nada te saca la sensación de socio culo sucio.
sábado, 3 de abril de 2010
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Y si, 2 gambuzzi es plata. Pero bien invertidas
ResponderEliminarSaludos, me divierte mucho tu blog
Hola Seba, gracias, me alegro de que te diviertas con el Álbum Blanco! Abrazo...
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