martes, 18 de junio de 2013

Los grandes no lloran

 “…Trato de reírme de esto,
 escondiendo las lágrimas en mis ojos,
porque los chicos no lloran…”
(Robert Smith, Lol Tolhurst, Michael Dempsey)

No termino de comprar lo de los clubes ricos que tienen tristeza. No quisiera sonar insensible, ni exagerar revanchismos de clase, pero el dolor circunstancial de los poderosos, de los reyes de copas, de los millonarios, no puede compararse con las privaciones constantes, existenciales, casi preestablecidas de los humildes. 

Lloran los hinchas de clubes grandes porque, por una vez, se van a la B. Y es un llanto llorón, un lamento sin miedo real: saben que en unos meses, 12 o 24, estarán de nuevo en la élite. Saben que este tropezón no implicará que no sigan llegando jugadores de renombre, ni que sus partidos dejen de ser televisados, ni que los reflectores mediáticos vayan a ningunearles la luz. Así funciona el mundo.

Ante una situación similar, el dolor de los humildes es otra cosa. Los que defendemos divisas indefendibles, por caso, los hinchas de All Boys, sabemos el riesgo insondable que hay en el abismo. Abundan los casos de clubes pequeños que en los últimos años estuvieron en Primera, y de los que, desde sus descensos, nunca más se supo nada: Los Andes, Almagro, Chacarita, Huracán de Tres Arroyos… ¿Desafiliados? ¿Quebrados? ¿Succionados por agujero negro? ¿Acaso abducidos por el ovni del oprobio? 


No lloren, hinchas de Independiente. Tampoco los de River, San Lorenzo, Racing, Juventus, América de Cali o Atlético Madrid. No nos roben el orgullo de ser los muchachitos losers de esta película que es el fútbol.


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