Conseguir recursos es una de las metas de todos los dirigentes deportivos, y la publicidad en la camiseta del club es uno de los métodos más comunes. Está claro que, para los patrocinadores, poner su logo en la casaca de Boca resulta más atractivo, y mucho más caro, que en la de Riestra. Pero también es verdad que la capacidad de negociación y la riqueza de la agenda de los dirigentes pueden determinar la diferencia entre ser auspiciado por Coca-Cola o por Fiambrería Don Carolo.
Pero no es lo mismo cuando el sponsor es un organismo gubernamental, municipal o provincial: ahí la guita que embolsa el club sponsoreado no viene de un empresario, sino de los contribuyentes, los que pagan impuestos, los que no evaden...
Un repaso por las camisetas del Nacional B de las últimas dos temporadas revela que varios clubes del Interior han contado con el aporte económico de diversas entidades más o menos vinculadas al Estado.
“¡Viva Jujuy!”, invitó la de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, promocionando el turismo en la nórdica provincia. “Banco de Córdoba”, sugerían las de Talleres e Instituto, promocionando la bancarización de hinchas en el organismo provincial oficial.
“Caja Popular Tucumán”, señaló la del San Martín tucumano; mientras que la del San Martín sanjuanino pregonó “San Juan Minero”, campaña para la polemiquísima explotación minera en la provincia, cuyas raíces parten tanto de la Barrick Gold como del gobernador José Luis Gioja.
Es evidente el argumento de que, para los Estados provinciales, tener un equipo de fútbol en las grandes ligas (Primera División, Nacional B), de un modo u otro rinde a nivel político. Pero también es claro que los equipos porteños corren en desventaja: ni siquiera River o Boca tienen en la camiseta un eslogan de la administración Mauricio Macri.
Pregunto si sería lindo que el Gobierno de la Ciudad patrocinara las camisetas, por caso, de Ferro y All Boys. “Haciendo Buenos Aires”, leeríamos en el pecho de Darío Stefanatto. Auch…
¿O será que Dios atiende en Capital pero la pauta publicitaria para los clubes sólo se reparte en provincia?
miércoles, 27 de enero de 2010
miércoles, 13 de enero de 2010
De Adorno en Floresta
All Boys tiene el don de aparecer en todos lados. A fines de los ’90, durante mi deslucido paso por las aulas de la Universidad de Buenos Aires, los esfuerzos (dignos de un equipo de Bielsa) de profesores como Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Esteban Ierardo me permitieron acceder a la dura lectura de un pensador alemán que se llamaba... Theodore Adorno. Por esos tiempos, yo sólo había conocido a otra persona apellidada Adorno, y esa persona ocupaba justamente el banco de suplentes del Albo: Ramón Toribio Adorno.
El equipo de Ramón, en términos estéticos, fue el mejor que vi en Floresta en todos los tiempos, y amerita una futura mirada exclusiva en el Álbum Blanco. Bailó a medio Nacional B y quedó cerca del ascenso a Primera. Aplausos.
Alguna vez, alguno de los tantos amigos futboleros (acaso el racinguista César Marchetti) me dijo que “cultura general es todo aquello que está entre Theodore Adorno y Ramón Adorno”.
Ignoro si Ramón Adorno leyó a Theodore Adorno: no tenía mucha pinta de degustar el marxismo crítico, y ni siquiera tenía pinta de alfabetizado, dicho esto con onda.
Lo que sí puedo aseverar es que Theodore Adorno nunca vio al maravilloso equipo de All Boys de Ramón Adorno: más allá de que le gustara o no el fútbol, lo cierto es que murió en 1969, cuando Ramón Adorno todavía era jugador y ni soñaba con el buzo de DT. A lo sumo Theodore Adorno habrá visto al Hertha Berlin o al Schalke 04, pero ni en pedo a las deliciosas triangulaciones entre Gastón Barroso, Hernán Oreiro, Hernán Manrique, Damián Yáñez y Adrián el Pirata Czornomaz.
Te la perdiste, Theodore.
El equipo de Ramón, en términos estéticos, fue el mejor que vi en Floresta en todos los tiempos, y amerita una futura mirada exclusiva en el Álbum Blanco. Bailó a medio Nacional B y quedó cerca del ascenso a Primera. Aplausos.
Alguna vez, alguno de los tantos amigos futboleros (acaso el racinguista César Marchetti) me dijo que “cultura general es todo aquello que está entre Theodore Adorno y Ramón Adorno”.
Ignoro si Ramón Adorno leyó a Theodore Adorno: no tenía mucha pinta de degustar el marxismo crítico, y ni siquiera tenía pinta de alfabetizado, dicho esto con onda.
Lo que sí puedo aseverar es que Theodore Adorno nunca vio al maravilloso equipo de All Boys de Ramón Adorno: más allá de que le gustara o no el fútbol, lo cierto es que murió en 1969, cuando Ramón Adorno todavía era jugador y ni soñaba con el buzo de DT. A lo sumo Theodore Adorno habrá visto al Hertha Berlin o al Schalke 04, pero ni en pedo a las deliciosas triangulaciones entre Gastón Barroso, Hernán Oreiro, Hernán Manrique, Damián Yáñez y Adrián el Pirata Czornomaz.
Te la perdiste, Theodore.
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