Es domingo y voy por un camino de ripio, en algún lugar del campo, sospecho que al sur de Santa
Fe. Sé que el Albo está jugando –debe haber terminado, son más de las 18– pero
la radio está muerta. Y la conexión a Internet agoniza. No
tengo GPS y no me importa: lo que quiero saber es cómo salió All Boys.
Actualizar. Conectar.
Configuración. Apagar. Encender de nuevo a ver si se reanima. Nada.
Jugaba
con Estudiantes de no sé dónde, con todo respeto, repaso mentalmente, como si ayudara en algo. De pronto, el camino de ripio se bifurca en dos
caminos de ripio: uno va para allá, otro para ahí.
El teléfono sigue ido, la
intriga deportiva crece, me veo obligado a elegir un rumbo. Agarro para ahí.
Hago
20, 25 metros con destino a ahí y, magia, tengo conexión. Busco “#AllBoys” en
Twitter y confirmo: perdimos 0-2.
Nadie me sacará jamás la idea de que elegí el
camino equivocado.