lunes, 28 de septiembre de 2009

Contra el Barcelona en el Nou Camp

Si en la próxima fecha jugás contra el Barcelona en el Nou Camp, seguramente estás en la Liga de las Estrellas.

Si en la próxima fecha jugás contra el Atalanta, en Bérgamo, seguramente estás en la liga italiana.

Si en la próxima fecha jugás contra River en el Monumental, seguramente (por ahora) estás en Primera División.

Si en la próxima fecha jugás –como le pasó a All Boys este último fin de semana– contra ¡Deportivo Merlo!, en la cancha de ¡Fénix!, seguramente estás en… ¿Primera C? ¿Primera D? ¿Una liga amistosa del Oeste bonaerense? ¡No! ¡Estás en el Nacional B! Uff.

Qué lindo es cuando la organización impredecible le agrega pimienta al deporte.

martes, 22 de septiembre de 2009

El Ronaldo blanco y negro

Desde hace una década y media decir “Ronaldo” entre futboleros es pensar en el calvo y panzón delantero brasileño que por el momento es el máximo goleador de la historia de los Mundiales. En los últimos años, “Ronaldo” pasó a ser apócope de Cristiano Ronaldo, el hábil, metrosexual y acaso vendehumo delantero portugués del Real Madrid.

Sin embargo, hace veinte años, decir “Ronaldo” en Floresta era pensar en otro delantero, también de habla portuguesa, también goleador: Ronaldo Da Silva.

Jugó en All Boys apenas una temporada, e integró una delantera –¡tres puntas!– que resultaba un canto al Mercosur: el uruguayo Edison Tavares, el argentino Jorge Rojas y el brasileño Ronaldo.

Tavares era hermano menor de Richard Tavares, aquel recio zaguero también oriental que desde el Albo pasara a Boca. Edison tenía rulitos rubios, parecía adicto a la Cindor, era físicamente pequeño, veloz, liviano, de gambeta larga, y terminó teniendo una larga carrera en el Ascenso.

Rojas, por su look, bien podía ser un hosco baterista de una banda de rock de la zona oeste del conurbano. Era un 9 de mirada fija, fugaces estalactitas de barba negra, norteñísimos ojos rasgados, y gran porte: seguramente, infligiría temor si viniera a la carrera directo hacia uno.

Ronaldo tenía una credencial que lo convertía en un potencial favorito: era negro, brasileño y delantero. Sin embargo, a pesar de tamaño prejuicio positivo, parecía resultar el menos valioso de los tres delanteros. Era lagunero, de tranco desganado, con poca tendencia a meter la pierna fuerte y con una capacidad técnica que perfectamente explicaba qué carajos estaba haciendo un 9 brasileño jugando en la Primera B de la Argentina.

Pero llega el párrafo que todo hincha del Albo espera: a pesar de que la temporada de Ronaldo en Floresta no había sido especialmente buena, su carrera quedó signada por un memorable triunfo por 2-1 sobre Nueva Chicago en 1989, en Vélez, donde él marcó los dos goles. Esa tarde se convirtió en un niño mimado, un fetiche al que se le perdona todo y cuya sola mención arranca sonrisas.

Ronaldo fue uno de esos jugadores del montón que sólo dejan de serlo una vez. En realidad, sólo durante un partido. Sólo durante quince minutos, los que hubo entre su primer gol a Chicago (¡placer!) y su segundo gol a Chicago (¡más placer!).

Nadie podrá decir que era un crack, pero tuvo –justo en un clásico– sus quince minutos de fama andywarholianos (un saludo para todos los hinchas de All Boys que disfruten del arte conceptual).

Y desde esa vez, para toda la eternidad, cada vez que alguien en Floresta recuerde a Ronaldo, lo hará diciendo: “No era bueno, pero…”

martes, 15 de septiembre de 2009

El agujero Interior

Las dimensiones geográficas de la Patria hacen que el Nacional B tenga una impronta de safari aventurero y mochilero que ningún otro torneo tiene. Me pregunto si otros campeonatos de ascenso en el mundo lo tendrán. ¿Un equipo de la B recorriendo más de mil kilómetros para un partido cualquiera, casi pedorro, del torneo regular, que no es una final inter-estatal, ni un repechaje caprichoso, ni nada por el estilo? Ni en Rusia debe pasar. Ni en China, si es que existe el fútbol de ascenso en China. A propósito, un saludo para los hinchas de All Boys que vivan en China o Rusia.

Pero volviendo a ese derroche de millajes acumulados que es el Nacional B, hay que decir que tanto turismo deportivo no ha resultado históricamente muy provechoso para el Albo, al menos en cuanto a resultados.

La excepción fue la temporada pasada, cuando la campaña de All Boys como visitante fue muy buena. Y no sólo en estadios porteños y bonaerenses, sino también en el Interior, donde logró buenos resultados como vencer a Belgrano y a Instituto en Córdoba, o como empatar en Tucumán con el equipo que sería campeón, Atlético.

Este año, el primer viaje del Blanco al lejano noroeste fue con derrota: 1-0 en Córdoba ante Belgrano (inmerecido, según dicen). Pero el revés me trajo recuerdos del ingrato ciclo anterior de All Boys en el Nacional B, durante la década del ’90.

Aquel período –desde el debut en el Nacional posterior al glorioso título del equipo de Mario Rizzi, hasta el lamentable descenso final con aquel Albo lleno de pibes– implicó una seguidilla impresionante de derrotas, algún empate aislado, y casi ninguna victoria: a mi mente sólo viene una y no tan lejana en kilómetros; ante Douglas Haig en Pergamino; aunque aquí me apuntan desde la Producción que también ganó una vez en Rafaela, cosa que no me consta. Lo que sí recuerdo bien de ese derrotero –nunca mejor usado el término– por canchas federales son varias goleadas en contra, como un 0-5 en San Juan, o como 4 goles recibidos en el Cementerio de los Elefantes.

Pero las alegrías nunca vienen solas. Este Nacional B tiene una supremacía impresionante de equipos del Interior: de los 20 participantes, apenas 7 son de Capital y el GBA.

En cambio, en caso de lograr un hipotético ascenso, la relación de fuerzas cambiaría violentamente: de los 20 equipos de Primera, sólo 5 son del Interior, todos los demás pertenecen a la Ciudad Autónoma y el conurbano + La Plata.

La ecuación es clara. Si ganar en el Interior es una especie de hazaña, hay que ganar todos los partidos en Floresta y alrededores para zafar de esta pesadilla federal y sumarse a esa fiesta unitaria que parece ser la Primera División. Con un premio extra: en la máxima categoría los hinchas visitantes sí pueden ir a la cancha. Como decía el Gobierno porteño hace unos años: ¡Aguante Buenos Aires!

viernes, 4 de septiembre de 2009

Argentina-Brasil y All Boys-Platense

Advertir y jerarquizar mediante los matices más precisos la importancia relativa de las cosas de la vida es un arte difícil, o controvertido, para el hincha de fútbol.

“Sos mi vida” o “Te quiero más que a mi vieja” son leyendas típicas de trapos de tribuna, o habituales confesiones espontáneas de hinchas entrevistados en el programa El Aguante, de TyC Sports. Si el universo del fútbol es difícil de explicar (de allí viene el transitado sintagma “pasión inexplicable”), se vuelve más imposible cuando se lo intenta confrontar con otros universos. ¿Importaba más el partido entre All Boys y San Lorenzo de marzo de 1976 o el golpe militar? ¿El All Boys-Talleres de Escalada de diciembre de 2004 o el incendio en Cromañón? ¿Un supuesto All Boys-Banfield de 1938 o la Segunda Guerra Mundial? Ante tanta hipérbole boluda, es fácil ponerse serio y contestarlo ahora. Salvo que seas un descerebrado que diga "no me importa si en este momento hay un genocidio en la otra cuadra, yo me voy a Jonte y Mercedes que hay partido".

Pero hablemos de fútbol, como diría Víctor Hugo Morales. Este fin de semana coinciden en la agenda futbolera el choque entre All Boys y Platense, por la tercera fecha del Nacional B, y el clásico Argentina-Brasil, por las eliminatorias para el Mundial 2010. Esta clase de coincidencias despiertan en el hincha medio cierta vocación de renunciamiento histórico.

“Acepto que Brasil le haga 5 a la Selección en tanto All Boys le haga 5 al Calamar”, dirá un Albo que piensa localmente. Su razonamiento será que el dolor por una dura caída por eliminatorias se comparte y licua entre millones de argentinos, mientras que la alegría por pisotear a los muchachos de Saavedra será una alegría exclusiva de los hinchas del Blanco.

“Me banco perder con Platense en tanto la Argentina de Diego y Messi aplaste a los brasileños”, dirá otro Albo que piensa globalmente. Su razonamiento será que el Nacional B es un torneo tan largo que perder un partido ahora, aún ante los amarronados lanza-rocas, no tiene por qué significar nada a fin de temporada; mientras que un triunfo en el clásico sudamericano sería la virtual clasificación para Sudáfrica 2010 y un empujón fundamental para el fútbol argentino todo.

A mí, al menos con este ejemplo, me resulta muy difícil elegir.