sábado, 25 de julio de 2009

¿Lo pasado, pisoteado? De Jorge Caballero a Leandro Martínez

Desde que All Boys festejó en la cancha de Atlanta su título de la B Metropolitana 07/08, me quedó una sensación extraña con el grandote Leandro Martínez.

Rápido repaso: es un nueve torpe, voluminoso, ni agraciado ni carismático, que había llegado como descarte juvenil de Argentinos Juniors, y que estuvo en el fondo del banco de suplentes durante la primera mitad del torneo.

En ese querido campeonato Solchaga era –siempre lo fue en Floresta– el goleador del equipo, y su compañía en el ataque cambiaba de dueño sin éxito. Pasaron Allende, Stalteri, Bargas y un diez que terminaría adueñándose del puesto: el Chinito Scamporrino. Hasta que, en el tercio final de la campaña que terminaría en la obtención del título, una grave lesión de Solchaga iba a dejar vacía la camiseta nueve para el tramo decisivo. Hubo dudas, ninguno de los delanteros que más habían jugado hasta ese momento era el reemplazo cantado del Pato. Ahí apareció Martínez.

El grandote Leandro terminó haciendo seis goles en la recta final, tres de ellos significaron triunfos, y uno fue fundamental: el 1-0 sobre Central Córdoba, en Rosario, después de tres empates consecutivos y algunos –injustificados, inmerecidos– temores.

Cuando terminó la vuelta olímpica, Martínez se fue de All Boys. Si a algún hincha albo le quedó una espina, no parecía muy grande. Quizá no parecía tener nivel como para el Nacional B, y no hubo mucho debate (aunque a la luz de lo que fue, por caso, Gonzalo Pavone, algún debate pudo haber sido pertinente…). Ni siquiera ningún equipo tradicional de la B Metropolitana se interesó en el 9 suplente del campeón, y Martínez terminó dando un paso atrás en su carrera: en julio de 2008 fue a Comunicaciones.

Volvamos a julio de 2009. A punto de comenzar la temporada, Martínez acaba de firmar para Atlanta, y vuelvo a notar cierta espina. Recuerdo, por ejemplo, a la espina que dejó Jorge Caballero, aquel distinguido volante del All Boys campeón del 92/93, que años después cayó bajo y terminó jugando en Chicago (y cagando vergonzosamente a patadas a los jugadores albos en aquel aplastante triunfo 3-0 del Blanco en Floresta, en 1999, con tres goles del Tanque Bordi, que puede verse en YouTube).

No le deseo ningún mal a Martínez, aunque viendo en qué equipo va a jugar este año, ojalá que lo mejor de su carrera –al menos, en el fútbol argentino– ya haya pasado.

A modo de epílogo, un recuadro para Campodónico y Soto (dos ex Chicago), y si se quiere, para Pérez García (un ex Atlanta) que están entre los refuerzos de All Boys para este año. Ojalá que sus pasados sean una mera anécdota y que el futuro inmediato les depare tantas alegrías en Floresta que, en sus casos, nadie necesite mirar atrás. ¡Un brindis por la doble moral!

jueves, 16 de julio de 2009

El Paenza que todos llevamos dentro

Los 50 puntos que el entrenador del Albo, Pepe Romero, marcó como objetivo para el último Nacional B, no marcan ninguna cifra simbólica ni un mero apego discursivo por los números redondos.

Los 50 puntos representan, en un torneo de 38 fechas, un “casi triple empate” en la cantidad de partidos ganados, empatados y perdidos (como 38 no se puede dividir por tres, llamemos “casi triple empate” a una campaña en que la relación entre triunfos, empates y derrotas sea pareja: de 12-13-13, o de 13-13-12, o bien de 13-12-13).

Los 50 puntos significan, por lo general, quedar en los puestos noveno o décimo, en la tabla general de veinte equipos.

Los 50 puntos implican, para la tabla de promedios, superar con holgura la barrera del 1,300, lo que estadísticamente asegura la permanencia en la categoría sin ni siquiera llegar sufriendo a la última fecha.

Los 50 puntos suponen un “redondeo hacia arriba”, como para no correr riesgos, porque la realidad es que con 47 o 48 puntos, es probable que ya se logren los beneficios ya mencionados.

Aquel equipo que en alguna de las últimas dos temporadas de Nacional B haya sumado menos de los 50 puntos y quiera no descender, deberá “pagar la diferencia”, lo que significa realizar en el torneo 2009/10 una campaña muy superior a los 50 puntos.

O sea: si el año pasado sacaste 40 puntos, este año vas a necesitar sumar 60 para compensar, y que el promedio te dé 50 puntos.

En otras palabras, algunos equipos empiezan el torneo a pasitos de estar en el horno.

Platense necesitará 71 puntos para zafar del descenso sin depender de nadie; quizá hasta con cinco puntos menos también consiga salvarse.

Los de la CAI necesitarán 63 puntos para estar tranquilos sin mirar cómo les va a los otros. Olimpo, 60 puntos, y Defensa y Justicia, 58.

Estos cuatro, salvo que peleen el título, tendrán un puesto asegurado en la pelea por el descenso que viene.

Todos los demás (All Boys, San Martín de Tucumán, Rafaela, Belgrano, San Martín de San Juan, Unión, Quilmes, Independiente Rivadavia, Instituto, Tiro Federal, Ferro, y los recién llegados Merlo, Italiano, Gimnasia de Jujuy y Boca Unidos) se salvan sin hacer cuentas si suman los 50 puntos. Y muy probablemente también se salven, si suman 47 o 48.

Al mismo tiempo, de todo este pelotón, cualquiera que apenas pase los 40 puntos, va a tener un junio de 2010 muy sufrido.

Sí, ya sé: la idea –y el sueño– en Floresta será lograr bastante más que 50 puntos. Pero toda esta especulación numérica sirve para algo.

Si queremos mirar el cielo de Primera División, pisemos firme y no olvidemos que en las veredas del Nacional B siempre puede haber una alcantarilla abierta hacia las cloacas donde hoy flotan Atlanta, Chicago, Morón y otros tantos.

sábado, 11 de julio de 2009

Prejuicios

La etapa de la llegada de refuerzos resulta siempre inquietante, y es reveladora sobre la “cultura general” futbolera de hinchas, periodistas y dirigentes.

Cuando uno escucha nombres de jugadores que posiblemente lleguen al Albo, a menudo queda pagando: porque una cosa son los presuntos refuerzos que vienen del mainstream (o sea, ex estrellas de Primera División), y otra muy distinta cuando los candidatos a venir a Floresta son ascendentes promesas (en el mejor de los casos) del Argentino A, de la Primera B, o de cualquier liga aún peor.

En cuanto empezó el receso y corrieron rumores sobre las posibles llegadas de Facundo Sava o Rolando Zárate; bueno, no había enigma: cualquier hincha los ha visto jugar varias veces –durante los últimos quince años– en Vélez, Racing o Boca. Hasta es fácil apodarlos “el Roly” o “el Colorado”. Las dudas, en todo caso, serán sobre sus estados físicos, o sobre si los desafíos que ellos persiguen tienen que ver con el fútbol o con el mero latrocinio.

No pasa lo mismo cuando los candidatos a sumarse al Blanco son jugadores del Ascenso. A mí me conmueven los hinchas de All Boys que tienen bien clarito que el 8 de Instituto es bueno, que un buen volante zurdo y joven es el que juega en la CAI, o recuerdan perfectamente a un zaguero que jugó hace tres años en Platense.

Pero hay casos más extremos. ¿Cómo puede alguien saber cómo juega el 5 de un club de la C? ¡Si ni siquiera dan los partidos de su equipo por la tele! Salvo los de “Atlas, la otra pasión” (un saludo para Maxi Ambrosio, coproductor de “¡Mueva la Patria!, la ópera-cumbia argentina”, de la que soy uno de sus autores), el resto de los partidos de las napas del Ascenso resultan un misterio para cualquier mortal que no sea Román Iutch o Ricardo Caruso Lombardi.

Evidentemente no soy un erudito de la escena futbolera profunda. En el caso de los refuerzos que ya llegaron, obviamente conozco al veterano goleador Mariano Campodónico y recuerdo, en diferido desde mi última adolescencia, al zurdo Hernán Buján. Creo que pueden sumarle algo al plantel, aunque no creo que representen un salto de calidad como para soñar en la Copa Libertadores 2011, claro.

En cambio, no tengo ni un solo recuerdo sobre Lionel Coudannes, Matías Pérez García o Emmanuel Perea. Para mi cerebro, ellos tres nacieron esta semana. Ojalá que sean cracks y les vaya bárbaro (nadie olvida que así de discretamente llegó Gigliotti desde Lamadrid el año pasado, en el vagón de cola de la lista de refuerzos, y terminó siendo el Jugador Más Valioso).

Pero les doy la derecha a las decisiones armadoras de planteles de Pepe Romero y los “cazatalentos” de la administración Bugallo: a All Boys no le ha ido mal en los últimos dos años; el título de 2008 y los 50 puntos en el Nacional B son claros antecedentes.

Esperemos que a la sabia decisión de mantener el plantel (¡hasta sigue el Negro Vieytes! Enhorabuena…) se la esté acompañando con decisiones también sabias a la hora de reforzar.